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Cultivos transgénicos: ¿oportunidades para los países en desarrollo?

La ingeniería genética y las técnicas de transformación genética, permiten desarrollar cultivos resistentes a enfermedades virales y a otros patógenos y plagas (bacterias, hongos, nemátodos, lepidópteros, etc.), en mucho menor tiempo que el requerido por métodos convencionales de mejoramiento genético.

La ingeniería genética y las técnicas de transformación genética, permiten desarrollar cultivos resistentes a enfermedades virales y a otros patógenos y plagas (bacterias, hongos, nemátodos, lepidópteros, etc.), en mucho menor tiempo que el requerido por métodos convencionales de mejoramiento genético.
Numerosos estudios han demostrado que la producción de plantas transgénicas es además una opción adecuada para el ambiente, porque reduce el uso de agroquímicos que se utilizan para el control de malezas y de insectos transmisores de enfermedades virales.
En 1999 se sembraron 28.7 millones de hectáreas en los Estados Unidos. Esta cantidad aumentó a 30.3 millones de hectáreas en el año 2000 y a 35.7 millones de hectáreas en el 2001. De acuerdo con el Departamento de Agricultura de ese país, la principal razón argumentada por los agricultores para el uso de estos materiales, es el incremento de la productividad a través del control de las plagas, además de la disminución en el uso de pesticidas. Las estadísticas del Servicio Internacional para Adquisiciones Biotecnológicas (ISAAA), indican que el número de hectáreas sembradas con cultivos transgénicos a nivel mundial, ha aumentado de dos millones en 1996 a 52.6 millones en el 2001, en 13 países, por cerca de cinco millones de agricultores, especialmente en los Estados Unidos, Canadá, Argentina y  China Continental. En India en el 2002, se aprobó la siembra a nivel comercial de 45 mil hectáreas de algodón resistente a lepidópteros.  Más recientemente, Colombia aprobó la siembra comercial de flores transgénicas  para exportación.

Los cultivos biotecnológicos que se siembran actualmente a nivel comercial en varios países del mundo (canola, maíz, soya, algodón, etc.), tienen enormes beneficios tanto para el ambiente como para la salud humana. Contribuyen a una agricultura sostenible, al incrementar la producción de alimentos sin ampliar la frontera agrícola y al reducir la utilización de insumos agrícolas y plaguicidas.
La principal conclusión de un informe sobre los resultados de 81 proyectos de investigación, realizados en la Unión Europea, durante los últimos 15 años, señala que los cultivos y alimentos transgénicos «no representan riesgos significativos para la salud ni para el medio ambiente, distintos de los esperados con productos de la agricultura tradicional».  No obstante, hay aún temor por parte de los consumidores, en relación con la inocuidad de estos productos, especialmente en los países europeos, y en menor grado en los países latinoamericanos, debido a la falta de divulgación de información científica sobre el tema, y  en menor grado por el mal uso de la información con una finalidad de tipo político o de proteccionismo comercial.
El uso de los cultivos transgénicos en la agricultura ha sido objeto de numerosos debates a nivel internacional, lamentablemente, en muchos de los países, con una óptica estrictamente negativa, sin considerar las grandes oportunidades que pueden brindar a las naciones en desarrollo, en términos de necesidad de alimentos, reducción en el uso de plaguicidas, abaratamiento de costos de producción, conservación de los bosques tropicales y recursos de la biodiversidad, generación de nuevos productos con características de alto valor agregado (mejor calidad nutricional, resistencia o tolerancia a plagas y patógenos, retardo en la maduración de frutos), etc. Si se consideran los graves problemas que aquejan a la mayoría de  países en desarrollo tales como desnutrición, pobreza, enfermedades, etc., los debates relacionados con la biotecnología y sus aplicaciones, tan en boga en los países desarrollados, podrían ser considerados irrelevantes para los países en desarrollo. Efectivamente, las preocupaciones y  dilemas en aquellos países, en relación con la biotecnología,  no son válidos para nuestros países, ya que no responden a sus realidades ni a sus verdaderas problemáticas. En ese sentido, los países en desarrollo deben plantear sus propias necesidades y aprovechar las tecnologías modernas para resolverlas y así mejorar las condiciones de vida de sus pueblos.
Desde un punto de vista comercial, las empresas biotecnológicas transnacionales no tienen interés en resolver las problemas agrícolas del mundo en desarrollo, por lo que los Estados y  sus instituciones  de investigación pública (universidades, centros de Investigación, etc.) son los llamados  a investigar y resolver los problemas agropecuarios propios de sus países, solicitando apoyo de la colaboración científica internacional y  de las organizaciones y  fundaciones públicas internacionales.
El Foro Global de Conocimiento Económico de la OCDE: «Biotecnología Agrícola Moderna en los Países en Desarrollo», realizado en París los días 18 y 19 de noviembre de 2002, reunió a delegados de los países miembros de la OCDE y a expertos provenientes de 14 países en desarrollo (incluido Costa Rica),  con el objetivo de examinar y discutir  las dimensiones políticas y económicas de la biotecnología agrícola moderna en las economías emergentes. Entre las principales conclusiones de este foro resaltan que los países con rápido crecimiento poblacional como China Continental, India y África del Sur señalaron como prioritaria la necesidad de mejorar la productividad agrícola para poder alimentar a sus crecientes poblaciones.
Por otro lado, los países con menor crecimiento poblacional como Costa Rica, le dieron prioridad a sus políticas de conservación de la biodiversidad y de establecimiento de políticas definidas de bioseguridad y de propiedad intelectual.
En Costa Rica, la investigación pública ha generado varios proyectos de investigación para la producción de cultivos transgénicos de importancia para el país. Esta se inició en 1990 cuando el Programa de Biotecnología del Arroz del Centro de Investigación en Biología Celular y Molecular (CIBCM) de la Universidad de Costa Rica, comenzó las investigaciones para el desarrollo de arroz transgénico resistente al virus de la Hoja Blanca del Arroz, virus que ocasiona grandes pérdidas económicas en los países latinoamericanos donde el virus está ampliamente distribuido. Otros proyectos incluyen la producción de maíz transgénico resistente al virus del Rayado Fino del Maíz, desarrollado por el CIBCM y la Escuela de Biología, de la UCR, y la generación de plátano y banano resistentes a la Sigatoka Negra, por el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE).

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