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En entrevista exclusiva con UNIVERSIDAD, el ministro de Comercio Exterior Alberto Trejos analiza diversos aspectos de un posible Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Centroamérica y Estados Unidos, y asegura que Costa Rica solo firmará si tiene el respaldo nacional.
Alberto Trejos: “El reto es la creatividad. Encontrar términos medios que sean aceptables para las partes y que sean mutuamente beneficiosos”.
Al cierre de esta edición se realizaba en nuestro país la primera ronda de negociaciones de un polémico TLC entre Centroamérica y Estados Unidos. Mientras las delegaciones políticas y técnicas de los seis gobiernos de la región se reunían con la delegación estadounidense, en las calles, distintas agrupaciones de la sociedad manifestaban su rechazo a un proyecto que, en su concepto, traerá más perjuicios que beneficios para la población.
En este contexto, durante una entrevista realizada el 28 de enero en el hotel sede de la ronda, el ministro de Comercio Exterior, Alberto Trejos, aseguró a UNIVERSIDAD que los negociadores ticos no cederán en aquellos puntos para los cuales la voluntad nacional es claramente negativa, y recordó que la última palabra la tienen la Asamblea Legislativa y el pueblo costarricense.
El Gobierno afirma que este TLC traerá empleo y bienestar para el país. Sin embargo, el último balance de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), dice que la apertura no trae crecimiento, que no se han generado nuevos puestos de trabajo en América Latina, y que hay 7 millones de pobres más en el continente.
-No estoy tan seguro de coincidir con su interpretación sobre lo que dice el estudio de la CEPAL. Si algo está bien documentado en la ciencia económica es la relación entre intensidad del comercio internacional y crecimiento. Es cierto que intensidad no necesariamente significa apertura, pero aquella es una relación clara.
En el caso de Costa Rica, aproximadamente el 48% del PIB es exportado. Una parte muy importante del ingreso y del empleo están vinculados con las exportaciones. Estamos especializados en industrias en las que hay mucho encadenamiento vertical internacional. Es la historia de industria textil e incluso del agro. Para muchas industrias y servicios, la vinculación con el comercio internacional se vuelve importante. Además, durante los últimos años el comercio internacional ha sido la parte más dinámica de nuestra producción. No es posible para cualquier país aspirar a que el mercado local pueda dar tasas de crecimiento superiores al 10% consistentemente por dos décadas.
Entonces, la combinación de un mercado doméstico y de un mercado externo, abiertos y dinámicos, es buena. Máxime cuando el dinamismo de la mitad de la economía que está orientada hacia afuera se vuelve en la fuente de ingresos que crea la demanda interna. Partiendo de esta base, una parte importante de este comercio se da con Estados Unidos. Y esta es una oportunidad de consolidar, dándoles carácter de ley y de derecho, una serie de accesos que son unilaterales. Y de entrar en una serie de temas que no hemos tocado en el pasado.
Pero el desempleo en el país ha aumentado -ya sobrepasa el promedio histórico-, y la pobreza está estancada. Si bien se ha ampliado el comercio exterior, es desigual el resultado para el país. Las empresas ligadas al sector exportador están progresando, pero una gran parte de la población está excluida de esta dinámica.
-El proceso de inserción agresiva de esta economía en el mercado internacional es bastante más antiguo que los dos o tres años de recesión internacional recientes. Este proceso realmente arranca hace 20 años. En ese período hemos tenido un dinamismo que de otra forma no hubiéramos logrado. Sí se ha reducido la pobreza y sí se ha reducido la tasa de desempleo. En los últimos tres años, por fenómenos que no están relacionados con nuestra vinculación con la economía internacional, sino que son cíclicos, macroeconómicos, la recesión, etc., hemos tenido una desaceleración de la tasa de crecimiento. Pero debemos ver el horizonte completo, uno en el cual definitivamente hemos obtenido un dinamismo que no habíamos tenido.
Lo importante es acompañar la política comercial con otra serie de políticas. Efectivamente, el país necesita una buena política de pequeña y mediana empresa, agrícola, de competitividad, regional, ya que hay una asimetría entre el grado de desarrollo del Valle Central y de la periferia. Esto más bien se reafirma con una buena política comercial en la que haya claridad de reglas y estabilidad de los derechos y que explote las ventajas comparativas.
El informe de la CEPAL también afirma que la informalidad crece en América Latina. ¿Qué clase de empleos, de mano de obra se ofrece en el marco de los TLC? El Plan de Reactivación Económica del gobierno pone como uno de sus motores de crecimiento una mayor inserción de las mujeres en el mercado laboral. Pero ¿qué calidad de trabajo se quiere para las ellas? Se les paga salarios inferiores a los hombres por hacer el mismo trabajo y con igual capacitación. ¿Es esto lo que se quiere ofrecer, mano de obra barata femenina?
-No. El objetivo es precisamente lograr un mayor dinamismo en el mercado laboral, empleo de mayor calidad, con mayor igualdad de género. En este sentido, el componente de la economía orientado hacia afuera, en general, tiene mejores condiciones que la economía tradicional. Parte de las reformas debe ser generar un sector exportador capaz de crear fuentes de empleo de mayor calidad, mejor uso de nuestras ventajas competitivas, como la inversión que el país ha hecho en capital humano y en buena legislación ambiental y laboral. Ser parte de la economía internacional nos ayuda en esa dirección, a bajar la informalidad, los grados de distorsión por género. Los salarios tienden a ser mayores en los empleos que explotan las ventajas competitivas y la productividad, y en los que son más sólidos. Y eso es precisamente lo que buscamos.
Además, en un tratado de este tipo se discuten los derechos laborales con la intención de ampliarlos y fortalecerlos. El punto de partida de la negociación es que no solo ningún país podrá rebajar los derechos laborales, sino que debe fortalecerlos. No queda más que cumplir esas obligaciones, sean las comprometidas con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), sean las adquiridas nacionalmente, en el sentido de que habrá una consecuencia externa comercial en caso de incumplimiento.
Precisamente, los sindicatos costarricenses y la AFL-CIO, que agrupa a 13 millones de personas trabajadoras de EE.UU, denunciaron que en nuestro país no se respeta el derecho a la libre sindicalización sino que desde hace unos 15 años no se ratifican dos importantes convenios de la OIT. Lo que usted dice contradice la práctica oficial.
-No, lo que yo acabo de decir, al contrario, es que la aplicación de los derechos laborales y sindicales vigentes y la ratificación legal de otros instrumentos, más bien toman fuerza al firmarse un TLC.
Entonces, ¿ahora van a ratificar esos convenios de la OIT?
– Precisamente eso toma fuerza porque de existir la violación de obligaciones de ese tipo, tendría consecuencias legales internacionales. Podríamos imponer algún tipo de medida comercial y eso fortalece los derechos laborales.
Por eso, lo primero que el Gobierno haría sería ratificar esos tratados que esperan desde hace 15 años.
-En el caso de estos tratados, sé que son un tema de importancia para el Ministerio de Trabajo. Yo no sabría si van a ser específicamente mencionados dentro de los resultados de las negociaciones, es muy temprano para eso. Pero los derechos laborales existentes adquieren una capa más de solidez.
¿Es posible excluir del TLC a los avicultores y porcicultores costarricenses, como lo están pidiendo sus organizaciones?
-En toda negociación de este tipo los países buscamos provisiones de protección para los productos más sensibles. En el caso de los productos agrícolas esa es una de las cosas que cada país plantea: cuáles son los productos por los que más que una oportunidad de exportación, hay una preocupación por la competencia, para entonces plantear posibilidades de apoyo para esos sectores. Esto incluye excluirlos – que tiene ventajas y desventajas para los mismos productores-, quedar incluidos con un calendario que les convenga más, medidas arancelarias, de cuotas y combinaciones de ambas, medidas sobre temas sanitarios, sobre la gradualidad, temporalidad y estacionalidad. En este caso, hay otra serie de instrumentos, como los vinculados con controles fitosanitarios y con la cooperación internacional. La exclusión no es la única alternativa.
Pero, ¿son los negociadores quienes decidirán cuáles de estos instrumentos aplicar o plantearán lo que propongan los propios avicultores y porcicultores? ¿Quién define eso?
-Los productores generan insumos al proceso de elaboración de la estrategia.
¿De dónde sale la decisión final?
– Nos corresponde una obligación legal, la de balancear los intereses que distintos sectores manifiestan y lograr el mayor balance posible. Y construir una estrategia basada en el resultado de los procesos de consulta. En cuanto a los temas de acceso como el que Ud. menciona, la consulta es muy extensa. Los sectores productivos están divididos en 50 grupos, por categoría arancelaria y se hacen una o muchas reuniones con cada grupo mientras vamos afinando una visión común. Las posiciones expresadas en la consulta son respetadas, esa es nuestra estrategia. Cuando es un sector que a su vez produce un insumo para otro productor, como ocurre con los alimentos de animal, ingredientes o materias primas industriales, nuestra obligación es balancear de la mejor manera posible las posiciones, buscando lo que ambas partes quieren, pero entendiendo que no podemos ser fiel a uno si no es respetando al otro.
¿Podría suceder que si no hay un acuerdo con la contraparte, en este caso con EE.UU, se deje ese tema sin tocar, tal cual está?
-Para empezar, no hay casi un solo inciso del tratado en el cual no haya un pleito y un compromiso. Hay muchas cosas en las cuales pensamos parecido, pero en la gran mayoría no. Y en lo que tienen que ver con sectores, pensamos muy distinto. Ahora estamos en una etapa enteramente informativa y aun así es muy confrontativa. Y conforme avanza la negociación también. El reto es la creatividad. Encontrar términos medios que sean aceptables para las partes y que sean mutuamente beneficiosos.
¿Por qué no se transmiten en vivo y por Canal 13 las negociaciones? ¿Por qué existe un “cuarto adjunto” donde están organizaciones de la sociedad civil para ser informadas por voceros oficiales y no escuchan las discusiones directamente?
-Porque mucho de lo que ocurre casi no se presta para eso.
Ministro, esa no es una buena razón.
-Bueno, déjeme terminar de plantearla y después me dice si es buena. La dinámica es una en la cual intercambiamos documentos, cada quien vuelve donde su jefe y discute las propuestas. En algunos casos volvemos a los sectores de la sociedad y les consultamos sobre alguna nueva propuesta. La gente se imagina que esto es mucho más un partido de ping-pong de lo que es.
Además, estamos claros de que una de las cosas que debemos evitar es la privatización de esto. Debemos velar por el balance nacional en estos temas y evitar que se le delegue esto al sector privado, lo cual es un vicio muy latinoamericano. Y llegar a un acuerdo nacionalmente balanceado.
Pero, si se transmitieran las negociaciones por televisión se evitaría mucho más lo que usted llama la “privatización” del proceso. Por ejemplo, se podrían sacar a la discusión abierta los temas que más le preocupan nacionalmente a la gente, como, por ejemplo, las telecomunicaciones o la agricultura.
– Eso no solo se podría hacer sino que se debe y se va a hacer. Conforme avanzamos en los temas, obviamente el objetivo es generar debates sobre los temas. Algunos temas no permiten mucha discusión, porque nuestra posición es muy férrea, temas sobre los cuales el Presidente se ha pronunciado en campaña, por ejemplo, o en su discurso de toma de posesión. Para nosotros esos son un mandamiento. No vamos a contradecirlo. Hay otros temas sobre los cuales no hay tanto pleito.
¿EE.UU simplemente tendrá que aceptar que no se rompa el monopolio público de las telecomunicaciones?
– Ellos tienen que aceptar una cosa muy simple: para ser una realidad, este tratado necesita tener la firma de los seis gobiernos participantes y la aprobación de los seis congresos. Y este Gobierno está muy claro de eso y este Congreso todavía más. Entonces, lo que tenemos todos que hacer es embebernos de la realidad del otro.
Hay preocupación por las implicaciones que puede tener, para la agricultura y la salud pública, que se adopten normas sobre patentes y derechos de propiedad intelectual en beneficio de grandes transnacionales. Vea lo que sucedió con los medicamentos genéricos contra el SIDA en Sudáfrica y Brasil. ¿Qué pasaría con los genéricos que proporciona la CCSS?
-Es un tema importante en el cual posiblemente vamos a tener muchos enfrentamientos. Lo que se busca con este capítulo es que cada parte sepa que el resultado de su investigación, creatividad o trabajo intelectual, es protegido en los demás países. Por ejemplo, ellos no podrán patentar una semilla que ya existe, sino una nueva variedad que hayan desarrollado en su laboratorio. No pueden patentar un conocimiento previo existente. Las reglas están claramente delimitadas.
En el caso de los medicamentos contra el SIDA y de la provisión de la CCSS, hemos insistido en la Organización Mundial de Comercio, que para los temas que están vinculados con la salud, es necesario crear mecanismos alternativos para los países en desarrollo. Obviamente tenemos una gran oposición de intereses entre ellos y nosotros en este tema, de allí que surgirá una discusión muy intensa. Pero también hay un cierto interés común, como es reconocer que esos temas delicados para la salud son importantes y especiales para nosotros.
Hay dos cosas que son ciertas. El usuario y el posible copiador de propiedad intelectual tienen ciertos derechos, y cuando somos países pobres, tenemos ciertas necesidades que presionan nuestros derechos. Por otro lado, el creador de la propiedad intelectual tiene un cierto derecho a protegerla. En cómo buscar el balance entre ambas cosas está el reto en este tema.
¿No teme que este TLC afecte negativamente a una parte de la población costarricense?
– Tengo plena conciencia de la responsabilidad que tenemos todos los ticos que trabajamos en esto. Si no lográramos hacer bien nuestra labor, estaríamos dejando sobre la mesa oportunidades que podríamos capturar, o dejaríamos subatendidas sensibilidades que es nuestra obligación atender.
También tengo claro –y deben tenerlo claro del otro lado- que todavía no hemos firmado nada. Estamos empezando a buscar un acuerdo. Si el proceso nos lleva a un acuerdo positivo, habrá una firma, habrá una discusión nacional sobre ratificarlo y ese debate podrá generar una aprobación o una improbación. Si el proceso no llega a algo que sea positivo en un balance, esto significa que debe seguir hasta llegar a algo así o eventualmente concluir en que abortó. Pero lo que quisiéramos es llevarlo a un buen término. Uno entra a esto sabiendo que es un camino.
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