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Países pequeños como Costa Rica tienen interés en que el programa espacial estadounidense pueda superar la tragedia del Columbia y seguir adelante.
A raíz de la explosión del Columbia, algunos especialistas cuestionan la utilidad de que el ser humano viaje al espacio y plantean la exploración robótica como una alternativa más segura y económica.
La misteriosa explosión del transbordador espacial «Columbia», cuando hacía su reingreso a la atmósfera terrestre el pasado 1 de febrero, es la tercera tragedia significativa para el programa espacial estadounidense, el cual ha quedado suspendido hasta nuevo aviso, lo que pone en riesgo la construcción de la estación espacial internacional Alpha y el desarrollo de experimentos científicos.
Según el catedrático de la Escuela de Física de la Universidad de Costa Rica y coordinador de la parte de ciencia básica de la Conferencia Interamericana de Ciencias Espaciales, máster Neville Clark Binns, el primer efecto negativo de la suspensión de las actividades de los transbordadores espaciales, será un retraso en el proyecto internacional de la estación espacial.
Esto se debe a que las naves norteamericanas son las únicas capaces de llevar al espacio las partes y módulos más grandes que componen este ingenio.
«La agencia espacial rusa, que anunció mantendrá sus vuelos a la estación durante un año a la espera de lo que decida la administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés), sólo puede transportar, con sus naves Soyuz y Progress, personal y suministros básicos; pero no puede hacerse cargo de poner en órbita los componentes grandes que faltan», comentó.
Esto provocará serios retrasos en el cronograma de la estación orbital. Para Clark, vale la pena recordar que, luego de la tragedia del transbordador Challenger, — ocurrida durante su despegue en 1986 –, la NASA suspendió los vuelos tripulados por más de tres años.
«En esta oportunidad, no se sabe cuánto va a durar la suspensión. Pueden ser meses o incluso años. Esto quiere decir que, sencillamente, se detiene la construcción de la estación Alpha, en donde, hasta ahora, diversos países llevan a cabo experimentos», explicó.
El especialista no descartó que ello pueda significar una reducción significativa en la vida útil del ingenio orbital, lo cual tendría un costo enorme a escala económica, no sólo para los gobiernos involucrados en el proyecto, sino también para varias empresas, — muchas del campo farmacéutico –, que se sirven del ambiente de ingravidez del espacio para elaborar nuevos tipos de medicamentos y otros compuestos.
El accidente del Columbia es, después de los desastres del Challenger y el Apolo 1, un nuevo factor que reaviva la polémica sobre la necesidad de hacer viajes tripulados al espacio.
El fin de la carrera espacial con la extinta Unión Soviética, supuso un recorte en los gastos de la NASA. Los transbordadores espaciales son naves casi obsoletas construidas con tecnología de hace treinta años.
El desarrollo de otros Vehículos Reutilizables de Lanzamiento (RLV), como el X-33 o el europeo «Hermes», quedaron en su fase de planeamiento debido a la falta de fondos.
«El programa espacial dejó de ser prioridad desde que finalizó la Guerra Fría y, actualmente, se centra únicamente en la construcción de la estación espacial internacional, que se ha convertido en la razón de ser de los transbordadores», aseveró.
En los últimos años, prosiguió, sólo dos o tres vuelos tripulados no han tenido que ver con el desarrollo del ingenio orbital.
La otra prioridad de la NASA, indicó el catedrático, han sido los vuelos no tripulados, en los cuales también se cuentan sonados fracasos como el de la sonda enviada a los polos de Marte, la «Mars Polar Lander».
«Los problemas en estas naves han sido tan elementales que han llevado a cuestionar muchas cosas. Por ejemplo, uno de los obstáculos de una sonda perdida era que parte de sus sistemas trabajaban utilizando el sistema métrico decimal y otra parte el sistema anglosajón de medidas».
Al parecer, esta cadena de dificultades se debe al recorte de gastos de la Casa Blanca en la ciencia relacionada a usos pacíficos. Vale la pena recordar, como lo demuestra el renovado arsenal estadounidense, que no ha sucedido lo mismo en el ámbito militar.
«Las misiones espaciales de índole militar no se comentan. Nadie sabe cuántos y qué tipo de satélites están en órbita ni su utilidad para las fuerzas armadas. De igual modo, tampoco se sabe cuánto se gasta en esto», subrayó.
El cese de misiones tripuladas reforzará, sin duda, las tesis de aquellos que cuestionan la utilidad de que el hombre viaje al espacio y plantean la exploración robótica como una alternativa más segura y económica.
«El desastre del Columbia podría cambiar el énfasis de la exploración humana del universo hacia el uso de naves robots teledirigidas», manifestó.
Sin embargo, el especialista no cree que la estación espacial quede a la deriva a partir de ahora. «Allí se desarrollan muchas investigaciones de tipo especulativo; pero que podrían generar enormes dividendos para las industrias que las llevan a cabo».
Al margen de especulaciones que no conducen a ninguna parte, a Clark le llamó la atención que, de los siete astronautas que perecieron en le explosión del Columbia, seis ostentaban grados militares, incluido el Comandante de la Fuerza Aérea Israelí, Ilán Ramón.
«Sólo había una civil, la científica de la India, por lo que el vuelo parecía tener características militares. Hasta ahora, ningún medio de comunicación se ha planteado el por qué de esta situación», recalcó.
Sin embargo, el científico descartó que esta predominancia de militares en la misión del transbordador tuviese algo que ver con su explosión.
El físico puso de manifiesto su esperanza en que la pausa en los vuelos espaciales sea lo más breve posible, ya que, incluso países pequeños como Costa Rica, tienen intereses en los experimentos que se efectúan en la estación espacial Alpha.
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