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En los albores del siglo XX, Roberto Brenes Mesén, abordaba «La cultura integral del hombre» en dos direcciones: el frío racionalismo de luces europeas que empezaban a declinar y el portentoso empuje del espíritu creador de América. Sin embargo, al igual que el «Ariel» de Rodó, no se trata de América anglosajona, pragmática y materialista, sino de América morena, en la cual se deposita riqueza espiritual, belleza, conocimiento que se deben buscar en investigación, reflexión y carisma académico.
Un siglo después, el discurso mesiánico de globalización y culto desmedido del mercado desplazan la memoria histórica y humanista de Mesén. La vocación investigativa, duda y cuestioamiento, se sustituyen por «subastas estudiantiles»: modalidad creativa que consiste en escoger al más guapo de los educandos y llevárselo, por una exclusiva suma. Y la voracidad de intercambios y promoción sistemática de objetos que lo puedan transformar, de la noche al día, en divo o madona: cápsulas para mejorar el vigor del espíritu, fajas, vendas, máquinas para que su cuerpo sea escultural, elixir para el cansancio intelectual, y un sinnúmero de «chunches» mágicos, que doctos del mercado local llaman: variables presupuestarias de macroeconomía.
Y «el afán de riqueza material» sólo encuentra simetría con la pensión vitalicia (diez mil dólares) de don Enrique Bolaños, un discípulo incondicional de los gringos (agréguele el sueldo como Presidente de Nicaragua), Arnoldo Alemán un sátrapa con delirios de monarquía (súmele a su pensión, el salario de diputado), Daniel Ortega, un revolucionario: igual pensión, igual salario de diputado. «¡Eh miserables, mendigos, vagos, rateros, bandidos, pordioseros, peregrinos, y vosotros los desterrados,…! ¡Unámonos a los felices, a los poderosos, a los banqueros, a los semidioses de la tierra! ¡Cantemos el oro!» (Rubén Darío: Azul).
Dentro de la retórica global, también hay espacio para regular las «públicas virtudes y vicios privados», como el lucrativo negocio de empresas (ChoicePoint y LexisNexis) que compran información a más de un país latinoamericano, y las revenden a los organismos de inmigración y seguridad de Estados Unidos: ¿puede existir control a través de tarjetas de crédito sobre gustos, preferencias e intimidades? ¿Y los derechos personalísimos? ¿Hasta ese extremo puede fisgonear la Mano Invisible del mercado que augura Susan George (2001)
El éxito más notable del sistema globalizado y energía del mercado, después de la invasión de Estados Unidos e Inglaterra a Irak, se bifurca en fabulosa venta de cuatro docenas de aviones, último modelo, que comprará Polonia por millones de dólares que erizan los cabellos; y las empresas de los ídem que se disputan entre bridge y brindis, la «construcción» e instalación de servicios eléctricos, agua, teléfono,… en Irak. Y el suceso más extraordinario: el oro negro debe ser inherente a libertad y competencia; y en provecho del pueblo iraquí, deben levantarse las sanciones de la «ONU» para que fluyan los beneficios… Así, Alí, el niño irakí, dejará de ser imagen brutal: sus dos brazos mutilados y el cuerpo quemado por el torpe misil que se equivocó de blanco.
Y para los perspicaces y detractores de la retórica global, no se trata de mirar atrás y convertirse en sal (Ana Belén), sino preservar la memoria histórica, con literatura y poesía, y no ser «avestruces que hunden la cabeza en los mares de arena de las cosas celestes». (ROBERTO BRENES MESEN)
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