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A los 11.69 años de edad, es decir antes de cumplir los 12 años, es el promedio de edad en el cual las y los jóvenes costarricenses tienen su primer contacto con las bebidas alcohólicas, según pudo determinar un estudio que analizó el comportamiento de más de 600 estudiantes en edades comprendidas entre los 13 y los 15 años.
El mal desempeño académico de los y las colegiales no predice problemas futuros con el licor. (Las personas que aparecen en las fotografías no tienen relación con el estudio, se emplean solo con fines ilustrativos).
El trabajo, que llevó a cabo el M.Sc. Julio Bejarano Orozco, se propuso analizar desde una perspectiva psicosocial, el inicio del consumo de bebidas alcohólicas en jóvenes escolarizados de San José, con la idea de que sirva de base en la definición de políticas y acciones específicas dirigidas a la población infantil y juvenil.
Bejarano, reconocido investigador del Instituto de Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA), realizó este estudio como tesis para optar al grado de Magíster en el Programa de Posgrado en Farmacodependencia de la Universidad de Costa Rica.
Él informó que era necesario ahondar en las motivaciones y en los factores que expliquen la tendencia a la disminución de la edad de inicio en la bebida alcohólica.
Aclaró que se considera «inicio en la bebida alcohólica» cuando una persona ingiere una cerveza, un trago o una copa de vino completa, no solo cuando prueba el sabor.
Para realizar la investigación seleccionó, mediante un procedimiento de muestreo, cuatro colegios dentro de los centros de condición socioeconómica media, diurnos, mixtos y con una matrícula superior a mil estudiantes. En total conformó la muestra con 385 jóvenes alumnos de 7°, 8° y 9° año.
Para comparar los resultados seleccionó, intencionalmente, tres centros educativos más: uno de condición socioeconómica baja, uno rural y otro privado, para un total de 287 jóvenes también de 7°, 8° y 9° año.
INDAGAR INFORMACIÓN
Bejarano utilizó en esta investigación un Cuestionario sobre Conocimientos, Opiniones, Actitudes y Prácticas (COAP) que le permitió obtener información sociodemográfica, sobre rendimiento académico, datos de los padres o encargados, el estado de ánimo del estudiante (presencia en el último año de cansancio, problemas para dormir, depresión, desesperanza y ansiedad), y la práctica de actividades extracurriculares (grupos juveniles, religiosos, artísticos, deportivos, científicos, ecológicos, pandillas, lectura semanal, consumo televisivo, radiofónico, de Internet y de videojuegos).
En cuanto a conocimientos, preguntó sobre efectos, consecuencias y comparaciones de bebidas alcohólicas; en actitudes quiso conocer la disposición favorable o desfavorable hacia el consumo de licor, sus efectos, la imagen que se proyecta y la opinión acerca de las prácticas de consumo en jóvenes y adultos.
El cuestionario incluyó también datos del consumo del estudiante (la edad y bebida de inicio, la bebida actual, compañía y contexto de consumo inicial y actual, ingesta moderada y abusiva en el último año y en el último mes), el patrón de consumo de padres, amistades y novias (os) y las consecuencias del consumo (incapacidad de detenerse, accidentabilidad y presencia de problemas).
Para hacer más precisos los datos de bebida familiar, Bejarano empleó una escala de medición llamada CAGE familiar, que se emplea por primera vez en un estudio de este tipo.
El investigador quiso someter a discusión los resultados que se obtuvieron en este trabajo, en grupos de jóvenes elegidos por orientadores de los centros educativos. El debate se concentró en cuatro grandes temas: conocimientos y actitudes, prácticas en torno al consumo de alcohol, razones por las cuales se inicia y se mantiene el consumo, y por las que se incrementa y se instaura un consumo excesivo.
MUY JÓVENES
Los resultados revelan que el 59% del alumnado participante dijo haber tomado alguna vez una bebida alcohólica y de ellos el 80% tomó antes de los 13 años. La mayoría (57%) prefirió la cerveza y el estudio no encontró diferencia entre hombres y mujeres, por edad ni por colegio.
Este dato contrasta con los resultados de un estudio realizado a nivel nacional en el 2002, en donde la prevalencia de consumo de alcohol fue de un 54% y la edad de inicio de 17 años. El investigador explicó que en las muestras para realizar estudios nacionales en hogares se suelen incluir rangos de edad que van de 12 a 70 años, con lo que ciertos valores promedio de los datos parecieran no reflejar lo que realmente ocurre en los grupos jóvenes, como sí lo logra el trabajo que él realizó.
Otros resultados indican que en el colegio privado el consumo de licor fue más alto y hubo menos abstemios, que lo reportado en los restantes.
La mayoría de los participantes en el estudio mantenían notas de conducta muy buenas: solo el 12% tenía problemas en este aspecto. En los colegios «de comparación o contraste» se evidenciaron notas más bajas de conducta, especialmente en el colegio privado. También el estudio revela contrastes muy altos en el rendimiento académico de los alumnos del colegio privado y los de colegios públicos, al ser más elevado en el primero.
La mayoría de jóvenes (71%) convivía con su padre y su madre; en el colegio rural ese dato se eleva al 82%. Un 26% de las familias estaba conformada por la madre y sus hijos.
Igualmente, los resultados muestran que un 25% de los participantes estaban anímicamente alterados.
Bejarano explicó que se considera como alterado (a) a quien en los últimos 12 meses dijo estar casi siempre o siempre cansado (a) para hacer cosas, con problemas para dormir, nervioso (a) o angustiado (a), deprimido (a) o triste o demasiado preocupado (a).
El porcentaje de alteraciones anímicas fue más bajo en el colegio rural, en donde el ambiente es menos estresante y eso se pudo comprobar tanto en alumnos como en profesores.
MODERADOS Y EXCESIVOS
Aunque hay muchas formas de medir el consumo de licor, en el IAFA aplican una fórmula para simplificarlo: cinco tragos por sentada al menos una vez por semana, es considerado excesivo, y los moderados son los que toman cuatro tragos o menos, una vez cada 15 días, una vez al mes o casi nunca.
El profesional explicó que el término «alcohólico» incluye a aquellas personas que tienen una dependencia biológica hacia el licor, y una vez que comienzan a tomar hacen una crisis que les impide detenerse.
Dijo que en el país existen bebedores excesivos que se embriagan poco y otros que se embriagan mucho y parecen alcohólicos, pero no se les aplica ese término mientras no cumplan otros criterios además de beber y embriagarse frecuentemente.
El investigador encontró que un 73% de los alumnos se ajusta a lo que se considera como bebedor moderado y un 27% aunque también se le considera moderado, resulta más «frecuente,» es decir que toma una o más veces por semana. En estos casos fueron más los hombres que las mujeres quienes tomaron en forma frecuente.
Bejarano comentó que un 6.5% de los y las tomadoras consultadas en este estudio, ya tenían problemas por la forma en que toman, por lo que entran en la categoría de riesgo y un 0.8% en la de alto riesgo.
«Estamos hablando de un total de 7.3% de los colegiales estudiados con algún tipo de riesgo, lo que es realmente grave, porque son niños de 13 a 15 años, quienes ya han experimentado consecuencias por su manera de beber». Entre ellas el trabajo señala que cuando toman se entristecen, se accidentan, han tenido problemas en el colegio y con su familia por su forma de beber, los amigos les han dicho que toman mucho y algunos indican que cuando comienzan sienten deseos de seguir tomando.
En este estudio se pudo comprobar la relación que existe entre la edad y el licor, en el sentido de que a inicios más tempranos, la generación de consecuencias o problemas llegan también más temprano.
DE TAL PALO…
La influencia de los padres y de los amigos es uno de los aspectos que el estudio consideró por ser figuras de ejemplo o de influencia. De acuerdo con las respuestas que las y los jóvenes dieron en el cuestionario, un 12% de los padres y un 1.7% de las madres mantenían un consumo excesivo de alcohol. El porcentaje asciende a un 8.4% cuando se refiere al consumo que tienen novias o novios y a un 14.2% cuando son los amigos. En cuanto a abstinencia, el porcentaje más elevado lo mantenían las madres, con un 63%.
No obstante, el CAGE o la medición familiar, que es mucho más precisa, mostró que un 18% de los padres tienen evidentes problemas de alcoholismo o están en alto riesgo de padecerlo, así como un 10% de las madres de los alumnos (as) estudiados (as).
En la discusión grupal, los bebedores excesivos reconocieron como determinante en su decisión de tomar, la conducta de su madre y de su padre y la compañía de grupos de amigos que toman.
En general, la moderación en el tomar no fue considerada ni como buena ni como mala por los participantes en la discusión, sino que se logra, según opinan, a partir de la experiencia con el licor, razón por la cual plantean que tomar desde edades tempranas les ofrece la experiencia y resistencia que tiene el adulto.
En su criterio el alcohólico es el que toma alcohol de fricciones y un 51% manifiesta una actitud negativa hacia el licor, mientras que un 48.4% mantiene una actitud positiva, sobre todo al considerar al licor como un desinhibidor y un facilitador de la expresión emocional y de las relaciones sociales.
Durante la discusión de grupo, los y las muchachas se manifestaron abiertamente sobre lo que piensan y no se inhibieron en sus respuestas, sino que en ocasiones, por el contrario, trataban de mostrarse como grandes conocedores en la materia.
Para tratar de aclarar aún más todos los elementos que intervienen en la decisión de comenzar a tomar licor a determinada edad, el investigador realizó un análisis multivariado, es decir sopesó las diferentes variables que influyen en esa decisión y encontró que las más importantes son el rendimiento académico y el estado anímico del estudiante, sus amigos y la escolaridad de la madre.
Explicó que la madre es un elemento fundamental en el desarrollo de hábitos sanos en los hijos y en una adecuada supervisión de ellos, incluyendo las conductas de riesgo. Según pudo comprobar, los adolescentes se inician más tarde en la bebida, en tanto más alto sea el nivel de escolaridad de la madre.
Aunque se esperaba lo contrario, el análisis multivariado revela que el mal desempeño académico no predice problemas futuros con el licor, y que quienes tienen amigos que no toman y además no presentan alteraciones en el estado de ánimo, se inician más tarde.
¿QUÉ ESTÁ PASANDO?
Bejarano se mostró preocupado por los datos del trabajo, pues «se trata de jóvenes colegiales, que revelan que están tomando en edades muy tempranas, pese a que cuentan con el colegio como elemento limitante.
«La información de las últimas tres décadas muestra una tendencia hacia la disminución en la edad de inicio, con implicaciones hasta ahora muy poco estudiadas, por lo que considero que este es un problema de primer orden en el país, al que hay que abocarse», manifestó.
Este comportamiento responde a un condicionante social y que se censuraba antes más que ahora, añadió. «Hace 30 años la embriaguez en la mujer joven prácticamente no existía y en el hombre podía darse después de los 18 años, ahora ocurre al inicio del colegio y en forma igual para hombres y mujeres». Incluso ya se ha reportado embriaguez en niños de sexto grado.
Todo esto responde a los cambios sociales que están afectando a la familia costarricense, como es el aumento del número de hogares con una ausencia relativa o total de la figura paterna o de alguna otra que cumpla ese rol, el incremento de las rupturas conyugales, mediante el divorcio y una mayor cantidad de mujeres trabajando fuera del hogar.
Esos elementos afectan la organización de los hogares y la estructura tradicional de los lazos de parentesco, lo cual podría tener también un impacto sobre diversos comportamientos, entre los que el consumo en general y el de alcohol en particular, podría ocupar un lugar de privilegio.
Bejarano recomendó que las familias no faciliten el acceso de licor a los adolescentes y que por el contrario, retrasen todo lo que se pueda su inicio en la bebida.
Aseguró que aunque no es concluyente aún en humanos, investigaciones en animales de laboratorio dan cuenta que los cambios fisiológicos que ocurren en el cerebro del adolescente pueden afectar la manera en que se modula la respuesta hacia el alcohol. «No es lo mismo tomar siendo adulto, que tomar siendo niño o adolescente,» advirtió.
En su análisis sobre esta situación, el profesional plantea que el consumo de alcohol en el adolescente opera como un símbolo de la autonomía adulta y como una forma de romper con la niñez. En esto también influyen los medios de comunicación que lo presentan como algo atractivo y él o la muchacha lo percibe, quizá, como el elemento que le permite lidiar con inseguridades y tensiones y le ofrece un acceso más fluido a su grupo de pertenencia.
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