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Los embusteros de la mala fe: siete años de antiperiodismo furibundo
CASTRO FERNÁNDEZ, Juan Diego
Investigación
1ª edición, San José, Costa Rica, octubre 2001
447 pgs.
El Licenciado Juan Diego Castro Fernández presenta, en una atenta y cuidada edición, el libro «Los embusteros de la mala fe; siete años de antiperiodismo
furibundo».
A lo largo de una presentación, doce capítulos -ordinales con el apelativo de embustes- y dos anexos, se van desglosando los hechos que el autor apunta
como mentiras, engaños y simulaciones en que ha incurrido, principalmente, el periódico «La Nación S.A». En lo esencial, Castro sitúa los sucesos de su texto
entre 1991 y 1999 (año, este último, en que los tribunales de la República confirman la existencia del delito de injurias por la prensa y la participación delictiva de
los empleados de La Nación).
Desde el inicio, el lenguaje utilizado deja muy claro que el texto -y su autor- son peleadores. Una construcción adjetival apasionada le permite al lector advertir
que no es que se «lanza un guante», -como que no está el ánimo para tales finuras- sino que se abre campo porque los golpes van en serio. Castro Fernández
aclara que no pretende escribir un tratado sobre ética periodística. El libro es una defensa (¿ataque?) frontal contra La Nación -y otros-; no hay ambages, el
autor expone y asalta. Empieza con una interesante apostilla histórica del papel jugado por La Nación, a través de algunos de sus trabajadores, y objeta el
concepto de libertad de prensa que maneja el diario. Es una introducción violenta, no hay duda, pero de una agresividad necesaria, dado el encono que parece
reflejar el adversario «llorentino».
Con imágenes, alusiones mitológicas y bíblicas, logra dar un efecto ilustrativo sobre los «cómos» y los «por qués» de los diferentes actores -víctimas y
victimarios- del espacio periodístico.
Las investigaciones que se exponen se apoyan en una documentación acuciosa, cuadros, transcripciones de entrevistas, opiniones doctrinales, recopilación de
artículos y pareceres de gentes públicas. Mérito agregado es que, a pesar de los aspectos técnicos y políticos, la descripción es amena y salpicada con rasgos
de buen humor.
Es probable que a algún lector aprensivo, el tono fuerte de las letras de Castro le lleve a pensar que el texto pierde en rigor científico. Sin embargo, no es así: el
documento es rico -para ese mismo lector inclusive- en fuentes, cuestionamientos, críticas y señalamientos a la prensa, al Poder Judicial y a los partidos políticos.
El libro, también, califica en lo positivo y negativo, a la Sala Constitucional (en un extenso capítulo refiere sobre la posición de este alto tribunal respecto a la decisión de expulsar a unos venezolanos acusados de asaltar bancos, por ahí de la mitad de la década pasada).
Hay apuntes en que el autor enseña inobservancias graves a principios básicos -tanto éticos como técnicos- de una parte de la prensa nacional. Plantea
preguntas, expresas y tácitas de por qué, «La Nación» y «Al Día», si tienen las bases para bien informar, retuercen los hechos al punto de dejarlos, sino irreconocibles, «presuntos»…, presuntos, claro, en contra de la víctima de sus anhelos.
Con respeto a las diferentes opiniones que se puedan tener, sobre la persona del exministro – autor, sería interesante que La Nación respondiera -o se refiriera,
al menos- sobre los muchos cuestionamientos que el libro le hace.
En resumen: Es un libro importante. Necesario para adentrarse en los vericuetos del quehacer periodístico de la «gran prensa» nacional; así como para entender
la defensa que don Juan Diego Castro Fernández realiza de su honor, honradez y dignidad.
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