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El siguiente es el texto de la carta de renuncia de John Brady Kiesling, embajador de EE. UU. en Grecia, al Secretario de Estado Colin L. Powell. El señor Kiesling es un diplomático de carrera que ha servido en las embajadas de Estados Unidos de Tel Aviv, Casablanca y Yerevan.
John Brady Kiesling, embajador de EE.UU. en Grecia. (Tomado del Wall Street Journal).
Estimado señor Secretario:
Le escribo para entregar mi renuncia del Cuerpo Diplomático de los Estados Unidos y de mi puesto como Consejero Político en la Embajada de Estados Unidos en Atenas, efectiva el 7 de marzo próximo.
Lo hago con el corazón apesadumbrado. La motivación de mi carrera fue marcada por una sentida obligación de darle algo a mi país como retribución. El servicio como diplomático de los Estados Unidos era un trabajo soñado. Se me pagaba por entender lenguas extranjeras y culturas, por encontrarme con diplomáticos, políticos, académicos y periodistas, y por persuadirlos que, fundamentalmente, los intereses de los Estados Unidos y los de ellos coincidían. Mi fe en mi país y sus valores era las armas más poderosas de mi arsenal diplomático.
Era inevitable que durante los 20 años con el Departamento de Estado me hubiera vuelto más cínico sobre los motivos estrechos y egoístas que moldean nuestras políticas de manera ocasional. La naturaleza humana es lo que es, y fui premiado y promovido por entenderla. No fue sino hasta esta administración que me había sido posible creer que al sustentar las políticas de mi presidente, también estaba apoyando los intereses del pueblo americano y del mundo. Ya no creo más en eso.
Las políticas con las que se nos ha pedido proceder son incompatibles no solo con los valores americanos, sino con los intereses americanos. Nuestra ferviente búsqueda de una guerra con Irak nos está llevando a desacreditar la legitimidad internacional que ha sido el arma más poderosa de América en la ofensiva y defensiva desde los días de Woodrow Wilson. Hemos empezado a desmantelar la red más amplia y efectiva de relaciones internacionales que el mundo haya conocido jamás. Nuestro rumbo traerá inestabilidad y peligro, no seguridad.
DISTORSIÓN
El sacrificio de los intereses globales por las políticas domésticas y el burocrático interés propio no son algo nuevo, y ciertamente no es un problema exclusivamente americano. Pero desde la guerra de Vietnam no hemos visto tal distorsión sistemática de inteligencia, tal distorsión de la opinión. La tragedia del 11 de septiembre nos dejó más fuertes que antes, conjuntando a nuestro alrededor una vasta coalición internacional para cooperar por primera vez en una forma metódica contra la amenaza del terrorismo. Pero en lugar de ganar crédito por esos éxitos y construir con base en ellos, esta administración ha decidido hacer del terrorismo una herramienta de política interna, enlistando a un dispersado y derrotado Al Qaeda como su aliado burocrático. Diseminamos terror y confusión en la mente común, ligando arbitrariamente los problemas del terrorismo con Irak.
El resultado, y tal vez el motivo, es justificar una enorme asignación incorrecta de los cada vez más pequeños bienes públicos a la milicia y el debilitamiento de las protecciones que salvaguardan a los ciudadanos americanos de la dura mano del gobierno. El 11 de septiembre no dañó la trama de la sociedad estadounidense como nos vemos determinados a hacer nosotros mismos. ¿Es la Rusia de los últimos Romanov nuestro modelo, un egoísta imperio supersticioso vapuleando hacia la auto destrucción en nombre del status quo?
Deberíamos preguntarnos por qué hemos fallado en persuadir a la mayoría del mundo que una guerra en Irak es necesaria. En los últimos dos años hemos hecho suficiente para asegurarle a nuestros amigos del mundo que los limitados y mercenarios intereses de los Estados Unidos pasan por encima de los valores preciados por ellos. Incluso cuando nuestra ambición no es cuestionada, nuestra consistencia es un problema.
El modelo de Afganistán sirve de poco consuelo para nuestros aliados, quienes se preguntan basados en qué planeamos reconstruir el Medio Oriente, y con cuál imagen e intereses. ¿Nos habremos vuelto ciegos como Rusia en Chechenia, como Israel es ciego en los Territorios Ocupados? Por nuestro propio bien, ¿es ese aplastante poder militar la respuesta al terrorismo? Después de que la devastación de Irak en la posguerra se una a aquellas de Grozny y Ramallah, valiente será el extranjero que se una a Micronesia para seguirnos.
CAUSA DEL TEMOR
Aún tenemos una buena coalición. La lealtad de muchos de nuestros amigos es impresionante, es un tributo al capital moral americano construido por más de un siglo. Pero nuestros aliados cercanos están seguros de que es más peligroso permitirle a Estados Unidos enrumbarse a un completo y obcecado enfrascamiento de sus motivos y fundamentos, que el que la guerra sea justificada. La lealtad debe ser recíproca. ¿Por qué nuestro presidente excusa el acercamiento arrogante y despectivo que esta administración fomenta contra nuestros amigos y aliados, incluso entre oficiales de alto rango? ¿ Acaso se ha convertido «Oderint dum metuant» en nuestro lema? (Nota de traducción: Atribuído al poeta romano Lucius Accius (170 AC – 86 AC). Se cree era la frase favorita del Emperador Calígula: «Déjenlos odiar mientras tengan miedo»)
Le urjo escuche a nuestros amigos alrededor del mundo. Incluso aquí en Grecia, cuna del sentimiento anti-americano europeo, tenemos más amigos que el lector de los diarios de EE.UU. se puede imaginar. Incluso cuando se quejan de la arrogancia americana, los griegos saben que el mundo es un sitio difícil y peligroso y buscan un fuerte sistema internacional con los Estados Unidos y la Unión Europea como aliados cercanos. Cuando nuestros amigos nos temen en lugar de temer por nosotros, es hora de preocuparse. Y ahora ellos tienen miedo. ¿Quién les dirá convincentemente que los Estados Unidos es como era, un símbolo de libertad, seguridad y justicia para el planeta?
Señor secretario, yo tengo un enorme respeto por su habilidad y carácter. Usted ha preservado más credibilidad internacional por nosotros que lo que se merecen nuestras políticas, y ha salvado algo positivo de los excesos de una administración de auto servicio. Pero su lealtad hacia el presidente va demasiado lejos. Estamos forzando más allá de sus límites un sistema internacional que construimos con afán y respeto, una red de leyes, acuerdos, organizaciones y valores comunes que limitan a nuestros enemigos más eficazmente que la habilidad de América de defender sus intereses.
Renuncio porque no he podido conciliar mi conciencia con mi habilidad de representar la actual administración de los Estados Unidos. Tengo confianza en que nuestro sistema democrático es auto correctivo, y espero que en alguna medida yo pueda colaborar desde afuera a moldear las políticas que mejor sirvan a la seguridad y prosperidad del pueblo americano y del mundo que compartimos.
Publicada por el diario New York Times, 27 de febrero 2003.
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