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Para el politólogo Luis Guillermo Solís, el principal enemigo del proceso de diálogo entre israelíes y palestinos, son los radicales que, en ambos bandos, se oponen a la paz.
En Palestina se busca un relevo para Yasser Arafat.
La ultra derecha religiosa judía y los grupos fundamentalistas islámicos palestinos, son los principales escollos para que un proceso de paz le ponga fin a al conflicto árabe israelí, un enfrentamiento que, de todos modos, es imposible ganar por medio de las armas.
Según el analista político, Luis Guillermo Solís, las posibilidades de iniciar una nueva ronda de negociaciones pasan, necesariamente, por el papel que Estados Unidos esté dispuesto a asumir en la región.
La invasión de Irak tiene un valor que afecta el conjunto de las relaciones de Estados Unidos y Gran Bretaña con el mundo árabe y, por lo tanto, de alguna manera afecta la situación entre israelíes y palestinos.
No obstante, este conflicto posee una lógica propia que, independientemente de otros problemas en la región, explica las complejidades del proceso de paz entre judíos y musulmanes.
Aunque Estados Unidos hubiese desistido de atacar a Irak, de igual manera la «hoja de rutas» o plan de paz propuesto por el presidente, George W. Bush, hubiera encontrado obstáculos.
Según Solís, las variables más importantes del conflicto tienen que ver con la política interna israelí y palestina.
«Ambos lados tienen dificultades muy complejas, como el tema de los asentamientos judíos en los territorios ocupados y el papel del Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yaser Arafat, en esta nueva etapa de diálogo».
Por este motivo, insistió el politólogo, la presencia de Estados Unidos y sus aliados en territorio iraquí, no es el escollo más grave que enfrentan las negociaciones de paz. De igual manera que el conflicto tiene sus características particulares, sucede lo mismo con las relaciones entre Washington y las partes en disputa.
«Los Estados árabes consideran la presencia de los estadounidenses como una pieza fundamental del ajedrez político del enfrentamiento entre israelíes y palestinos, especialmente por la influencia que tiene la Casa Blanca en el gobierno hebreo».
FRENTE AL RADICALISMO
Solís opinó que, la dinámica de los acontecimientos, ha llevado al otrora belicista Primer Ministro de Israel, Ariel Sharon, a convertirse en el personaje más interesado en que se cumpla la «hoja de ruta».
Sharon intenta reposicionarse en la política israelí, principalmente frente a los extremistas religiosos, que obviamente tienen una posición más reaccionaria que la del líder del bloque conservador Likud.
Cabe recordar que el Primer Ministro gobierna gracias a una heterogénea coalición de partidos, en donde hay facciones opuestas a cualquier concesión a los palestinos y otros grupos moderados, como Meretz, que tienen una línea pacifista.
«Sharon considera al Meretz una pieza fundamental para equilibrar su gobierno hacia el centro. Además, en el caso de que la ultra derecha boicotee el diálogo, es posible que el Primer Ministro intente reeditar el gobierno de unidad nacional con los laboristas».
Por su parte, prosiguió Solís, la situación es igual o más complicada para el lado palestino, ya que hay dos problemas relacionados con la posición de liderazgo de Arafat y el papel del nuevo Primer Ministro, Mahmud Abbas.
En primer término, está el complejo proceso para la sucesión del líder histórico de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yaser Arafat, quien trató de mantener cuotas de poder en el gabinete, ante el inevitable ascenso de Abbas como jefe del gobierno e interlocutor con el visto bueno de Estados Unidos.
La segunda dificultad se refiere a las posibilidades reales de control que tienen Arafat y Abbas sobre las facciones armadas, como Al Fatah, y los grupos más radicales, entre los que destacan Yihad, Hamas y la milicia pro iraní Hezbolah. Estas organizaciones nunca han sido favorables al diálogo y se niegan a reconocer el Estado de Israel.
Los moderados de ambos bandos, — inclusive la derecha tradicional israelí –, opinan que no es posible acabar con el conflicto mediante una alternativa bélica.
Esto también lo saben los grupos fundamentalistas islámicos, que tienen muy presentes las siete guerras que han perdido los árabes frente al Estado de Israel; no obstante, apuestan por una escalada terrorista, que logre repetir lo que sucedió en el Líbano: una retirada unilateral de los israelíes.
«Desde todo punto de vista, ésta es una lectura equivocada por parte de estas organizaciones, porque Israel no volverá jamás a hacer un movimiento sin el respaldo de una negociación como la que se intenta en estos momentos».
A pesar de que Solís espera se alcance algún grado de acuerdo, explicó que las condiciones que se dieron hace tres años en Camp David, cuando el ex presidente estadounidense Bill Clinton estuvo a punto de lograrlo entre Arafat y el entonces Primer Ministro israelí, Ehud Barak, son irrepetibles.
El obstáculo en ese entonces, fue que el líder palestino se encontraba atado de manos por las exigencias de sus adversarios más radicales. En cambio, Barak y Clinton tenían la disposición de ceder casi cualquier cosa, con tal de lograr un éxito que les asegurase su paso a la historia.
«Desde esa última etapa de negociaciones, han sucedido muchas cosas, como el levantamiento de la segunda Initifada. Ha corrido demasiada sangre y es difícil que las condiciones favorables de 2000 se reediten con un plan de paz impulsado por un presidente republicano».
Para Solís, persiste el interrogante de hasta dónde será capaz Bush de superar los baches, tomando en cuenta el extremismo de las posiciones más radicales.
El presidente estadounidense necesita un éxito en Medio Oriente, para demostrarle al mundo, — y especialmente a sus propios electores –, que su política es la correcta y que tiene un gran liderazgo, a pesar de la guerra en Irak.
«El diálogo entre israelíes y palestinos se vuelve aún más trascendental para Bush ante la posibilidad de que nunca se encuentren armas de destrucción masiva en territorio iraquí», detalló.
No obstante que, hasta el momento, el mandatario conserva la delantera en las encuestas de cara a las elecciones de 2004, su victoria podría verse amenazada ante la evidencia de que su intervención en Irak fue motivada por intereses que no confesó a su pueblo.
El analista político expresó su asombro ante el papel desdibujado que, en este proceso de paz, tienen otros actores extra regionales, como la Unión Europea y Rusia, lo que deja, de nuevo a Estados Unidos en un rol central, como único garante de un eventual acuerdo.
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