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Los cambios políticos ocurridos este año en América Latina podrían indicar que la etapa neoliberal, con su dramática herencia social, ha llegado a su fin en la región, aunque no se vislumbra un proyecto alternativo.
Los ciudadanos argentinos debieron soportar largas filas para poder sacar sus ahorros de los bancos.
Una tras otra, las elecciones en Bolivia, Brasil y Ecuador hicieron emerger este año nuevas fuerzas políticas en América Latina, todas ellas expresión del agotamiento del modelo de desarrollo imperante en el último cuarto de siglo. Fue, sin duda, el triunfo de Luis Ignacio Lula da Silva, en Brasil, el que atrajo la mayor atención. Dos razones parecen justificar ese interés: la primera es la importancia continental de Brasil y el tamaño de su economía. La segunda es la posición de Lula y del Partido de los Trabajadores (PT), que hace ya unos 20 años viene asumiendo una posición de crítica al modelo de desarrollo neoliberal. Pero también en Bolivia el segundo lugar del dirigente indígena Evo Morales en las elecciones presidenciales y la importante representación parlamentaria lograda en los pasados comicios, muestran una creciente aspiración de los electores de encontrar alternativas distintas al modelo vigente. A estos resultados se suma el de Venezuela, donde hace dos años, Hugo Chávez se impuso al frente de una coalición que expresa las mismas inquietudes, si bien su gobierno enfrentó durante todo el año enconados embates de sectores empresariales y sindicales, con la simpatía de gobiernos conservadores como los de Estados Unidos y España, que no ocultan su incomodidad con las propuestas del gobernante venezolano. Finalmente, el mes pasado, dos candidatos sin larga tradición política disputaron la segunda ronda electoral; se impuso el coronel Lucio Gutiérrez, un militar que surgió a la vida pública al encabezar un grupo de apoyo a los indígenas que se habían rebelado contra la decisión del gobierno de Jamil Mahuad, en 2000, de dolarizar la economía del país. Esta realidad, que refleja un estado de ánimo cada vez más importante en América Latina, no cambia, sin embargo, por sí sola, el contexto en que se dan esos triunfos.
NEOLIBERALISMO
En estos últimos cinco lustros se ha tejido una vasta red de acuerdos y políticas que condicionan las posibilidades de los gobiernos de aplicar medidas nacionales que se alejen de esos acuerdos. Para los críticos del modelo neoliberal, se trató de un proyecto orientado a facilitar las operaciones del gran capital transnacional mediante un proceso de apertura comercial y privatización de empresas públicas que, 25 años después, ha provocado transformaciones profundas en la región, pero no ha podido evitar un agravamiento de las tensiones sociales y del número de personas sumergidas en la pobreza. Por otro lado, la deuda de los países latinoamericanos se ha transformado en un lastre que torna imposible cualquier proyecto de desarrollo y condiciona también los programas de los nuevos gobiernos. El caso de Brasil es particularmente claro. El Fondo Monetario Internacional (FMI) firmó un acuerdo de préstamo de $30 mil millones con el gobierno saliente de Fernando Henrique Cardoso, de los cuales $24 mil millones solo serán desembolsado si Lula mantiene el superávit primario acordado, o sea, controla el gasto de modo que Brasil pueda seguir cumpliendo sus compromisos financieros internacionales. Lula ya dijo que va a cumplir el acuerdo, medida que, por lo demás, parece a todos indispensable para evitar graves consecuencias para la economía. Pero esto que a algunos parece la solución adecuada, es precisamente el problema, pues no otorga al gobierno la posibilidad de ejecutar políticas más acordes que benefician a los pueblos de la región.
OJOS LATINOAMERICANOS
Argentina fue el primer destino de Lula, en los tradicionales viajes con que los presidentes electos inician sus actividades. En esa misma gira, Lula visitó Chile, y el 10 de diciembre tiene previsto ir a Washington y luego a Europa, para mostrar así sus prioridades y su intención de mantener un equilibrio en sus relaciones internacionales. El abril del próximo año habrá elecciones en Argentina, un país donde las consecuencias del colapso económico son todavía muy difíciles de predecir. Con un mundo político también colapsado, después de una década de demolición encabezada por el expresidente Carlos Menem, la crisis parece, a ratos, no tener solución. Pero la tendrá, aunque sea difícil predecir cuál. También en Paraguay habrá elecciones el año próximo, en un contexto de crisis, pero con la presencia preponderante del general Lino Oviedo, militar exiliado y golpista que, lejos de ser una solución, parece parte del problema. Completa el cuadro Uruguay, cuyas elecciones, en 2004 podrían ser ganadas, finalmente, por el Frente Amplio, cuyo acceso al poder ha sido cerrado hasta ahora cuidadosamente por blancos y colorados, los dos partidos tradicionales del país. Caso aparte es el de Colombia, donde el presidente Álvaro Uribe, también elegido este año, ofreció mano dura para combatir la guerrilla, comprometido con un plan militar promovido por Estados Unidos que crea preocupación entre sus vecinos.
CENTROAMéRICA
El otro gran escenario de 2003 será la negociación de un tratado de libre comercio de Centroamérica con Estados Unidos. La negociación, dada la intención de iniciarla y concluirla el próximo año, ocupará en parte el espacio que hasta ahora era exclusivo del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), el ambicioso y polémico proyecto lanzado en 1994 por el entonces presidente Bill Clinton, que incluye 34 países del hemisferio. Los cambios políticos en América del Sur podrían hacer más difícil la negociación del ALCA, en un marco de creciente resistencia popular a esa iniciativa. Los países centroamericanos se verán entonces como protagonistas de una negociación, cuyo mayor desafío será el garantizar una adecuada protección y estímulo de los intereses nacionales, evitando los extremos de acuerdos que, como el Tratado norteamericano de libre comercio, entre Estados Unidos, Canadá y México, ha sometido la economía mexicana a enormes tensiones, destruyendo las garantías sociales, debilitando vastos sectores del agro, de la industria y de los servicios.
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