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«… la mujer que tiene su propia plata pierde el cariño para el esposo. Muchos matrimonios han fracasado por eso…».
La muestra incluyó a trabajadores agrícolas y de la construcción, choferes de taxi, guardas de seguridad y camareros.
Mientras que algunos piensan que a ellas solo les interesa el dinero que les puedan dar, otros temen que tengan su propia plata, porque se desapegan del hogar. Para la mayoría de los hombres guanacastecos los cambios experimentados en el género y la familia en los últimos años les ha restado poder y privilegios en la vida familiar.
Así lo evidencia un estudio sobre las masculinidades, el trabajo y la familia en el noroeste de Costa Rica (Guanacaste), realizado por la Dra. Sylvia Chant, del London School of Economic de la Universidad de Londres.
Su artículo forma parte de una selección de los trabajos presentados en el Congreso Internacional «50 Años Antes y 50 Años Después de la Conquista del Voto Femenino en Costa Rica (1900-1999)», publicados en el libro Un Siglo de Luchas Femeninas en América Latina, de la Editorial UCR.
Este libro, junto con Mujeres, Género e Historia. En América Central durante los Siglos XVIII, XIX y XX, de la UNIFEM, Plumsock Mesoamerican Studies, editados recientemente por la Dra. Eugenia Rodríguez Sáenz, de la Escuela de Historia de la Universidad de Costa Rica, contienen unos 30 artículos elaborados por reconocidas especialistas nacionales e internacionales en el campo de los estudios de las mujeres y de género.
El artículo de la Dra. Chant, sobre «¿Crisis en la familia? ¿Crisis en la masculinidad? Reflexiones sobre las masculinidades, el trabajo y la familia en el noroeste de Costa Rica», está basado en un estudio piloto sobre hombres, hogares y pobreza realizado en 1997. La autora pretendía explorar los puntos de vista de los hombres en torno a las relaciones sexuales, el matrimonio, la paternidad y el género, y examinar la forma cómo han cambiado los conceptos de «masculinidad» en las últimas décadas.
Para ello se basó en una serie de entrevistas individuales y discusiones de grupo, realizadas con 80 hombres de bajos ingresos en cinco localidades de la provincia de Guanacaste: Liberia, Cañas, Santa Cruz, Nicoya, y Veintisiete de Abril. La muestra incluía hombres adolescentes, jóvenes, de mediana edad y mayores, estudiantes, desempleados, trabajadores de la construcción, choferes de taxi, guardas de seguridad, camareros y trabajadores agrícolas.
La finalidad de este estudio era balancear el «sesgo femenino» presente en los estudios de hogares y género en América Latina, con el propósito de generar un conocimiento más inclusivo sobre las masculinidades en los grupos sociales de base. Además se trataba de contribuir a la comprensión de las causas e impactos originados en el género que se han dado en las últimas décadas en la organización de la familia y de los hogares en Costa Rica, y explorar las intervenciones de género en grupos masculinos.
¿CRISIS LOCAL O MUNDIAL?
Según la Dra. Chant, los cambios recientes que se han dado en el género y la familia en Costa Rica no son aisladas, sino que también están presentes en muchos otros países del mundo.
Al respecto, subraya que el acceso cada vez mayor de las mujeres al logro de sus propios ingresos les ha dado una mayor posibilidad de negociar en el hogar, romper la dependencia de los hombres y jefear sus propias casas. En tanto que la disminución de las posibilidades de empleo para los hombres ha debilitado su capacidad para cumplir las responsabilidades como proveedor.
De allí que los cambios en la participación masculina y femenina en la fuerza laboral han sido considerados como elementos propulsores de una «crisis de masculinidad» no solo en Costa Rica, sino también en Colombia, México y Uruguay.
En el caso particular de Costa Rica, la investigadora señala que si bien en general la familia está en crisis, esto es aún más evidente en Guanacaste, ya que la desintegración familiar es más marcada allí que en otras regiones del país. Un ejemplo de ello lo constituye el número de nacimientos de madres adolescentes, cuya cifra es mayor que en el resto del territorio.
Agrega que aunque los hombres han sido figuras bastante periféricas en los hogares guanacastecos y no han tenido que trabajar tan duro como las mujeres, han ocupado un lugar de privilegio en la familia, dado el acceso que tienen a los ingresos y recursos. No obstante, en la actualidad su capacidad para mantener esa posición está disminuyendo, a la vez que experimentan una creciente preocupación por lo que significa ser hombre.
Chant apunta que la inestabilidad histórica de las relaciones conyugales y de padres e hijos se debe a que tradicionalmente esta provincia ha ofrecido poco empleo regular, lo que ocasiona la emigración de los hombres a otras partes del país, para poder mantener a las familias. Esta separación provoca en muchos casos que ellos no regresen más a sus casas y que la mujer encuentre otra pareja que quiera servirle de proveedor.
PROBAR SU HOMBRÍA
De acuerdo con la investigadora, la tendencia de los guanacastecos a iniciar nuevas relaciones no se debe únicamente a la emigración laboral, sino que también tiene que ver con la aprobación como hombres teniendo relaciones extramaritales o procreando niños con diferentes mujeres.
A esto se suma la presión ejercida por otros hombres y el dedicar tiempo en vicios, lo cual genera discusiones, conflictos y violencia doméstica. En este sentido, ellos señalan que las tres cosas que los hacen sentirse hombres son encontrar un trabajo, tener la primera relación sexual y tomar «guaro» por primera vez.
Según la Dra. Chant, a pesar de que son los hombres los que tienden a abandonar las relaciones conyugales, la familia es sumamente importante para su bienestar psicológico y la construcción de sus identidades. Ellos consideran que «estar solo» es un estado emocional y psicológico extremadamente negativo, por lo que pronto forman una nueva relación conyugal o regresan al hogar de algún miembro de su familia, para ser atendidos y cuidados por mujeres.
PÉRDIDA DE PODER
Para los guanacastecos, la «crisis de la familia» tiene que ver más con su pérdida de poder sobre las mujeres que con el rompimiento de la familia en sí.
En este sentido, la investigadora apunta que un factor que explica la erosión de la autoridad y el control sobre sus esposas, es la disminución de la brecha en el acceso a los recursos en la región, ya que en los últimos años se ha producido un mayor ingreso de las mujeres a la fuerza laboral, motivado por la necesidad de incrementar los ingresos del hogar y la expansión del turismo en esta zona.
Sin embargo, la creciente participación económica de las mujeres es vista como una amenaza, porque constituye una invasión del terreno del hombre en el hogar y en el mercado laboral, y porque su acceso independiente a los recursos hace que los hombres se sientan menos apreciados y necesitados. Piensan que las mujeres que trabajan tienen más posibilidades de conocer a otros hombres, están en grave riesgo de infidelidad, de rechazar a sus esposos, y de dañarles su autoestima.
Esta mayor fragilidad en la posición del hombre en el hogar se ha visto exacerbada por la legislación y las políticas en beneficio de las mujeres, las cuales han ampliado sus posibilidades de sobrevivir independientemente de los hombres, y han reforzado la percepción que ellos tienen sobre su posición marginal en el hogar.
De allí que, para la Dra. Chant es necesario encontrar modelos de socialización de género y división del trabajo que ofrezcan mayor flexibilidad e igualdad entre los roles de los adultos, además de procurar una mayor incorporación masculina en la legislación y los programas sociales del país.
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