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Bertrand Russell creía que el periodismo se parece a la filosofía porque «…navega a dos aguas entre la ciencia y la teología, expuesta al ataque de ambos bandos».
De haber vivido un poco más, hubiese entendido que el llamado «cuarto poder» de los medios de «comunicación» ha devenido en periodismo corrongo sin más.
El Diccionario de costarriqueñismos de Carlos Gagini registra la palabra como «mono, simpático, gracioso, lindo», explica el escritor tico Carlos Morales («El día latinoamericano», México, 27/5/91). «Corrongo» equivaldría a nice, que en Estados Unidos se usa con desdén para referirse a la hijita de un amigo que es graciosa, pero un poquito fea.
Morales agrega que el corrongismo sería un nuevo estilo de periodismo «…que no es exclusivo de acá y que comporta entre sus moldes edulcorados una carga ideológica que puede conducir a la alienación, a la acriticidad y a la manipulación -por pasivas- de las democracias vigentes». Por ejemplo, grandes letras en primera plana que dicen: «Y la niña lloró» para encabezar un reportaje sobre la violación de una menor en una zona marginal.
En el periodismo corrongo lo que menos importa son las necesidades informativas del receptor. Ni se hable del «derecho a la información». Abundan los lugares comunes, se emplea un vocabulario que denota el escaso dominio de 300 palabras y parte del supuesto del escaso razonamiento de «la gente».
El problema es que el corronguismo ya está minando las páginas de periódicos como el New York Times y elWashington Post, medios que los intelectuales latinoamericanos «muy-muy», después del masaje terapéutico semanal, copian con arrebato y frenesí para darnos a conocer sus «puntos de vista» en diarios que pasan por «serios».
No se trata de simples «opiniones». En tiempos de Ronald Reagan, el Consejo de Seguridad Nacional hizo de la comunicación y de la información un problema que acabó con el mito de la «libertad de expresión» (Directivo, No. 130), medida que coincidió con la Declaración de Talloires (Francia, mayo de 1981) con la cual los oligopolios de la información atacaron a la UNESCO y sus esfuerzos en pro de un nuevo orden informativo mundial (Informe MacBride, 1978).
En mayo de 1988 un despacho de la agencia Efe proveniente de Washington decía textual: «Lo más sagrado del periodismo estadounidense, la primera página de los diarios, está cambiando sin hacer mucho ruido. Informaciones intemporales o de interés humano, no regidas por la más estricta actualidad, están entrando en las primeras páginas de diarios tan respetables como The New York Times, Wall Street Journal y The Washington Post…» Si vamos más atrás, digamos que el periodismo corrongo se tornó urgente cuando Walter Cronkite, sacerdote supremo del periodismo estadounidense, dijo en enero de 1968 desde Vietnam, para la CBS: «debemos firmar la paz y retirarnos con honor». El presidente Lyndon B. Johnson declaró entonces: «Si hemos perdido a Cronkite, hemos perdido al americano promedio».
A partir de la derrota en Vietnam, de las escuelas de periodismo de Estados Unidos empezaron a graduarse los periodistas corrongos que hoy abundan en los medios de Occidente. Luis Hernández Navarro los identifica así: «…Para ellos preguntar es visto como algo carente de patriotismo o potencialmente subversivo. Van por historias seguras. No les gusta la controversia. Les disgusta ser testigos. Rechazan la posibilidad de ser fuente informativa y escriben con el mismo estilo». (La Jornada, 9/4/02) Sujetos a manipulación, los reportajes sobre los sucesos mundiales disminuyeron dramáticamente tanto en la prensa escrita como en la radio y la televisión.
En la edición del 29 de setiembre pasado, por ejemplo, el New York Times (que se las da de «liberal») le quitó peso y relevancia a la marcha de 350 mil londinenses que desfilaron contra la guerra dedicándole 13 palabras; mientras el Washington Post le dio 15 en una nota de 834 palabras. Además, el New York Times publicó una foto en primer plano en la que se ve a cinco mujeres y a un niño que ondea una bandera estadounidense durante la celebración anual de un desfile de la «cultura musulmana» (Medición de Raymundo Reynoso, servicio de prensa Amate, Los Angeles, 05/10/02).
Si esto pasa en diarios que catalizaron la renuncia de Richard Nixon, con su primicia y cobertura del caso Watergate… ¿qué esperar de los medios agrupados en la golpista y pro yanqui Sociedad Interamericana de Prensa (SIP)? Informar requiere comunicar. O sea, procesar la información en su contexto para que lectores, radioescuchas y televidentes tengan posibilidad para discernir y criticar. Echemos un ojo comparativo a los medios de aquí y los de allá para observar con qué esmero el corrongismo fomenta «el gran escape» y el acriticismo que «…pretende imponer la arbitraria pluralidad de lo dialógico, de los conceptos antinómicos, como valor y juicio definitivos». (Morales) También se puede informar de otro modo, porque vivimos en democracia… ¿Okey? Pero entonces los jóvenes periodistas seguirán teniendo muchas dificultades para encontrar chamba en el «cuarto poder».
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