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Continúa el debate sobre el tema de los productos transgénicos, su venta en los supermercados y la posible contaminación de cultivos en el país.
El maíz es uno de los cultivos que ha sido genéticamente modificado para resistir el herbicida Roundup, de la empresa Monsanto.
Inquietudes de consumidores, argumentos de especialistas que los exaltan como productos beneficiosos, así como serios cuestionamientos de sectores académicos y ambientalistas debido a las implicaciones sobre la salud humana, este es el ambiente de debate que gira alrededor de los productos transgénicos en Costa Rica.
El primero en tener estas dudas es el director del Servicio de Fitoprotección Sanitaria del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), Sergio Abarca.
«Es imposible garantizar un 100% de bioseguridad sobre la contaminación de cultivos por la siembra de semillas transgénicas en el país», reconoció; al tiempo que añadió que dos representantes de la sociedad civil tendrán voz en la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad, que él coordina. Dicha Comisión está compuesta por representantes del MAG, del Ministerio de Ambiente y de la Oficina Nacional de Semillas, quienes llevarán las inquietudes de los consumidores y otros grupos preocupados por la proliferación de cultivos transgénicos en el país.
Este fue el compromiso que asumió Abarca, a la vez que calificó de «poco probable» que haya contaminación genética en Costa Rica, sine menargo, fue enfático al afirmar que es imposible garantizar un 100% de bioseguridad.
También reconoció la debilidad de la Ley de Protección Fitosanitaria en lo que se refiere a la normativa que contempla la introducción de Organismos Genéticamente Modificados (OGM) al territorio nacional. Asegura que la legislación debe mejorarse.
En nuestro país hay alrededor de 200 hectáreas sembradas con OGM, principalmente soya, algodón y maíz, modificados en laboratorios por la ingeniería genética, informó la Asociación de Ecología Social Costarricense (AES). Esta agrupación organizó el pasado 15 de marzo -Día Mundial de los Derechos del Consumidor- el foro «Liberación y Venta de Organismos Genéticamente Modificados (OGMs)», en la Escuela de Agricultura de la Región del Trópico Húmedo (EARTH).
De acuerdo con Fabián Pacheco, su coordinador, la mayoría de la población ignora lo que es un OGM. Pero recientemente se difundieron resultados de investigaciones que afirman que «los ticos tienen buena percepción de la agricultura transgénica» (Semanario Universidad, 21 febrero 2003).
Marta Valdez, cordinadora de la Comisión de Biotecnología de la Universidad de Costa Rica, expresó que datos de dos encuestas, una en el nivel nacional y otra en el sector universitario acerca de cómo el público percibe la biotecnología agrícola moderna, indican que, en general, hay una buena percepción hacia lo transgénico, lo que probablemente se deba al nivel educativo de la población. De acuerdo con sus conclusiones, entre un 40% y un 50% de las personas encuestadas compraría alimentos transgénicos si no hay diferencia de precio con los tradicionales.
No obstante, no se precisa el número de encuestados, y lo más importante, no se señala qué entienden esas personas por productos transgénicos, o si esta pregunta se incluyó en su estudio.
Para Mauricio Alvarez, de la AES, este instrumento está sesgado. Por el contrario, él sostiene que la sociedad costarricense ignora lo que es un transgénico y su impacto.
Actualmente existen cinco proyectos transgénicos locales y tres de ellos son desarrollados por la UCR.
PREOCUPACION
Pese al aparente apoyo a los productos transgénicos, lo cierto es que tanto los alimentos con componentes transgénicos como los cultivos genéticamente alterados, siguen siendo seriamente cuestionados por sectores académicos y científicos, debido a las implicaciones sobre la salud humana.
María Eugenia Delgado Picado, microbióloga y Jefa de la sección de bacteriología del Hospital de las Mujeres, presentó sus inquietudes ante las autoridades de salud y otros entes involucrados, con respecto a toda clase de productos consumibles transgénicos que podrían entrar al país si se firma el Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica y Estados Unidos.
Ella explicó en una carta enviada el 26 de febrero que con el comercio y consumo de estos organismos podrían aparecer toxinas nuevas y agentes alérgicos en los alimentos. Advierte además que con el aumento del uso de productos químicos genéticamente manipulados sobre las plantas, se incrementaría la contaminación del agua y los alimentos; podrían aparecer enfermedades de naturaleza impredecible, que requerirían de diagnósticos y tratamientos muy caros.
Ella recibió una misiva del presidente de la República en la que le aseguraba que transmitiría esas inquietudes al equipo negociador del TLC.
BENEFICIOS CUESTIONABLES
Al foro en la EARTH también fueron invitados representantes de los sectores ecologistas, académicos, gubernamentales y empresariales. «Lamentablemente el sector empresarial rechazó la invitación y prefirió evitar el diálogo con la sociedad civil. La compañía Monsanto, principal responsable de la creación de los organismos genéticamente modificados y la compañía Delta & Pine, que es una de las empresas dedicadas a cultivar y reproducir el material generado por Monsanto en Costa Rica, deben iniciar un proceso de debate respetuoso con la sociedad civil costarricense», aseguró Pacheco.
Por otra parte, en un artículo también publicado en Universidad (21 marzo 2003 en el suplemento Crisol), Marta Valdez se refiere a las oportunidades de los cultivos transgénicos para los países en desarrollo como una opción adecuada para el medio ambiente porque permiten reducir el uso de agroquímicos que se utilizan para el control de malezas e insectos transmisores de enfermedades virales.
Según la investigadora, en 2001 se sembraron 35 millones de hectáreas de cultivos transgénicos en Estados Unidos y según el Departamento de Agricultura de ese país, la principal razón argumentada por los productores es que incrementa la productividad mediante el control de las plagas, además de que permite disminuir el uso de agroquímicos.
Empero, un artículo del New York Times, titulado «Los transgénicos inducen en otras plantas resistencia al herbicida más utilizado» explica que las cosechas transgénicas más comunes -soya, algodón y maíz modificados para resistir el herbicida Roundup, de la empresa Monsanto- se enfrentan al peligro que supone la emergencia de malas hierbas resistentes a este producto.
En los últimos años, han surgido malas hierbas resistentes al Roundup en algunas zonas de EE.UU., país que cuenta con los cultivos transgénicos más extensos, dice la nota. Roundup es el producto que más vende Monsanto, y supuso en 2002 el 40% de los ingresos.
Otro reportaje publicado por Peter Rosset en el periódico mexicano La Jornada, «Soja transgénica, un monstruo fuera de control» (26 febrero, 2003), refiere a varias investigaciones económicas que revelan cómo la soya transgénica, resistente al mismo Roundup, ha modificado el comportamiento de los agricultores.
«Hoy en lugar de reducir el área sembrada de soya cuando el precio cae, la aumentan, usando herbicida para abrir más terreno, incrementando la producción como vía para compensar la obtención de menores ganancias por hectárea. El precio se cae, los productores responden con un área de cultivo de soya mayor y un aumento de la producción total. Esto provoca otra caída del precio, a la que se responde siguiendo el mismo patrón de incremento en la producción. El mercado mundial está saturado, los agricultores siguen usando herbicida para aumentar el área sembrada, la sobreproducción aumenta y los precios siguen cayendo por el suelo».
Mauricio Alvarez lo resumió así: la mayoría de transgénicos son para sembrar productos que al final van a ser consumidos por animales o que generan «supermalezas». Las transnacionales monopolizan la producción de plaguicidas que atacan estas «supermalezas» y también de semillas. Así que los transgénicos no están hechos con el fin de alimentar a la humanidad o de sacar a la gente de la pobreza, sino de beneficiar a las transnacionales».
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