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Si bien una ley nacional no autoriza la entrada de productos transgénicos para consumo humano, algunos derivados se encuentran en los supermercados, aunque sus etiquetas no los identifican como tales.
Si en los alimentos elaborados a base de soya aparece la frase «derivados de soya» o «derivados de maíz», eso significa que han sido modificados genéticamente. (Foto con fines ilustrativos)
Aunque no existe una adecuada legislación para controlar el etiquetado y consumo de los Alimentos Genéticamente Modificados (AGM) o transgénicos, el país decidió adoptar las medidas que Estados Unidos tomó sobre las etiquetas de estos productos.
Para el gobierno de EE.UU. no es necesario etiquetar los AGM, si en realidad no son diferentes al alimento original, para lo cual utilizan el procedimiento de «equivalencia sustancial». Además, el Departamento de Estado alega que dichos alimentos ya llevan 10 años en el mercado y que no hay evidencia científica de que sean dañinos para el consumidor.
En Costa Rica, se prohíbe la comercialización y el consumo, pero según datos de la nutricionista María Eugenia Villalobos y de Mónica Elizondo, representante de la Cámara de la Industria Alimentaria (CACIA) en la Comisión Interinstitucional de Inocuidad de Alimentos, sus derivados ya se consumen en el país.
Si en la etiqueta de un producto dice «derivado de soya» o «derivado de maíz», proviene de un AGM, así como todos los que contienen aceite de soya, aunque agregaron que aún no hay pruebas de que estos sean nocivos para la salud.
Asimismo, son productos fabricados con materias primas de AGM las galletas de almidón de maíz ; palomitas de almidón de maíz; alimentos preparados de almidón de maíz; y las papillas infantiles de harinas de maíz y soya, según un documento elaborado por Alex May Montero, del Departamento Fitosanitario del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG). Este se titula «Biotecnología Moderna y Bioseguridad» y se presentó en el Taller de la UNCTAD (United Nations Conference on Trade and Development) sobre Comercio y Medio Ambiente Post-Doha, en julio de 2002.
Por otro lado, la importancia de que los alimentos sean modificados genéticamente desde el punto de vista de la nutrición y la posición del país sobre el etiquetado se abordaron en el foro «Transgénicos: nutrición y salud», realizado es mes pasado en la Universidad de Costa Rica.
Participaron María Eugenia Villalobos y Mónica Elizondo, además de Jaime García, director del Centro de Educación Ambiental de la Universidad Estatal a Distancia; Lorena Tortós, de la Comisión de Bioseguridad del MAG, y Cristóbal Granados, de la Cordinadora de ONG de Proyectos Alternativos de Desarrollo (COPROALDE).
A PASAR EL EXAMEN
Los AGM -o sus derivados- son alimentos que provienen de plantas modificadas por la ingeniería genética a través de técnicas de combinación del ADN (ácido desoxirribonucleico), según la definición oficial de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y la Organización Mundial de la Salud.
Para modificarlos, se han variado sus características agronómicas y nutricionales, con el fin de aumentar el valor biológico de las proteínas, o crear un alimento que tenga más vitamina A, como el caso del arroz dorado (Ver recuadro «Arroz dorado»).
Estos cambios pueden tener distintos efectos en la salud humana, por lo que surge la exigencia de garantizar su seguridad a la población. Villalobos indicó que se estableció la «equivalencia sustancial», o sea, se aplican unas pruebas científicas a los AGM para compararlos con el alimento original en el nivel de nutrientes, composición química y alergenicidad (capacidad de no provocar alergias). De esta forma, «se determina si ese alimento nuevo es seguro para el consumo humano».
El mecanismo lo establecieron agencias de investigación e instituciones internacionales que trabajan en el tema; es aceptado internacionalmente y es bastante oneroso. Lo realiza el ente que quiere comercializar el producto, y todos los laboratorios donde se hagan las pruebas deben estar acreditados. En Costa Rica, esto no se realiza porque aquí no se producen AGM, dijo Villalobos.
LEA LAS ETIQUETAS
«En general, la evidencia científica sugiere que estos alimentos no causan daño en la salud, así que debemos confiar en estas regulaciones; el riesgo es si los alimentos provienen de países que no tienen estos controles», afirmó Villalobos.
La realidad es que en nuestro país se consumen como derivados. «Lean las etiquetas de los alimentos que compran y si dice derivado de soya o derivado de maíz, todos esos provienen de AGM», dijo.
Por su parte, Lorena Tortós indicó que la ley no le permite al MAG autorizar la entrada de transgénicos para consumo humano y que estos no se pueden comercializar. Asimismo, invitó al personal del Ministerio de Salud a que tome una posición más activa y lamentó que no esté preparado si en un futuro le piden permisos de importación de transgénicos para consumo humano.
UNIVERSIDAD consultó a Marielos Morales, de la Dirección de Registros y Controles del Ministerio de Salud. El MAG es la dependencia que debe dar los permisos para comercializar transgénicos para consumo humano si son productos frescos; y le corresponde a Salud los productos elaborados. La funcionaria confirmó que no existe una normativa para el etiquetado de estos alimentos, «porque ante nosotros no se ha presentado algún permiso de producto industrializado transgénico».
Dijo que averiguaría sobre los datos que se dieron en el foro sobre productos derivados de transgénicos que están a la venta; pero que el etiquetado de los alimentos es competencia del Ministerio de Economía.
Rosa Novigrot, quien coordina la Secretaría Política Nacional de Alimentación y Nutrición (SEPAN) del Ministerio de Salud, aseguró que integrarían una comisión específica para hacer un pronunciamiento sobre el etiquetado de transgénicos desde el Ministerio, y la propuesta deben tenerla antes de tres meses.
«Queremos que haya un consenso desde diferentes disciplinas, pero necesitamos revisar evidencias científicas. Además, si usted pone una obligatoriedad de etiquetado pero no puede monitorearlo ni controlarlo, no sirve de nada.»
Ante las críticas que se le hicieron al Ministerio, éste se defendió diciendo que están en una etapa de organización, pero no quieren hacer pronunciamientos de forma poco responsable. «Estamos conscientes de que el Ministerio tiene que pronunciarse, por eso le ponemos gran interés.»
COPIANDO A EE.UU.
El Codex Alimentarius es el órgano encargado de establecer las normas que regirán el comercio mundial de AGM. En 1994, el Comité de Etiquetado del Codex acordó elaborar directrices para el etiquetado, pero no hay consenso en el ámbito mundial para aprobarlo.
Para EE.UU. no es necesario etiquetar los transgénicos o los que tengan algún ingrediente derivado de éstos, si en realidad no es diferente a su homólogo correspondiente, lo que tiene que ver con la «equivalencia sustancial». Si no hay diferencia y se incluye la palabra «transgénico» se puede generar un rechazo por parte del consumidor. La UE no acepta los AGM y exige el etiquetado obligatorio, recordó Mónica Elizondo.
Recientemente, el gobierno de EE.UU. demandó a la Unión Europea (UE) ante la Organización Mundial del Comercio por la moratoria que impulsan contra los transgénicos. Al respecto, la Asociación de Ecología Social Costarricense hizo un llamado a los gobiernos centroamericanos y especialmente a Costa Rica a no apoyar la demanda. «El Salvador y Honduras han decidido, obedientemente, apoyar la posición de EE.UU. y consideramos que este es un acto de servilismo. Los argumentos científico-técnicos, con que la UE ha fundamentado la moratoria a la liberación de los organismos genéticamente modificados, son de absoluta claridad y su relevancia es vital para que cualquier mente sensata decida no apoyar la liberación y comercialización de estos organismos», denunció su coordinador, Fabián Pacheco.
POSICION NACIONAL
Sin embargo, la posición del país no se separa de la de EE.UU. en el etiquetado. En abril de 2002, se realizó un foro nacional con delegados del Ministerio de Salud, consumidores, UCR, sector privado, del Departamento de Estado de EE.UU. y otro de la UE. Se llegó a ciertas conclusiones comunes, informó Elizondo, y aunque la posición puede cambiar según el avance de las investigaciones sobre el tema, se estableció que se apoya el etiquetado obligatorio sólo cuando el AGM sea diferente en composición y valor nutricional al alimento original, o sea, cuando no se demuestre la «equivalencia sustancial», y en este caso la etiqueta debe indicar el cambio de composición y no el procedimiento por el que se obtuvo.
Por ejemplo, en el caso del arroz dorado, que es rico en betacaroteno, eso debería indicarse en la etiqueta para el consumidor y no «alimento transgénico».
¿No es un derecho del consumidor contar con un etiquetado claro? El razonamiento que se hizo fue que si el procedimiento de «equivalencia sustancial» no indica diferencias, para qué se va a indicar.
Se determinó que la palabra «transgénico» no debe trasladarse a la etiqueta, porque estos pasan por análisis y pruebas muy rigurosas que al final determinan si es riesgoso para la salud del público. Esta posición se expondrá en la próxima reunión del Codex Alimentarius, en julio.
ARROZ DORADO
egún dijo Jaime García, del Centro de Educación Ambiental de la UNED, la Fundación Rockefeller ha financiado investigaciones de arroz dorado en la Universidad de Costa Rica. Este nuevo tipo de arroz se anuncia como una cura milagrosa para la carencia de vitamina A, pues contiene más betacaroteno. No obstante, García indicó que la cantidad de este elemento es muy baja, por lo que una mujer necesitaría consumir 9 kilos de este arroz al día.
«Se ofrece en países donde la población tiene carencia de vitamina A en su alimentación, pero lo que se necesita es una dieta más variada y promover el cultivo de alimentos como zapallo, camote, ñame, zanahoria, yema de huevo», dijo.
Estas investigaciones han sido realizadas por Ingo Potrykous, en Europa, precisó Ana Espinoza, investigadora de la UCR. Ella aclaró que en la UCR también se han hecho investigaciones importantes en arroz con financiamiento de esta misma fundación, pero ninguna relacionada con el arroz dorado.
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