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Se llama Guita Schyfter. Nació en Costa Rica, pero se fue a vivir a México, donde hizo documentales hasta que se atrevió con «Novia que te vea». Ganó cinco premios Ariel -y otros siete más- con su esmerado estudio sobre los judíos en su nueva patria. Luego, realizó «Sucesos distantes», también galardonada. Ahora estrena en Costa Rica su magnífico relato «Las caras de la luna». Nos contó que el ejemplo de la argentina María Luisa Bemberg -que inició tarde su carrera- despertó su vocación; la autora de «Camila» es uno de los personajes que Guita recrea en su lograda comedia dramática.
A partir de las cinco integrantes del jurado de un festival de cine de mujeres, se teje una densa trama de caracteres y sus complejos vínculos. Hugo Iriart, compañero de Guita, trabajó con los otros guionistas una historia equilibrada. Los diálogos son estupendos; verosímiles y a la vez cargados de implicaciones y sentidos; el humor a veces amable, a veces corrosivo, fluye con naturalidad. La obra atrapa el interés de inmediato.
Rodada en digital, apenas si la cámara sale de un hotel de la Zona Rosa, mas logra una familiaridad entrañable; los personajes son de carne y hueso, nos conmueven.
Su sagaz comprensión de la perspectiva femenina, y de la situación de cada una de las protagonistas, se complementa con una visión más amplia, con un sustrato humano que trasciende a todos. No es feminismo maniqueo ni un conflicto estereotipado, es la vida en ebullición de un puñado de mujeres que luchan por pensar, sentir y crear en libertad, pese a los límites establecidos.
Esta sabrosa galería de mujeres auténticas se dibuja gracias a una orquesta muy bien afinada de intérpretes, al talento desplegado por cada una y al ensamble de conjunto.
Geraldine Chaplin revela a una bisexual que sufre de soledad, Carmen Montejo (de vuelta al cine) es una cineasta consagrada, Diana Bracho muestra a la organizadora lidiando bajo presión, Carola Reyna se debate entre el reencuentro con un amor inconcluso y su impulso creativo, Ana Torrent es una joven productora española empeñada en el éxito, y la costarricense Haydeé de Lev es una documentalista lúcida que fue guerrillera con los Tupamaros -la mujer más torturada del Uruguay-. Su extraordinario trabajo no sólo está a la altura de sus afamadas colegas. Al disfrutar de su precisa economía de recursos, de su fuerza interior, y de la facilidad con que se desenvuelve, además de admirarla, recordamos su notable carrera teatral junto al dramaturgo Daniel Gallegos.
Si bien no es perfecta, la ingeniosa película mantiene su calidad, y nos atrapa con la mezcla de cariño, sinceridad y respeto que guía su acento crítico. Un cine no del estruendo y la apariencia, como es usual; sino arte sobre la condición humana, como a su manera lo apreciamos en Woody Allen, Almodóvar o Robert Altman. ¡No se la pierdan!
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