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El periodismo aún puede salvarse

El escritor y periodista polaco Ryszard Kapuncinski obtuvo, junto con el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, el premio Príncipe de Asturias de Comunicación, uno de los más importantes en el ámbito internacional, mediante el que se destaca su invaluable labor como reportero

El escritor y periodista polaco Ryszard Kapuncinski obtuvo, junto con el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, el premio Príncipe de Asturias de Comunicación, uno de los más importantes en el ámbito internacional, mediante el que se destaca su invaluable labor como reportero
Considerado el oficio más vilipendiado y pisoteado del mundo, el periodismo recibió una excelente noticia el pasado 30 de abril, cuando el escritor y periodista polaco Ryszard Kapucinski resultó ganador del premio Príncipe de Asturias de Comunicación, por su labor como reportero en el Tercer Mundo.
En el acta que justificó la denominación, el jurado remite a aspectos que debieran debatirse en las redacciones de los medios del mundo entero y, por supuesto, en las aulas; allí donde ya no se enseña periodismo, sino que se crean «profesionales en comunicación», que tras cinco o seis años de universidad no saben escribir ni siquiera una triste carta de amor.
Apela el jurado al  «modelo de periodista independiente» que ha sido Kapucinski en su larga vida como reportero, en momentos en los que el periodismo acaba de salir herido de muerte de la invasión a Irak, en la que con las notables excepciones, de nuevo sirvió de alfombra a los intereses del más poderoso.
En una sociedad dominada por las grandes corporaciones dedicadas al negocio de la comunicación o por mentalidades que buscan convertir a cualquier medio en un boletín que sirva a sus intereses, la independencia que rige el quehacer de Kapucinski constituye un respiro y una esperanza para los jóvenes reporteros que aún creen en que el ideal periodístico es posible.
 
Pero no solo en un escenario de guerra se atropellan los principios más elementales del periodismo y un ejemplo inmejorable es Costa Rica, donde cada vez predomina más la superficialidad, el «periodismo corrongo», la ausencia de investigación, el irrespeto a la ética y a la veracidad de los hechos.
Precisamente, el jurado del Príncipe de Asturias resaltó cómo los trabajos de Kapucinski son «valiosos reportajes, agudas reflexiones sobre la realidad circundante (…) y ejemplos de ética personal y profesional, en un mundo en que la información libre y no manipulada se hace más necesaria que nunca».
La ética es un concepto casi olvidado por los periodistas, quienes agobiados por las presiones de sus jefes inmediatos, tienen que ceder incluso contra su voluntad a oscuros intereses que buscan disfrazar la realidad con globos multicolores, cuando la fetidez de los hechos obliga a difundir una información veraz y precisa.

«EN EL LUGAR DE LOS HECHOS»

La desgastada frase de que el periodista debe de estar en el «lugar de los hechos», que con el paso del tiempo se quedó para el oficio en una anécdota vacía y en la intemperie, vuelve a recobrar vida en el reportero que ha sido Kapucinski, quien ha recorrido América Latina, Asia y Africa con el afán de informar sobre lo sucedido en numerosas repúblicas del Tercer Mundo.
«Para mí es fundamental que un reportero esté entre la gente sobre la cual va, quiere o piensa escribir. La mayoría de la gente en el mundo vive en muy duras y terribles condiciones y si no las compartimos no tenemos derechos, según mi moral y mi filosofía, a escribir», dijo con motivo de un curso que brindó en la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, creada por Gabriel García Márquez.
Su afán por estar en el sitio en el que ocurrían los hechos  llevó a Kapucinski a vivir 50 años en países subdesarrollados en los cuales aprovechó para escribir una obra en la que se registran 20 volúmenes que están a caballo entre el reportaje y el ensayo.
Sus crónicas de Ebano, un libro que publicó en 1988, con un estilo conciso, cristalino y agudo, conecta a lector con la intensa realidad de África.
Una anécdota recoge la forma en que Kapucinski siente y mira el ejercicio periodístico, el cual va más allá de ser un presentador de televisión, como se cree tanto en Costa Rica, país en que la mayoría de los futuros reporteros sueñan con estar frente a la pantalla «mágica».
«Hace tres años hicimos un documental sobre África con un equipo inglés que por primera vez iba a ese continente. Recorrimos lugares apartados y cuando llegábamos a cualquier sitio llamaban desde sus teléfonos móviles a Londres. Viajaron conmigo tres meses pero, emocional y mentalmente, no estaban en África, todo el tiempo estuvieron en Inglaterra. Sólo hicieron su deber».

TRAYECTORIA EJEMPLAR

Nacido el 4 de marzo de 1932, en la localidad de Pinsk, que actualmente pertenece a Bielorrusia, Kapucinski debutó como periodista a los 17 años en la revista polaca «Hoy y mañana».
Kapucinski es autor de más de 20 libros, entre los que destacan «La guerra del fútbol», sobre el conflicto entre El Salvador y Honduras; «Cristo con la carabina al hombro», relacionado con los movimientos revolucionarios latinoamericanos; «El emperador», que trata sobre el soberano de Etiopía Haile Selasie; «El Shah», sobre Reza Pahlevi, y «El Imperio», que recoge su visión respecto a la extinta Unión Soviética.
En su periplo como reportero, la mayoría del tiempo ha transcurrido entre Africa, Asia y América Latina (vivió en Chile, Bolivia, México y Brasil), fue testigo de 27 revoluciones, narró las atrocidades de por lo menos 12 frentes bélicos y estuvo cuatro veces a punto de ser fusilado.
La más reciente obra que circula en el mercado latinoamericano y Europeo de Kapucinski es «Este oficio no es para cínicos», en la que se incluyen tres largas conferencias en las que reflexiona sobre los desafíos que plantea el periodismo.
«Para mí una de las características del reportero es la empatía, esa habilidad de sentirse inmediatamente como uno de la familia. Compartir los dolores, los problemas, los sufrimientos, las alegrías de la gente, que de inmediato reconoce si él está realmente entre ellos o si es un pasajero que vino, miró alrededor y se fue».
«Un reportero solo no puede hacer nada. Nuestra profesión depende de la ayuda y voluntad de otros. A veces estamos en algún lugar durante 15 minutos o media hora y dentro de ese tiempo se decide toda nuestra carrera, porque en esos minutos algún chofer nos puede llevar a una mina de combate o puede negarse».
Parte de la ética que utiliza Kapucinski y que fue uno de los aspectos en que se basó el jurado del Príncipe de Asturias, presidido por el español Juan Luis Iglesias, la explica el propio reportero:  «Considero que una característica importante en nuestro trabajo con la gente es la humildad. Debemos entender que el sentido de la gratitud frente al otro, es algo elemental. Yo tenía muchos amigos que empezaron hace años en esta profesión y se fueron porque tenían demasiada arrogancia, tenían demasiado sentido de su profesión y por eso la gente los eliminó».

CRÍTICO DE LOS MEDIOS

Aunque muchas de sus colaboraciones se han publicado en diversos medios, entre los que figuran la revista Time, The New York Times, y El País, entre otros, Kapucinski es un crítico agudo de la función que estos deben cumplir en la sociedad actual.
Lamenta que los periodistas idealistas ya no ocupen un lugar de privilegio en las redacciones, porque fueron sustituidos por hombres de negocios, desde que la información se convirtió en una mercancía más del capitalismo despiadado.
Con la televisión, esa máquina que es capaz de atrapar a millones de televidentes a la vez, es aún más severo en sus apreciaciones: «Es el mayor poder de todos los que existen. Existe el gobierno visual de los medios, especialmente norteamericano, los grandes poderes de la televisión mundial que manipulan, que forman nuestra conciencia sobre lo que ocurre por el sencillísimo mecanismo de la selección: discutimos sobre lo que vemos en la televisión; si no vemos algo es que el problema no existe. O dando imágenes, por ejemplo, sobre la pobreza como atracción turística: observen, señores, a los pobres de esta ciudad, de esta zona».
El galardonado con el Príncipe de Asturias de la Comunicación, junto con el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, se cuestiona muchísimo acerca de la posibilidad de los medios de transmitir «la realidad de los hechos», por lo que se pregunta si no son más que fabricantes de realidades.
«Desde que está considerada como una mercancía, la información ha dejado de verse sometida a los criterios tradicionales de la verificación, la autenticidad o el error, y se rige por las leyes del mercado».
Reportero incomparable, Kapucinski representa un modelo del periodista en extinción y  una esperanza para aquellos que aún creemos que el periodismo todavía puede salvarse, a pesar del oleaje de «corronguismo» que corroe las estructuras del periodismo nacional.

  • Jose Eduardo Mora 
  • Los Libros
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