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Atrápame si puedes

Un caso real interesantísimo, un guión ingenioso que dosifica con acierto la información; un realizador, el bueno de Steven Spielberg, que dirige con maestría una magnífica orquesta de recursos: «Catch Me If You Can» es una película brillante, deliciosa, que se disfruta con gusto y dice más de lo que parece.

Un caso real interesantísimo, un guión ingenioso que dosifica con acierto la información; un realizador, el bueno de Steven Spielberg, que dirige con maestría una magnífica orquesta de recursos: «Catch Me If You Can» es una película brillante, deliciosa, que se disfruta con gusto y dice más de lo que parece.
El protagonista, Leonardo di Caprio (Frank), casi reducido a producto comercial luego del éxito de «Titanic», mostró, sin embargo, verdaderas cualidades de actor previo a esa obra, en filmes de mayor garra como «Los diarios del basketball» y «Marvin’s Room». Su casting es idóneo. Transmite con propiedad el magnetismo y la inocencia, el aplomo y la audacia del personaje, un adolescente genial presionado por los conflictos familiares, por la crisis financiera y por la falta de legítimas oportunidades.
Como su antagonista, el experto Tom Hanks hace de nuevo, con su apariencia corriente, un depurado trabajo de interpretación como el detective que lo persigue y con el que Frank establece una ambigua relación filial. El análisis psicológico, sin ribetes morbosos, no deja de ser sagaz, con la necesidad de afecto en el corazón del drama.
De Spielberg se tiende a subrayar los resultados financieros más que otra cosa. Pero, al igual que Lucas, su aporte técnico al sétimo arte es excepcional. Como Coppola, su continuo apoyo a otros creadores trasciende la generosidad. Y su obra, subestimada, combina la notable capacidad de cautivar al público con la expresión coherente de una visión del mundo optimista, bonachona, y muy «americana».
Lo que Hitchcock hizo con el cine de terror, diciéndonos que el mundo en que nos plantamos no es fiable y en cualquier momento se derrumba, lo hace Spielberg, con su cine familiar, y un ideario diverso. Él subraya menos la maldad (incluso en «La lista Schindler»), la que, a su manera, también muestra estilizada, y hace énfasis en la fuerza individual, en el mérito del ingenio y el trabajo; en la esperanza. No por casualidad en su pasado nacional palpita Walt Whitman, el poeta del vigor y la belleza.
Su obra no es superficial, como se cree, por no ser pretenciosa ni tan intelectual.
En el filme que se estrena hoy, combina muy bien drama y humor, mantiene un ritmo ágil y sorprende con giros atractivos. La fotografía, funcional y esmerada logra atmósferas precisas y los gestos y rostros necesarios para dar sustancia a la historia. Implícita está la crítica a una sociedad que arrincona y convierte en delincuentes a las víctimas de sus injusticias. Por supuesto, el final ha de ser feliz, esa es su ideología. Meritoria es la renuncia a la violencia, el erotismo discreto, su desprecio a la vulgaridad; y la capacidad de seducirnos con sentimientos amables, un relato formidable y una moral bondadosa; además, de la admirable calidad formal. Cercano en ideas al laureado «Good Will Hunting», este trabajo lo veo superior.

  • Gabriel González Vega 
  • Cultura
Violence
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