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Luego de la guerra en Irak y con los conflictos entre israelíes y palestinos, la atención del mundo se centra ahora en Irán.
El presidente de Irán, Mohamed Jatami, un reformista incomprendido por Estados Unidos.
Los planes de privatización de la educación superior y las rígidas reglas del régimen de los ayatolás, han impulsado a miles de estudiantes a tomar las calles de Irán, en un movimiento de protesta pacífico que quedó empañado por la intromisión de Estados Unidos, país que acusa a las autoridades de Teherán del desarrollo secreto de armas nucleares.
Asimismo, las operaciones policiales llevadas a cabo en Francia contra varias organizaciones opositoras iraníes, profundizaron la brecha entre París y Washington, — abierta durante la guerra en Irak –, y motivaron manifestaciones y altercados en las embajadas de Francia e Irán en toda Europa.
EL ENEMIGO ESTÁ RODEADO
Luego de la invasión a Irak, era previsible que el siguiente objetivo para Estados Unidos en la región del Medio Oriente fuera Irán, un país gobernado desde 1979 por clérigos musulmanes que han modelado un régimen teocrático.
Washington siempre acusa al gobierno de Teherán de patrocinar al terrorismo integrista islámico y de desarrollar armas nucleares.
Desde el triunfo de la revolución islámica, de la mano del carismático ayatolá Khomeini, las relaciones entre Irán y occidente no han sido fáciles.
Uno de los primeros actos del régimen fundamentalista, poco después de tomar el poder, fue la humillante toma de la embajada estadounidense en Teherán.
Desde entonces, los desencuentros han sido muchos. En los 80, Estados Unidos le dio apoyo militar y económico al régimen de Saddam Husein, con el fin de que ganara el conflicto bélico que, en ese momento, sostenían Irak e Irán.
Al mismo tiempo, se revelaba toda la trama del complot conocido como «Irangate»: un oscuro pasaje en la historia de los servicios secretos estadounidenses, en el que se vendieron armas a Irán para financiar a los contrainsurgentes nicaragüenses y para lograr la liberación de norteamericanos secuestrados en el Medio Oriente. Este caso casi le cuesta la presidencia al republicano Ronald Reagan.
Acabada la guerra Irán – Irak, Saddam Husein se convirtió también en una amenaza para los intereses de la Casa Blanca. La invasión de Kuwait desató en 1991 la operación «Tormenta del Desierto».
A pesar de la victoria estadounidense, Husein fue dejado en el poder. Ese error, cometido por George Bush padre, sería enmendado doce años después por su hijo, el presidente George W. Bush.
Además del petróleo iraquí y el acceso al mar Caspio, otro de los intereses inconfesables que impulsaron a la Casa Blanca a ordenar, contra la opinión internacional, una invasión a Irak, fue la idea era rodear a Irán.
Con Afganistán e Irak ocupados, Estados Unidos asume una posición geoestratégica dominante, que le permite amenazar al régimen de Teherán por el este y el oeste.
Aunque en Irak aún no se ha encontrado ni un gramo de agentes biológicos o químicos, Bush no duda en esgrimir el argumento de las armas de destrucción masiva también contra Irán.
Un informe de la Agencia de energía atómica de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que invita al gobierno iraní a colaborar más, con el fin de verificar que ese país está cumpliendo con todos los extremos del tratado de no proliferación nuclear, le ha servido a Estados Unidos para lanzar veladas amenazas.
A pesar de que el jefe de inspectores nucleares de la ONU, el egipcio Mohamed Al Baradei, y otros líderes como el presidente ruso Vladimir Putin, aseguraron que el programa nuclear iraní es pacífico, Washington parece empeñado en demostrar lo contrario.
Sin embargo, como mencionó recientemente el presidente iraní, Mohamed Jatami, la estrategia norteamericana contra su país no puede ser la misma que la utilizada en Irak.
Según el líder iraní, Estados Unidos y sus aliados saben que si se atreven a atacar a Irán serían derrotados y humillados.
Sea o no cierta esta afirmación, Washington le deja en bandeja a los rudos del régimen de los ayatolás, la tarea de acusar a los movimientos sociales de oposición de estar infiltrados por la inteligencia norteamericana.
REFORMAS EN LIBERTAD
Hace pocos días, un líder de la oposición iraní en el exilio afirmó que cada palabra del gobierno estadounidense a favor de los movimientos estudiantiles de protesta en Irán, refuerza la tesis de los clérigos radicales, en el sentido de que las manifestaciones son producto de la interferencia de los servicios secretos occidentales.
Algo similar debe pensar el presidente iraní, Mohamed Jatami, un reformista que ha hecho grandes esfuerzos por modernizar a su país y por quitarle el estigma de ser un bastión del fundamentalismo integrista que apoya al terrorismo internacional.
El líder espiritual de Irán y heredero del ayatolá Khomeini, Ali Jamenei, atacó al gobierno de Jatami por sus intentos de acercamiento a occidente y en las condiciones actuales, no sería extraño que haga una movida política para sacar a los moderados del poder.
De este modo, acusados de traición, cientos de estudiantes y algunos diputados del parlamento que claman por reformas políticas que liberalicen las rígidas normas de la Ley coránica, fueron arrestados en las últimas horas.
Las protestas estudiantiles empezaron la semana pasada debido a la intención del gobierno de privatizar la educación superior pública.
El sector estudiantil ha negado cualquier vínculo con Estados Unidos y enfatizó el hecho de que su movimiento aboga por un Irán independiente.
No obstante, los estrategas estadounidenses implementaron una serie de tácticas de «guerra electrónica», mediante la cual bombardean a la población iraní con transmisiones de radio y televisión que llaman a derribar la teocracia de los clérigos.
Estados Unidos juega un peligroso ajedrez en el Medio Oriente. Con las negociaciones entre israelíes y palestinos estancadas por la violencia y con una ocupación de Irak cada día más complicada, avanzar ahora sobre Irán podría ser un error irreparable.
Los peones de esta fase del juego, los estudiantes iraníes que sueñan con un modo de vida más libre, serán sacrificados sin que esto beneficie a alguno de los bandos.
Para acabar de complicar el panorama, la policía francesa arremetió la semana pasada contra varias organizaciones de exiliados iraníes, a las que acusó de planear ataques terroristas contra intereses afines al régimen de Teherán.
Esta operación generó protestas en toda Europa. Varios exiliados se inmolaron frente a la representaciones diplomáticas de Irán y Francia, en protesta por lo que consideran un favor de París al gobierno fundamentalista de Jatami.
Este nuevo episodio, profundizará el cisma entre Estados Unidos y Francia, países que parecen seguir caminos muy divergentes en su política exterior.
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