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Según el autor del nuevo ensayo sobre las complicidades con el nazismo, hay suficientes pruebas del antisemitismo de pio XII. La estigmatización del pueblo judío, sostiene, está en la raíz del credo cristiano.
Si con Los verdugos voluntarios de Hitler (1997), donde abordaba la responsabilidad de los ciudadanos alemanes en las atrocidades del régimen nazi, el norteamericano Daniel Jonah Goldhagen desató una polémica de tan vastas proporciones que aún no se aquieta, su segundo libro continúa el debate. La Iglesia católica y el Holocausto. Una deuda pendiente acaba de editarse en castellano y su tema son las relaciones de supuesta complicidad de la Iglesia con el nazismo y, en particular, el papel de la institución eclesiástica en el Holocausto. Y sus conclusiones son inquietantes: una de ellas, que el papa Pío XII fue «un colaboracionista nazi».
Durante la entrevista realizada en Madrid -adonde viajó para presentar su libro-, Goldhagen se comporta con toda serenidad y pericia. Tiene 43 años y, tras estudiar en Harvard primero la carrera de Ciencias Empresariales y luego la de Ciencias Políticas, en la que se doctoró, ejerció la docencia en la misma universidad durante muchos años. Ahora la ha abandonado para dedicarse por completo a la investigación y el ensayo.
-Usted acaba de desatar otra polémica con sus acusaciones a la Iglesia católica. ¿Es usted un historiador kamikaze?
-Creo que mi ataque es bastante educado. Me adentro en el material histórico y luego lo analizo como científico social. Mis conclusiones son evidentemente devastadoras: en este caso, que la Iglesia católica fue cómplice del Holocausto. Claro que hay razones para que algunos lo interpreten como un ataque. Pero lo que intento hacer siempre, al observar que ha existido cierta confusión sobre estos temas, es plantear una serie de problemas y hablar de ellos. Lo que hago es chocar con las personas, sorprenderlas, porque trato temas importantes acerca de los cuales se han dicho montañas de falsedades. Procuro acabar con los tabúes y con quienes han erigido una historia falsa. Es una tarea difícil, por supuesto, porque hay gente a la que le interesa mantener los tabúes y las mentiras, y cuando los ven cuestionados responden con furia. Mi trabajo es intelectual -soy científico político- y lo que me interesa es decir la verdad de la mejor manera posible según la entiendo. No me preocupa para nada la reacción de aquéllos que no quieren escuchar la verdad. Mi ambición es ordenar todo esto. Con este libro espero que se tome conciencia de la reparación moral que aún debe la Iglesia.
-Cuando usted habla de Iglesia católica, ¿se refiere a las más altas jerarquías del Vaticano, a las de la Iglesia de cada país?
-La Iglesia es una institución muy compleja. Algunas veces me refiero al Vaticano y al Papa. Otras veces hablo de la institución en general y, en ciertos casos, a las iglesias nacionales.
-Algunos miembros del clero se opusieron activamente al exterminio de judíos. ¿Se trató de una absoluta minoría dentro de la Iglesia?
-Es una pregunta sencilla que tiene una respuesta complicada. Hay que separar las persecuciones previas a que empezaran los crímenes en masa de las posteriores. La evidencia nos dice que la gran mayoría de la Iglesia, en su sentido más amplio, aprobaba la persecución de judíos sin estar de acuerdo con la violencia extrema ni las matanzas. Hay varios ejemplos de esto, como el del mismo Vaticano. El Vaticano aceptó las leyes racistas. La Iglesia cristiana alemana aceptó las leyes de Nüremberg; la Iglesia eslovaca también. Existía la creencia de que era bueno mantener al judío separado del resto de la sociedad cristiana, restringido, aislado. Después sobrevinieron los asesinatos en masa, y está claro que hubo gente de la Iglesia que se opuso a ellos, pero no sabemos cuántos fueron con exactitud. Sabemos también que una minoría del clero ayudó a los judíos; es digna de elogio y así lo hago constar. Pero desafortunadamente no tuvieron el apoyo institucional de la Iglesia.
-Usted señala que la Iglesia católica erigió en el pasado las estructuras de represión y segregación de los judíos. ¿Puede deducirse de ello que los nazis complotaron para la Iglesia?
-Es difícil establecer el límite exacto de las responsabilidades. Pero es indudable que si la Iglesia no hubiese defendido el antisemitismo y sostenido la idea del carácter demoníaco de los judíos, si no hubiese hablado de éstos como de hijos de Satán, los nazis no se habrían podido «inventar» esta teoría que luego llevaron a la práctica. Claro que tampoco caben dudas acerca de que la Iglesia nunca habría iniciado la matanza masiva de judíos que luego se produjo, porque va en contra de la moral de la institución. Pero los nazis se apoyaron en los muchos siglos que llevaba la Iglesia abonando el antisemitismo y sobre esta base cambiaron la dirección, desviándose de la doctrina cristiana. No hay más que ver cuando, en 1937, el periódico de referencia obligada del Vaticano Civiltà Cattolica publicó un artículo en el que se hablaba del «problema judío», para cuya «solución» se mencionaba la «eliminación» e incluso se llegaba a citar la palabra «destrucción». Claro que también es verdad que allí afirmaba que sería «excesiva» una solución de este tipo, porque el asesinato y la violencia son contrarios a la moral católica. Y hay que decir que este artículo se publicó con el beneplácito de Eugenio Pacelli, entonces secretario de Estado del Vaticano y luego Pío XII.
-En todo caso, ¿distinguiría algunas peculiaridades entre el antisemitismo nazi y el antijudaísmo de la Iglesia católica?
-En primer lugar, yo no acepto la diferencia entre antijudaísmo y antisemitismo. Ambas cosas deberían llamarse antisemitismo, para luego establecer distinciones entre los distintos tipos. Para ilustrar mejor este asunto citaría, como lo hago en mi libro, las declaraciones del obispo de Sarajevo, Ivan Saric, en un artículo titulado «¿Por qué se persigue a los judíos?», aparecido en su periódico diocesano en mayo del 41. Podrían pertenecer a un miembro del partido nazi: «Los descendientes de quienes odiaron a Jesús, de los que le persiguieron hasta la muerte, le crucificaron y persiguieron a sus discípulos, son culpables de mayores crímenes que sus antepasados. La avaricia judía aumenta. Los judíos han llevado a Europa y al mundo hacia el desastre moral y económico. Su apetito no cejará hasta que el dominio del mundo entero llegue a satisfacerlo». Es cierto que las consecuencias de ambos antisemitismos son luego diferentes, porque la Iglesia acepta la conversión de los judíos para que encuentren la salvación, mientras los nazis no aceptan la salvación de los judíos bajo ningún medio.
-¿La complicidad es sólo de la Iglesia católica o de las demás iglesias cristianas?
-Mi libro se limita a la Iglesia católica. Pero lo que me propuse es un estudio de un caso ejemplar, sentar un ejemplo sobre unos principios que luego pueden servir para juzgar a otras Iglesias cristianas, u otro tipo de crimen, u ofensas cometidas en otros períodos históricos o contra otras víctimas. Ahora bien, es verdad que hay otras Iglesias cristianas, como por ejemplo la luterana alemana, que también difundieron el antisemitismo y fueron responsables de las persecuciones. Este caso fue quizá peor que el de la católica, puesto que constituyó la base misma del movimiento nazi. Pero también hay otras Iglesias, en otras partes de Europa, que hicieron mucho por ayudar a los judíos. Me refiero a la Iglesia estatal luterana danesa, que instó a sus fieles a luchar contra esta persecución, lo que hizo que se salvara del genocidio casi toda la comunidad judía danesa.
-¿Cuáles son las pruebas básicas del antisemitismo del papa Pío XII?
-En 1943, Eugenio Pacelli, luego papa Pío XII, ratifica las leyes racistas del régimen de Mussolini en Italia, de cuya índole no cabía ninguna duda. Estamos hablando de un año en el que ya se estaba masacrando masivamente a los judíos, y él lo sabía. Conocía perfectamente todo lo que estaba pasando. Y cuando dice que los judíos son los responsables de la muerte de Jesucristo, está haciendo también una declaración antisemita. Si hemos de aceptar por tradición las enseñanzas del cristianismo o del Nuevo Testamento, tenemos que afirmar que son antisemitas. Pío XII llegó a decir una y otra vez, e incluso escribió una encíclica al respecto -Mit brennender Sorge (Con ardiente preocupación)-, que los judíos eran responsables de la muerte de Jesús en la cruz y concluyó que «por esto está sufriendo el pueblo judío». Creo que son evidencias aplastantes de que él era un antisemita.
-¿Pero esa afirmación basta para aseverarmar que el Papa fue un colaboracionistas en la misma medida en que lo fue el mariscal Pétain en Francia?
-Hay una serie de categorías normales que debemos utilizar al hacer el análisis histórico y la evaluación moral, y debemos acabar, entonces, con las categorías excepcionales y las idiosincrasias. Al hablar de colaboracionismo, un término acuñado en Francia, hablamos de la cooperación con los alemanes en el logro de sus objetivos. Más allá de las justificaciones de una determinada conducta con la afirmación de que se buscaba salvaguardar a una institución o de uno mismo, si examinamos la conducta de la Iglesia católica, del Vaticano o de Pío XII podemos concluir que fueron colaboracionistas al igual que el régimen de Vichy. Tengamos en cuenta que el obispo de París dijo en 1942 que la colaboración con los alemanes era la única salida para Francia y para la Iglesia.
-Hay en su libro una clara referencia al antisemitismo militante del clero de Eslovaquia, país cuyo primer presidente fue monseñor Josef Tiso, y del de Croacia, y habla de su responsabilidad directa en el Holocausto. ¿Esto comprende la actuación de sacerdotes católicos en el exterminio?
-Monseñor Tiso era el presidente de Eslovaquia y el país estaba gobernado por un partido católico. Los sacerdotes miembros de este partido votaron a favor de la deportación de judíos. Hablamos de personas a las que se saca de sus casas, de su tierra hacia un destino incierto, para emprender un viaje que tenía por meta la muerte en los campos de concentración. Esto convierte al régimen de Tiso en cómplice directo de la maquinaria de la destrucción. Así, desde el punto de vista del Derecho y de nuestra conciencia, sus integrantes son culpables de crímenes. En el caso de Croacia, había una serie de sacerdotes católicos -no sabemos exactamente cuántos- que dirigían campos de concentración.
-Usted rechaza el concepto de «banalidad del mal» de Hannah Arendt y también la posición de Jean-Paul Sartre expuesta en sus «Reflexiones sobre la cuestión judía». ¿Podría detallar sus objeciones?
-Ninguno de estos autores hizo una investigación sobre quiénes perpetraron los crímenes. Se limitaron a escribir sobre por qué determinadas personas mataron a los judíos y por qué existen sentimientos antisemitas. Ellos hacen, digamos, una construcción filosófica que se ha demostrado incorrecta a través del estudio de los hechos. Ya en Los verdugos voluntarios de Hitler me ocupé de quienes realizaron estos crímenes, y, al contrario que Hannah Arendt, no hablo de la banalidad del mal y de aquéllos que lo hicieron sin saber, sino del sentimiento antisemita que existía. En cuanto a Sartre, él piensa en el antisemitismo como en algo que la gente dice pero no cree, y yo no sé cómo alguien pudo tomarse en serio esta teoría.
-Algunos autores, en la línea de Norman G. Finkelstein, autor de La industria del Holocausto, creen que con demasiada frecuencia se utiliza el Holocausto para justificar la conducta de Israel hacia los palestinos. ¿Qué opina al respecto?
-He venido aquí a hablar y discutir sobre mi libro y no a ocuparme de las ideas del señor Finkelstein. Mi libro establece una serie de interrogantes, de juicios y preguntas históricas. En él formulo una serie de principios sobre la reparación moral, que espero tengan valor para las personas y para la Iglesia. Estoy convencido de que mucha gente quiere deslegitimar los aspectos precisos, históricos, morales que es necesario tener en cuenta en el debate del Holocausto y de que hablan sobre problemas de la política contemporánea que no les gustan para desviar la atención.
Tomado de Clarín
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