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No parece importar mucho quiénes ganen las elecciones en Argentina y Paraguay, sino qué compromisos asumirán los vencedores con el Fondo Monetario Internacional (FM)).
A pesar de que el expresidente argentino Carlos S. Ménem, obtuvo el 23 % de los sufragios, el postulante con más posibilidades para una segunda ronda electoral es Néstor Kirschner.
En medio de la peor crisis económica y social de sus historias recientes, Argentina y Paraguay celebraron, el domingo 27 de abril, unos comicios presidenciales en los que el ejercicio de la democracia quedó supeditado a las exigencias de los organismos financieros internacionales. Mientras que la ciudadanía argentina tendrá que acudir a una segunda ronda electoral el 17 de mayo, para elegir entre los candidatos peronistas Carlos Ménem y Néstor Kirschner, la paraguaya se decantó por el continuismo y eligió al oficialista Nicanor Duarte.
Los resultados de los procesos, ponen en evidencia que el clima de agitación social que produjo el colapso financiero e institucional de ambas naciones, no se ha traducido en la aparición de nuevas opciones políticas.
Duarte y Ménem, los más votados, son representantes de la clase política que condujo a Paraguay y la Argentina al caos.
Aquella frase de que los pueblos que no conocen su historia están condenados a revivirla, parece la más apropiada para describir el panorama surgido de las urnas el 27 de abril.
56 AÑOS EN EL PODER
Con el 40.5% de los votos, el postulante del Partido Colorado, que lleva 56 años en el poder, Nicanor Duarte, será el próximo presidente de Paraguay.
En segundo puesto quedó el candidato independiente Pedro Fadul, con el 24.3% de los sufragios, y en tercer lugar el liberal Julio César Franco, con el 20.9 %.
Este proceso electoral pretende devolver al país a la senda institucional, que se perdió en 1999 con el asesinato del entonces vicepresidente, Luis María Argaña, la renuncia del mandatario, Raúl Cubas, y la posterior designación, por parte del Congreso y los militares, del senador Luis González Macchi para completar el período presidencial.
La mayoría de la población espera que, esta vez, la democracia no se vea amenazada por el militarismo y el populismo de personajes como el ex general Lino César Oviedo.
Sin embargo, es necesario recordar que, en los últimos catorce años (desde el fin de la dictadura de Alfredo Strossner), la vida política del Paraguay ha estado amenazada desde los cuarteles.
Con el ascenso al poder de Nicanor Duarte, la población espera también salir del bache económico y financiero que se contagió desde Argentina hace más de un año.
No obstante, la coyuntura no es nada sencilla, ya que las medidas de ajuste que los organismos financieros exigen al nuevo gobierno para refinanciar al país, podrían empobrecer aún más a una población que ya se encuentra en una situación muy delicada.
Luego de conocer los resultados, el postulante colorado hizo un llamado a sus opositores para que trabajen junto a él en la adopción de las políticas necesarias para sacar adelante a la nación.
DOS PERONISTAS A LA FINAL
Los resultados de estas elecciones en Argentina, implican la necesidad de una segunda vuelta el próximo 17 de mayo, en la cual se dará una situación inédita e impensable hace algunos años: la disputa de la presidencia por parte de dos aspirantes del Partido Justicialista (PJ), heredero del legado peronista.
El vencedor de esta primera ronda fue el expresidente Carlos Saúl Ménem, quien a pesar de las denuncias por corrupción que pesan sobre él, logró quedar como el aspirante más votado, con un 23,9% de los sufragios.
En segundo puesto se ubicó el también peronista Néstor Kirschner, que cuenta con el apoyo del actual mandatario Eduardo Duhalde, con un 21.6 %.
Fuera de la carrera quedaron el derechista Ricardo López Murphy, con el 16.7 %; el peronista y expresidente interino Adolfo Rodríguez Saá, con el 14.3 %; y la socialcristiana Elisa Carrió, con un 11.2 %.
Los comicios son la culminación de la crisis política, social y económica más grave que ha sufrido la Argentina y que llevó al país al borde de la bancarrota y de la ingobernabilidad.
La debacle se inició en diciembre de 2001, cuando el entonces mandatario Fernando De La Rúa se vio forzado a dimitir, debido a las protestas generalizadas. El congreso escogió un presidente interino, cargo que ostentó por unos días Rodríguez Saá y que terminó en manos del excandidato peronista, Eduardo Duhalde.
La negativa de Duhalde de permitir unos comicios internos dentro del Partido Justicialista, provocó una división interna dentro del peronismo, que, finalmente, presentó tres candidatos en las elecciones del pasado 27 de abril.
Como ya se mencionó, la mayor contradicción del proceso fue la victoria parcial del ex mandatario Ménem, a quien muchos acusan de haber llevado al país a la situación actual, debido a su política económica ultra liberal de los años 90 y a una serie de actos de corrupción que hace año y medio le llevaron a permanecer detenido por más de seis meses.
El gran movimiento social generado durante los meses de crisis, parece haber sido incapaz de constituir una alternativa a la clase política tradicional. De este modo, con menos de 20 % de abstencionismo, dos de cada tres votantes se inclinaron por alguno de los aspirantes peronistas.
En las últimas semanas, el acuerdo de mínimos logrado entre el gobierno de Duhalde y el Fondo Monetario Internacional permitió una leve recuperación del país.
De las negociaciones con este y otros organismos financieros, depende, en gran medida, el futuro de Argentina. Por esta razón, es muy posible que los dos aspirantes sean convocados para la firma de un pacto de estabilidad similar al que se implementó en Brasil antes de las pasadas elecciones.
A pesar de los resultados de Ménem, el postulante con más posibilidades de cara a una segunda ronda electoral es Kirschner, debido a que, según las encuestas, los ciudadanos están mayoritariamente en contra del retorno del polémico expresidente a la Casa Rosada.
Sea cual sea el resultado final, parece que aquel que gane no tendrá mucho margen de maniobra. La economía está en cuidados intensivos y un acuerdo con los organismos financieros internacionales puede darle un respiro.
El problema es que, al igual que en Paraguay, las recetas de estas entidades pueden generar aún más pobreza y deterioro social.
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