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El 8 de mayo se cumplen 100 años del fallecimiento del pintor francés Paul Gaugin, lo cual ha motivado exposiciones retrospectivas, artículos, libros y discusiones en distintas partes del mundo acerca de su obra maravillosa y su vida tormentosa.
Al igual que su par, el holandés Vincent Van Gogh, Gaugin impulsó una transformación decisiva en la pintura del siglo XX.
Paul nació el 7 de junio de 1848. Su padre era periodista liberal, su madre Aline Marie Chazal, era la hija de la feminista y socialista peruana Flora Tristán.
A poco de su nacimiento muere su padre y Aline viaja a Perú para buscar apoyo en la familia de su madre; allí vive sus primeros años.
Algunos biógrafos sostienen que esos primeros años en la vida de Paul y su vínculo familiar con Flora Tristán, a la que, sin embargo, no conoció, se relacionan de manera estrecha con su obra y vida como artista.
Lo que no deja lugar a dudas es que desde joven tuvo un espíritu inquieto y una personalidad de errante.
A los 17 años, se embarca en la marina mercante, viaja por el mundo y alcanza un grado en la marina francesa. De regreso en Europa se casa con la danesa Mette Gad, con quien conforma una familia estable. Él se dedica a corredor de bolsa, con mucho éxito. Tiene 5 hijos y lleva una vida burguesa que le permite iniciar la afición de coleccionar cuadros de los artistas impresionistas.
Pero esa afición se deforma y transforma su vida. El espíritu inquieto y ambivalente, despierta en él nuevamente un deseo de indagar en lo ignoto.
Su relación con el impresionista Emile Pissarro despierta una inquietud difícil de controlar.
Da comienzo así la transformación completa de su vida y el inicio de su leyenda.
Lo primero es una lucha contra los convencionalismos y la vida acomodada. Resiente que se considere a Europa el único centro de la cultura y se rebela contra la idea de una vida civilizada. La personalidad encantadora, su porte elegante y firme, su manera de hablar apasionada, seducen con facilidad. Todos alientan su interés por el arte, avalan sus ideas y rápido logra el respeto y atención de todos los que lo rodean. La propuesta de Paul es simplificar el arte para devolverla a una forma más esencial.
Sus primeros cuadros están influidos directamente por los impresionistas, pero luego despierta en él un interés distinto. Abandona su trabajo y su comodidad social y decide dedicarse por entero a hallar su ideal artístico.
Se aleja de su familia y viaja a París para sumergirse en el mundo artístico. Pero a poco tiempo se cansa de las posiciones y criterios de sus compañeros y decide alejarse a Pont-Aven en la Bretaña Francesa. Allí establece amistad con dos pintores muy importantes en su vida: Charles Laval, con quien se lanza en la aventura de irse a vivir a Panamá y luego a Martinica por un año, viaje del cual regresan ambos enfermos y miserables; y Emile Bernard, quien será su confidente y amigo.
Al regreso de ese viaje atormentado, conoce en París al holandés Vincent Van Gogh. La identificación y coincidencia entre ambos son inmediatas. La obsesión por lo genuino los hace coincidir en un afán casi patológico de alejarse de la civilización.
Ambos habían empezado a pintar tarde, sus cuadros eran rechazados e incomprendidos, ambos eran personalidades muy fuertes de juicios categóricos y sentencias severas. Ambos eran inadaptados y genios.
Pero el intento por vivir juntos fue desastroso. Vincent lo invitó a que fundaran en Arles una especie de cofradía con una vida en que compartirían todo por igual y se dedicarían exclusivamente a pintar. Pero los excesos con las putas, el licor, la intensidad de sus vidas y la compulsión por la pintura, hicieron arder sus personalidades. A pocos meses del experimento, Paul huyó del lado de Vincent asegurando que estaba en presencia de un loco.
Su regreso a París es bien recibido y aunque los impresionistas lo felicitan por su trabajo, las exposiciones en que participa son un fracaso. Despierta, eso sí, interés en pintores más jóvenes. Vuelve a Bretaña, donde se registran algunos desmanes sociales y su grupo de seguidores de la llamada escuela de Pont-Aven, se precipitan en una vida libertinaje absoluto que pretende dar con el espíritu esencial del arte.
Paul se siente nuevamente incomprendido. Decide definitivamente abandonar el mundo civilizado y traslada su residencia a Tahití. Solo y alejado del culto mundo europeo, alcanza los mayores niveles y definiciones de su obra.
Pero la sociedad no le perdona es desplante y no comprende su trabajo. Al igual que su gemelo Van Gogh, sus cuadros no se venden y la miseria ronda sus vidas. Agobiados ambos insisten en su trabajo y concepción artística, con una producción intensa responden al rechazo.
Luego de un breve retorno a París para intentar mejorar su condición económica y tratar de que sus cuadros se vendan, Paul escapa nuevamente a Tahití. Pero ya es poco lo que puede hacer ahí, donde sus confrontaciones públicas con las autoridades y sus desmanes son cada vez más criticados. Su vida es miserable, tiene deudas y está enfermo.
Se traslada a Dominica en las islas Marquesas en 1901. Empezaba el siglo XX, su siglo, en el que su obra sería reconocida como la de un genio y cuya influencia sería determinante. Pero, al igual que Vincent esa gloria nunca la vio, tampoco la de una sociedad más humana y plena, del lado de los indígenas libres de las islas del Pacífico.
Paul Gaugin murió ciego, solitario, miserable y furioso, el 8 de mayo de 1903.
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