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Las políticas neoliberales aplicadas en Costa Rica y la región desde hace 20 años, son el mejor «caldo de cultivo» para la violencia, incluidos los asesinatos en los últimos meses de varios indigentes en el Área Metropolitana de San José. Los más pobres son los más vulnerables en un sistema económico que reparte desigualdad, afirmaron varios especialistas consultados por UNIVERSIDAD.
El asesinato de casi una decena de indigentes en los últimos meses, lejos de confirmar una versión periodística de que hay un «matapobres», revela que ellos son la parte más vulnerable de una sociedad que tiende a volverse cada día más violenta, al calor de un modelo de desarrollo neoliberal que promueve la desigualdad socioeconómica.
Con economías globalizadas como a las que apuntan la mayoría de países del mundo, se vislumbra un panorama social nada alentador, en el que la pobreza y las distintas expresiones de la violencia son ingredientes cotidianos, según profesionales consultados por UNIVERSIDAD.
Para el psicólogo clínico del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), Raymond Valverde Rojas, hay una vinculación directa entre el modelo de desarrollo del país y el fenómeno de la violencia: «las personas quieren tener más y no importa cómo; es el éxito sin moral, sin importar el cómo».
¿Y por qué asesinan a indigentes, si ellos prácticamente no tienen nada material de valor?, se preguntarán algunos.
De acuerdo con Elías Carranza, director del Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente (ILANUD), los indigentes son una población en riesgo en cualquier parte del mundo.
Este grupo presenta una «alta incidencia de victimización en asesinatos y otros tipos de delitos», puntualizó el experto.
Lo anterior explicaría por qué son frecuentes las muertes de indigentes en el Área Metropolitana de San José, en donde -además- según un oficial del OIJ, dichas personas en su mayoría tienen algún tipo de adicción a drogas y se involucran en su trasiego.
El investigador policial negó que hubiera algún asesino en serie de indigentes y explicó que en muchos casos ellos consumen «piedra» («crack») y son utilizados por los traficantes como «burros» para transportar drogas. En algunas ocasiones se quedan con la droga o el dinero y por eso los matan.
El funcionario del OIJ afirmó que en cinco o seis de las muertes que han indagado, existían estas características. Todos ocurrieron en sitios diferentes y sin un común denominador que los relacione desde un punto de vista criminológico.
Otras versiones periodísticas han insinuado la posibilidad de una especie de «limpieza» de indigentes, al estilo de los grupos que han operado en otras naciones. Empero, esto es descartado por el OIJ tras alegar que no existe ningún indicio de ello.
Dada la vulnerabilidad que presentan los indigentes del Área Metropolitana, desde 1998 fue creada una «Comisión Mixta de Atención Integral del cantón Central de San José», explicaron las trabajadoras sociales Rita Bedoya y Norma Jaubert, del Instituto Mixto de Ayuda Social -IMAS- (ver recuadro «Indigentes viven de la caridad»).
Aunque no hay cifras exactas acerca del número de ellos, se calcula que solo en el Área Metropolitana hay más de mil. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en 1999 el índice de indigencia era de 7.8% en Costa Rica y se proyectaba que para 2001 fuera de 8.3% (332.000).
¿MODELO PERVERSO?
En cuanto al modelo actual de desarrollo del país y su importancia como generador de violencia en la población, parece no haber discrepancia en torno a su responsabilidad. El modelo nacional no difiere en gran medida del que se sigue en el resto de naciones latinoamericanas y por eso las tendencias son las mismas para el subcontinente.
«Estamos en presencia de un sistema social y económico que distribuye inequidad. Eso trae consecuencias negativas en el campo de la salud, de la educación, laboral y de la seguridad ciudadana en toda la región», aseguró el director del ILANUD, Elías Carranza.
«No puedo asegurar que la inequidad sea el principal factor que dispara la violencia, pero sí es un marco que condiciona en gran medida», aclaró.
Carranza recordó que desde la década de los 80 –cuando se comenzaron a aplicar las políticas neoliberales– hasta la actualidad, hay un aumento general de los delitos y del grado de violencia de estos.
Sostuvo que la globalización hasta ahora lo que ha distribuido es desigualdad en los países y puso como ejemplo los últimos datos del informe del Banco Mundial, en el cual se consigna que la relación en la brecha de la equidad entre los países de altos ingresos y la de los bajos, pasó de 17/1 a 37/1.
Con el criterio de Carranza coincide el psicólogo del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Costa Rica (UCR), Marco Founier, quien considera que un modelo de desarrollo no solo sirve para administrar un Estado, sino que es también una filosofía de vida que repercute en la vida cotidiana de las personas.
El psicólogo no descartó que en los asesinatos de indigentes estén involucrados grupos de radicales en una labor de «limpieza».
Su opinión la sustentó en que en tiempos de crisis económica como la que experimentan muchos costarricenses, se desarrollan entre la población tendencias muy fuertes de autoritarismo y violencia. Estas personas se caracterizan por rechazar todo lo diferente, y de allí surgen «limpiezas» no solo de indigentes, sino también de homosexuales, simpatizantes políticos de la izquierda y delincuentes.
«Hace como tres años me reuní con un grupo en un prestigioso club social, y algunos de los participantes –con alta condición educativa y económica– me plantearon la idea de comenzar a matar delincuentes. Lo preocupante es que comiencen a generalizarse estas acciones «, advirtió.
Fournier, quien ha realizado investigaciones sobre el fenómeno de la violencia en varios países, mostró preocupación porque esta tendencia puede generar excesos entre los ciudadanos, como cuando se unen para protegerse de los delincuentes comunes y más bien convierten en víctima a alguien.Esta tendencia en Costa Rica es baja, si se le compara con países como Brasil, Colombia o Guatemala, puntualizó.
Para el investigador, el autoritarismo se refuerza en condiciones de incertidumbre y decepción del sistema institucional democrático, lo cual lleva a las personas a romper con él y a buscar otro tipo de soluciones. En esta búsqueda están dispuestas a someterse a figuras que representan seguridad para ellas, sin importar el costo; esto implica que prefieran la seguridad a la libertad. No extraña entonces que en algunas encuestas uno de cada cuatro costarricenses haya expresado estar dispuesto a aceptar un dictador, agregó.
Fournier también citó como expresión de autoritarismo, la actitud del mandatario estadounidense G.W. Bush. «Allí tenemos al presidente del principal país del mundo, insistiendo para que lo dejen actuar de manera autoritaria en el campo internacional», criticó.
En el ámbito nacional, puso como ejemplo de este síndrome el odio hacia los nicaragüenses, la disposición a violentar el aparato jurídico, tomar la justicia en sus manos y otras.
Por otro lado, indicó que la lógica neoliberal tiende a promover el individualismo, la competencia como fórmula para triunfar en lo personal y el consumismo.
Cuestionó que la humanidad haya aceptado el cuento de que la felicidad está en el consumo. «De pronto las personas están persiguiendo fines que nunca las llevan a la felicidad, sino todo lo contrario, ya que implica hacerse más individualistas, agresivas y estresadas, lo cual las aleja de valores como la amistad, el amor, la naturaleza…y todo esto es gratis».
CONSUMO…LUEGO EXISTO
La opinión del psicólogo clínico del OIJ, Raymond Valverde, es similar a la de Fournier, al considerar que la sociedad imperante en países como Costa Rica, se rige por el principio de «consumo, luego existo; entonces uno vale por lo que tiene».
De esta manera se refirió a los valores que tienen los grupos para cohesionarse socialmente y que en alguna medida determinan la violencia que se dé.
Al ahondar sobre el tema, expuso que si la cohesión de una sociedad se da mediante valores espirituales, estos servirán para que los individuos se sientan identificados unos con otros y así habrá menos agresión, y viceversa.
Mientras tanto -añadió-, en el fenómeno del consumo lo que no sirve lo boto, y esto ha llevado a una tendencia en la cual las relaciones humanas han sido cosificadas. Se deja de lado la afectividad y entonces es más fácil actuar con violencia, y sin sentimiento de culpa.
La sociedad ha ido legitimando la violencia en sus distintas formas de expresión: pobreza, injusticia, maltrato. Vemos que la manera que utilizan los gobernantes para resolver los conflictos en el mundo es –por ejemplo– bombardear a Irak y matar personas, sin importar si hay niños, se lamentó Valverde.
«Creo que, para bien o para mal, la globalización es un fenómeno del que no podemos escapar. Trae cosas positivas y también montones de lacras, y siento que Costa Rica tiene además elementos como muy poca solidaridad, quizás por no haber tenido grandes crisis que hayan marcado históricamente la necesidad de un acercamiento social. El tico es muy individualista y carece de conciencia social», aseveró.
Valverde piensa que la globalización puede traer más riqueza; pero si no hay un sistema que la distribuya equitativamente no habrá cambios, y se seguirá con una sociedad de consumo.
¿QUÉ HACER?
Respecto a cómo reducir la violencia en el país, el Director del ILANUD -Carranza- comentó que Costa Rica tiene un modelo de economía de mercado con instituciones muy propias, que han funcionado adecuadamente, que han hecho que se distinga en la región, y por eso debe seguir impulsando mucha política social.
«Se ha creado una sociedad bastante equilibrada que es preciso preservar. Me preocupo cuando veo que hay gente que quiere cambiar todo. Basta mirar a los países vecinos que no tienen un modelo similar, para saber qué es lo mejor; no lo alteraría en lo absoluto».
«Deshacerse de las instituciones del Estado me da pánico, porque hay que ver la situación en que se encuentran los países que no tienen un seguro social como el costarricense, un Instituto Costarricense de Electricidad, el sistema educativo. Si el Estado dejara de tener el rol importante que tiene en todas estas materias, Costa Rica no hubiera sido lo que es», sentenció Carranza.
Pero el psicólogo Valverde no pierde la esperanza de que la sociedad costarricense cambie y entre en un proceso de toma de conciencia. Es imprescindible una alfabetización social, un impulso a la equidad, pues de lo contrario las brechas se van a acentuar y con ello la violencia, vaticinó
La trabajadora social del IMAS, Norma Jaubert, también pidió más solidaridad por parte de la población y mayor voluntad política para las autoridades que gobiernan.
LA VIOLENCIA CRECE, PERO…
Si bien la violencia tiende a crecer en Costa Rica, la sensación de inseguridad y el temor son mayores entre la población debido a que los medios de comunicación magnifican los hechos, opinan especialistas consultados por este Semanario.
«En muchos casos, la inseguridad está totalmente inflada, pues en Costa Rica la máxima victimización es por asalto y este apenas representa un 8%, mientras que el 80% de las personas se siente inseguro. En esto la prensa juega un papel muy importante, aseguró el investigador de la UCR, Marco Fournier.
En su criterio, en los medios de comunicación «hay una extrema concentración en noticias de sucesos, con lo cual la gente se siente mucho más insegura de lo que realmente está. Eso no hace más que alimentar la situación de incertidumbre, que a su vez alimenta el autoritarismo y las personas actúan en forma violenta».
Los homicidios aquí casi no han subido, a pesar de que la población piense lo contrario. La tasa anda en cerca de 6 por cada 100.000 habitantes, mientras que en zonas industriales de Estados Unidos es de 350 y en Medellín es de 455, argumentó.
Datos preliminares del OIJ, de enero a octubre de 2002 indican que hubo 211 homicidios, de los cuales 68 correspondieron a San José.
Una opinión parecida respecto a los medios expresó el psicólogo del OIJ, Raymond Valverde, quien sostiene que la violencia se conoce más rápido gracias a ellos y además contribuyen a magnificarla.
«Esto -agregó- hace que en San José las personas vivan con un pánico que no experimentan los habitantes de ciudades con un mayor grado de violencia. También, podría ocurrir que por ser Costa Rica tan tranquila, cualquier hecho delictivo repercute más sobre la población».
De acuerdo con el documento «La delictividad urbana en la ciudad de San José: 1990-2000» -de los investigadores de la UCR, Guillermo Carvajal y Libia Alfaro, cerca de un 25% de personas encuestadas dijeron sentir inseguridad en sus propias casas.
INDIGENTES VIVEN DE LA CARIDAD
«Quizá lo que sí representa una particularidad de esta área geográfica («zona roja» de San José), es el estigma que la rodea como una zona extremadamente violenta y peligrosa, lo cual posterior a mi experiencia, me parece que responde al amarillismo de los medios de comunicación colectiva, que fortalece la exclusión de las personas en condición de indigencia».
Esta es una de las apreciaciones que la trabajadora social Carolina Rojas Madrigal incorporó a su tesis de licenciatura en la Universidad de Costa Rica, denominada «Rostros de la indigencia» y presentada en diciembre del 2001.
De acuerdo con su investigación, los indigentes de la «zona roja» metropolitana explicaron que su situación de indigencia se originó en una mezcla de problemas personales (muerte de familiares, líos amorosos) con el consumo de drogas y alcohol.
Respecto a las condiciones que requieren para rehabilitarse, los indigentes mencionaron sitios donde tengan comida, ropa, baños, y especialmente encontrar comprensión, cariño y aprecio por parte de las personas que les den tratamiento.
En este sentido, Rita Bedoya y Norma Jaubert trabajadoras sociales del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), explicaron a UNIVERSIDAD que a instancias de la Defensoría de los Habitantes, desde 1998 se creó la «Comisión Mixta de Atención Integral del cantón Central de San José».
En ella participan el Ministerio de Salud, la Municipalidad de San José –coordinadora–, el Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA), el IMAS y Organizaciones No Gubernamentales (ONG).
Bedoya y Jaubert detallaron que el IMAS no trabaja directamente con los indigentes, sino que facilita fondos para las ONG que trabajan directamente con ellos.
Acerca de la mencionada comisión interinstitucional, dijeron que realizaron un diagnóstico con la población indigente, el cual sirvió para sensibilizar al personal de las instituciones y visibilizar un grupo que estaba oculto para muchos.
Muchos de los indigentes -revelaron- no se atreven a solicitar un servicio y por eso se hace un esfuerzo por llevárselos. La Clínica Clorito Picado ha tenido una participación destacada mediante atención médica para ellos, puntualizaron.
Las funcionarias del IMAS lamentaron que muchos ciudadanos quisieran que los indigentes desaparecieran de las calles josefinas, pero ellos también son costarricenses que están esperando una nueva oportunidad para rehacer sus vidas.
Una de las principales dificultades y frustraciones que enfrentan las organizaciones que buscan rehabilitarlos, es que luego de lograr recuperarlos (un 25% de los indigentes alcanza su rehabilitación) no pueden insertarlos en el mercado laboral debido al estigma que queda sobre ellos, y entonces algunos vuelven a caer en la indigencia.
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