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Brasil quiere cambios y Lula convenció a la mayoría de que él es una opción segura.
Lula tampoco cuenta con mayoría en ninguna de las dos cámaras del Congreso
El candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Luis Ignacio Lula da Silva, confirmó su favoritismo electoral y se impuso en la segundo ronda de las elecciones brasileñas con 61 % de los votos sobre su rival, el oficialista José Serra. En medio de un panorama lleno de incertidumbre, la expectativa ahora es ver como Lula va a realizar los cambios prometidos al país, a pesar del estrecho margen de maniobra del que dispone.
Durante los últimos 25 años, y particularmente después de la caída del socialismo europeo, se ha construido un escenario internacional en el que las decisiones económicas de los gobiernos, en los países en vías de desarrollo, se sustituyen, paulatinamente, por las políticas impuestas por los organismos financieros internacionales. Brasil no escapa a esa situación y el actual gobierno ha tenido que firmar un acuerdo para lograr un préstamos por $30 mil millones que evite la bancarrota y permita a la economía cumplir sus compromisos financieros internacionales.
Para eso hay que recortar los gastos y asegurar los ingresos, destinando el superávit al pago de la deuda.
El exministro de Hacienda Maílson da Nóbrega, un hombre que no ve con simpatía las propuestas del presidente electo, señaló que «dada la rigidez del gasto público, Lula podrá contar con apenas 5% de los ingresos para cumplir sus promesas». La alternativa es que abandone la meta del superávit primario (aquel que se obtiene antes de pagar el servicio de la deuda) o aumento los tributos. Si hace lo primero, perderá los $24 mil millones pendientes de desembolso por parte del FMI y algunos miles de millones más de capitales privados, por la pérdida de confianza, dijo el exministro
Un punto de vista similar expresó el expresidente del Banco Central de Costa Rica, Jorge Guardia, quien, en artículo reciente, señaló que existen dos mercados: el electoral y el financiero. Lula habrá ganado en el primero, pero no en el segundo, donde se tienen que competir todos los días.
La frase revela el desprecio por un marco electoral cada vez más desvalorizado y el sueño de que el mercado financiero venga a corregir cualquier desviación inducida por el primero.
Atado a circunstancias económicas y financieras adversas, Lula no tendrá espacio para maniobrar. Si comete un error, terminará como Argentina. «Ahí está la garantía», afirmó Guardia.
Una idea similar expresó el Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Paul O’Neill, en uno de sus habituales exabruptos: el mercado financiero va a vigilar a Lula para garantizarse de que no es un loco.
RECURSOS
Ante la escasez de recursos, el desafío estará, no solo en poder avanzar en el cumplimiento de sus promesas, sino en su capacidad de mostrar al pueblo donde están los cuellos de botella que impiden o dificultan ese avance y lograr organizar un frente lo suficientemente poderoso para irlos rompiendo.
Horas después de su triunfo, Lula señaló: La dura travesía que Brasil enfrentará exigirá austeridad en el uso del dinero público y un combate implacable a la corrupción».
Anunció también la creación, el 1 de enero, cuando asuma la presidencia, de la Secretaría de Emergencia Social, encargada de promover su programa «Hambre Cero», mediante el cual pretende que toda la población pueda comer tres veces al día. «Si al final de mi mandato cada brasileño puede alimentarse tres veces al día, habré realizado la misión de mi vida», dijo Lula.
Según el coordinador del programa económico del PT, Antonio Prado, ese programa costará 20.000 millones de reales al año, unos $5,4 mil millones. Prado sabe que solo habrá dinero para eso si la economía crece.
El PT no logró grandes triunfos en las elecciones para gobernadores de los estados y, de hecho, no triunfó en ninguno de lo cuatro más importantes: São Paulo, Rio de Janeiro, Minas Gerais y Rio Grande do sul. Los estados exigen una revisión del monto de sus deudas con el gobierno federal y del plazo para su cancelación.
Lula tampoco cuenta con mayoría en ninguna de las dos cámaras del Congreso. Por el contrario, es la oposición la que tiene una cómoda mayoría. Solo si logra ampliar las alianzas políticas podrá el gobierno del PT llevar adelante sus programas sociales.
Lula deberá negociar, por ejemplo, un aumento del salario mínimo y no tiene recursos para aumentarlo más que a 211 reales (57 dólares al mes, o sea, menos de dos dólares diarios). Hay presiones para que el aumento lo eleve, por lo menos a 240 reales, pero esto acentuaría la presión sobre el gasto público y amenazaría el acuerdo con el FMI.
ESPERANZA
En ese marco, hay quienes estiman que Lula no tendrá más alternativa que repetir el gobierno del presidente Fernando Henrique Cardoso, que, aliado con la derecha, profundizó el esquema neoliberal, vendió los activos del estado y, pese a haber controlado la inflación, al final dejó el país enfrentado a los mismos graves dilemas del pasado, atado, principalmente, a una insostenible deuda interna.
Pero lo cierto es que Lula asume la presidencia en un marco donde es cada vez más evidente que lo único insostenible es el actual modelo de desarrollo implantado a partir del «Consenso de Washington», transformado en una máquina de exprimir recursos a los países en vías de desarrollo que, como lo demuestra el caso argentino, llegó al fin de su vida útil.
El desafío de Lula es mostrar ahora con qué piezas va a construir uno nuevo, que permita enfrentar la crisis en que estamos.
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