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América celebra a Martí

En 2003 se cumple el 150º aniversario de José Martí, cima del pensamiento latinoamericano y universal.

En 2003 se cumple el 150º aniversario de José Martí, cima del pensamiento latinoamericano y universal.
Esta es la imagen de José Martí más difundida en el mundo
El próximo 28 de enero América celebrará el 150º aniversario del natalicio de José Martí, un hombre de todos los tiempos y cuyo pensamiento sigue tan vivo como ayer en un subcontinente que aún lucha por arrancarse las ataduras de la dependencia y las amenazas de colonización que rugen desde el norte poderoso y militarizado.
Para conmemorar tan magna fecha, en Cuba se efectuarán, durante 2003, conferencias, talleres y encuentros para analizar la figura más excelsa de América Latina en el siglo XIX y su innegable vigencia a comienzos del siglo XXI.
Poeta, ensayista, revolucionario, patriota, periodista y visionario… son apenas algunos de los rasgos con que se puede identificar a Martí, quien a su muerte, a los 42 años, dejó una sorprendente producción que todavía, 107 años después de su desaparición física, no ha sido recogida en su totalidad.
José Julián Martí Pérez nació «el viernes 28 de enero de 1903 en La Habana, en la  calle de Paula No. 41, hoy Leonor Pérez, No. 34, en donde actualmente se encuentra instalado el Museo que lleva su nombre» y fue el primogénito de Mariano Martí, oriundo de Valencia, España, y Leonor Pérez, natural de Santa Cruz de Tenerife.
Para el estudioso cubano, radicado en Costa Rica, Aurelio Horta, Martí representó un «momento inaugural en la modernidad de América Latina, porque buscó el progreso de los pueblos por medio de la elevación de la educación y la cultura».

A la luz del tiempo, reconoce Horta, muchos de los postulados modernistas de Martí aún están pendientes de cumplirse.
Horta considera que Martí siempre sostuvo un «recio pensamiento» con fundamentos científicos acerca de la necesidad de que Latinoamérica defendiera sus intereses ante la aparición del imperialismo norteamericano.
Prueba de esta postura la constituyeron las informaciones que envió a La Nación de Buenos Aires, Argentina, sobre la Conferencia Panamericana, celebrada en Washington entre 1889 y 1890 y que marcó el inicio de una ofensiva avasalladora de los estadounidenses que un siglo más tarde todavía no ha cesado, en procura de apoderarse de los mercados económicos y de los espacios culturales de los países de la región.
El ensayo «Nuestra América», representó una cima en el pensamiento martiano y guarda una enorme relación con la impostergable necesidad de que los pueblos latinoamericanos tuvieran la posibilidad de delinear su propio destino.
El citado ensayo es considerado como uno de los textos más programáticos de Martí, porque en él planteó la urgencia de que los pueblos de América Latina debían alcanzar lo que él llamó la «segunda independencia»; es decir, la independencia económica y cultural, frente a las amenazas del «gigante de las siete leguas», como denominó a los norteamericanos.
En este sentido, el director del Centro de Estudios Martianos (CEM) de Cuba, Rolando González Patricio, expresó a la prensa de sus país: «
«Martí asiste a la fundación del sistema interamericano que hoy conocemos, estuvo en la primera conferencia panamericana, en la que se proponía la unión aduanera de
Estados Unidos y América Latina, y en la que se trataba de lograr una especie de alcaldía continental con un sistema de arbitraje obligatorio. Intentaban crear líneas subvencionadas de vapor, ferrocarriles, de uniformar el sistema de peso y medida; es decir, un congreso interamericano que tendía a garantizar la ascendencia política, económica y jurídica de los norteamericanos sobre América Latina».
La propuesta estadounidense que Martí criticó hace más de un siglo mantiene un asombroso parecido con el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y el Tratado de Libre Comercio que los estadounidenses impulsan en la actualidad con Centroamérica.

UNA VASTA CULTURA

Otra de las vertientes martianas que hoy, con la distancia que dan los años,  permanecen intactas, son sus anhelos de que la literatura y las bellas artes de Latinoamérica alcanzaran la universalidad de que gozan en el presente, resaltó Horta.
La honda cultura de que disfrutaba Martí constituyó uno de los pilares que le permitió abordar los más variados temas, siempre con una profundidad y una agudeza propios del genio que encarnaba aquel hombre de salud de cristal y siempre propenso a la nostalgia.
«Conocía al dedillo las raíces de la cultura grecolatina y de los pueblos precolombinos. Martí representó un caso excepcional y fue sin ninguna duda el hombre más destacado de América Latina en el siglo XIX».
En relación con su vasta producción como periodista, poeta y ensayista, Horta consideró que solo «un ecuménico», como lo fue Martí, pudo ser capaz de generar una obra tan magna.
«Martí residió por mucho tiempo en el exilio y anduvo de pueblo en pueblo. Pese a que murió a los 42 años, todavía no ha habido ensayista en América Latina que supere su obra».
Murió el 19 de mayo de 1895 en Dos Ríos, en los primeros enfrentamientos entre las tropas insurrectas que luchaban por la independencia de Cuba y los soldados que defendían los intereses españoles.
El 1 de abril, como si la intuición le susurrara  la muerte que pronto le sobrevendría, había dictado su testamento literario a su discípulo Gonzalo de Quesada y Arostegui.
Consumada la caída de Martí, Patria, el periódico que había fundado en Nueva York para aglutinar los intereses revolucionarios, ya estaba en proceso de impresión y así informó de su partida: » Al entrar en prensa el presente número recibimos la cruel certidumbre de que ya no existe el Apóstol ejemplar, el Maestro querido, el abnegado José Martí».
Y unos días m*s tarde, la inconfundible voz de Rubén Dario, le decía: «la juventud americana te saluda y te llora pero ¡oh Maestro!, ¿qué has hecho…?»
Y el gran poeta nicaragüense agregaba en su ensayo: «Cuba admirable y rica y cien veces admirada por mi lengua; mas la sangre de Martí no te pertenecía, pertenecía a toda una raza, a todo un continente; pertenecía a una briosa juventud que pierde en él quizá al primero de sus maestros; pertenecía al porvenir».

  • Jose Eduardo Mora 
  • Cultura
ImperialismSpain
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