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En el nombre de la revolución bolivariana

«Algún día se abrirán  las alamedas por donde transitarán  los hombres libres»…

«Algún día se abrirán  las alamedas por donde transitarán  los hombres libres»…
Salvador Allende….y las mujeres también, diría hoy el mismo autor.

Esas alamedas que tantos seres humanos deseamos se abran hoy en el mundo, son las mismas que, a paso  lento, y bajo el ataque frontal de anquilosados  sectores de poder, buscan consolidarse en la sociedad venezolana.  El gobierno de Hugo Chávez Frías, actual presidente de la República Bolivariana de Venezuela, ha iniciado un proceso de purificación de la política, del poder y de la dignidad de la inmensa mayoría de su población. El pueblo venezolano, sumido durante toda su historia en la miseria y el abandono, percibe con satisfacción una luz al final del túnel que quiere iluminarle y devolverle su condición de ser humano y de persona. Condición que le ha  sido negada por los intereses egoístas y acumuladores de una sociedad capitalista comandada por los que hoy abanderan y organizan la oposición al presidente Chávez. Oposición que desvergonzadamente se hace llamar «Coordinadora Democrática». Dicha oposición, la componen las directivas sindicales y empresariales (FEDECAMARAS y La Central de Trabajadores de Venezuela), los grandes medios de comunicación, organizaciones civiles (muchas de ellas, al igual que algunos sindicatos y sus dirigentes, acostumbradas a usufructuar de las necesidades de la población); no necesitamos aquí mencionar a la Embajada Norteamericana y a la Conferencia Episcopal Venezolana, las cuales siempre han estado atentas y mancomunadas para frenar cualquier proyecto popular y humanizador que consideren una amenaza contra sus intereses de clase.
La oposición venezolana, que sin ningún escrúpulo ni vergüenza llevó al colapso en dos meses de huelga a la economía, escondida bajo los mismos argumentos del Tío Sam, de supuesta defensa de la democracia, la libertad y los derechos humanos, arremete contra quien desea desinfectar a un sistema económico putrefacto que durante muchos decenios succionó una de las mayores fuentes de riqueza del continente latinoamericano.  Quiénes no recuerdan los gobiernos derrochadores de la derecha, entre ellos  el corrupto de Carlos Andrés Pérez; gobiernos que durante sus administraciones despilfarraron el dinero y beneficiaron a los grandes empresarios. Ahora, cuando el carro de la historia se dirige por la senda de la justicia, los sectores de poder y los falsos defensores del pueblo (sindicatos blancos) se desenmascaran, se dan la mano y arremeten con violencia contra los sectores más pobres de la población, los cuales son la razón de ser y el fin último de la Revolución Bolivariana.  No se puede esperar otra reacción de quienes han estado acostumbrados a ver en el Estado su principal instrumento de acumulación.  Lo mismo hicieron con Salvador Allende y la Revolución Chilena; cuando un gobierno asume el compromiso con los más necesitados e intenta darle a la democracia y al gobierno su verdadera función, que consiste en la distribución equitativa de la riqueza, entonces  se unen las «hienas», las  «alimañas», los «escorpiones», las «pirañas» y, con el perdón de los animales, se dedican a la defensa de sus desvergonzados intereses. La lucha que libra hoy el pueblo y el gobierno venezolanos se aclara y dignifica con dos frases históricas fundamentales:  «Por sus frutos los conoceréis». Sólo meditemos quiénes son los  que enarbolan la bandera de la oposición hoy en Venezuela y de qué lado han estado; son los que siempre han sostenido a la «sartén por el mango»: la clase política y económicamente poderosa, dueños de los grandes medios de comunicación.  La otra frase dice: «Dime con quién andas y te diré quién eres»; los sectores más desposeídos son los que han dado el apoyo al presidente Chávez. Aquellos que durante décadas esperaron con paciencia «que la copa se derramara», pero que al ver que la copa se hacía más grande y nunca se desbordaba entonces optaron por la comida, la salud, la vivienda, la educación, el trabajo, la honradez y la dignidad. Opción que hoy por hoy han decidido adoptar también los pueblos de Brasil, Ecuador, Bolivia, y opción que está en la mente de millones de latinoamericanos en muchos otros países.  Los venezolanos se dieron cuenta de que «otra vida y otra sociedad también es posible»; lo único que hacía falta era decidirse y dar espacio a la conciencia y a la dignidad.
La Revolución Bolivariana asumió la «opción por los pobres»; he ahí la cantidad de enemigos que ha tenido que enfrentarr.  La salida victoriosa de una huelga antipatriótica, que puso en peligro la vida de miles de niños y ancianos, demuestra que Hugo Chávez va por buen camino. Cuando los sectores de poder ladran, es señal de que están perdiendo sus gollerías y sus privilegios autoimpuestos por su propio poder político. El inicio del tercer milenio debe traer esperanza a los pueblos del mundo. Debemos seguir luchando por abrir esas alamedas que el egoísmo del gran capital intenta, cada día con más saña, cerrar a las mujeres y los hombres del mundo. Por eso, en un mundo convulsionado por la guerra, en donde el petróleo tiene más valor que la sangre, es un deber brindar por la dignidad. ¡Salud Hugo Chávez¡

* Encargado Cátedra de Filosofía de la UNED, Profesor UCR

  • Asdrúbal Marín Murillo
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