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En medio de protestas y una sensación de parálisis política, el presidente del Perú, Alejandro Toledo, optó por una alianza con la derecha para buscar una salida a la crisis por la que atraviesa su gobierno. Toledo nombró a una «tecnócrata» al frente del gabinete, en medio de críticas y aplausos.
Alejandro Toledo busca un nuevo aire al iniciar su segundo año de gobierno.
Agobiado por una crisis política para la cual no parece encontrar respuestas, el presidente del Perú, Alejandro Toledo, decidió la semana pasada nombrar a la abogada y exjefa de la Superintendencia Nacional de Administración Tributaria (Sunat), Beatriz Merino, al frente del gabinete.
Dirigente política de corta trayectoria, abogada de prestigio, con una carrera en organismos internacionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Merino asumió el cargo el pasado 28 de junio, en sustitución de Luis Solari, al frente del gabinete.
AISLADO
Toledo reconoció, al juramentar en el cargo de Merino, que se ha aislado de la población. He cometido el error de no decirle al pueblo «la pesada carga que recibía luego de diez años de autoritarismo», afirmó.
«De repente me he desenganchado de mi pueblo. Hemos cometido errores, juzguen ustedes nuestras flaquezas», dijo Toledo a su nuevo gabinete.
El mandatario insistió en que esto representa un «punto de quiebre» en su gobierno y que buscará, a partir de ahora, un mayor acercamiento con la población a fin de entregar «un país saneado y con responsabilidad» en 2006, cuando termina su mandato.
Toledo afirmó que tres aspectos forman parte del relanzamiento de su gobierno: dinero fresco para incrementar la inversión pública; una política deliberada y sin cuartel contra el terrorismo y el narcotráfico; e impulsar la seguridad ciudadana. Parece demasiado poco para la gravedad de la crisis.
Toledo no ha cumplido ninguna de sus promesas electorales que ofrecían a la población una mejoría en sus condiciones de vida, gravemente deterioradas desde los últimos años del gobierno de Alan García, a finales de los 80 y durante la década de la administración de Alberto Fujimori. En ese período se acentuaron las medidas de control salarial y desregulación de la contratación de mano de obra, mientras se aceleraba la venta de los activos públicos, en medio de la arbitrariedad y la corrupción que caracterizó el gobierno de Fujimori.
A pesar de mostrar los mejores índices económicos da América Latina, incluyendo un crecimiento de la economía de 5,2% el año pasado y una previsión de 4,5% para este año, la situación social es cada día peor.
Salarios de hambre para el sector docente, que mantuvo una huelga de varias semanas en junio; siete millones de personas, de un total de 11 millones de la fuerza laboral, se hallan en el sector informal de la economía; más de la mitad de los 27 millones de habitantes viven en la pobreza. Todo esto es parte de un balance social que solo se ha agravado durante la actual administración.
Toledo apela ahora al peso de la herencia recibida para justificar el desasosiego y la sensación de que le falta rumbo a su administración, pero las prioridades señaladas no guardan relación con la gravedad de la crisis, señalaron los observadores. Naturalmente, si se pudiera conseguir dinero fresco para las inversiones, esto contribuiría al crecimiento, pero ese no parece ser el problema de la economía peruana que muestra en esta materia los mejores índices en América Latina.
VUELCO A LA DERECHA
El nuevo gabinete parece ser el resultado de un creciente aislamiento del gobierno que solo ha encontrado apoyo a la derecha del espectro político.
Su partido, «Perú Posible» (PP), ha perdido piso político de manera acelerada, en opinión de una analista que comentaba esta semana la crisis política. En realidad, el partido de Toledo reúne a un grupo de políticos opositores a Fujimori, pero no conforman un grupo con una clara alternativa nacional. Se reunieron en torno al candidato que aparecía con mayores opciones de derrotar a Fujimori, pero no pudieron constituir un grupo de gobierno con una clara opción.
Por otra parte, la alianza de PP con el Frente Independiente Moralizador (FIM) no ha dado los frutos que se esperaba, del mismo modo que se alejaron del gobierno los representantes de una tecnocracia de centroizquierda que acompañó a Toledo en su primer año de mandato.
El APRA, partido de vieja tradición, al que pertenece el expresidente Alan García, actualmente diputado por esa agrupación, se ha consolidado como primera fuerza política. Preocupado con este hecho, Toledo habría dicho a sus diputados, en una reunión para discutir la formación del nuevo gabinete: «Ustedes no van a dejar que el APRA tenga el poder», «ellos nos han comido con zapatos». Por eso buscó primero un acuerdo con otro sector de la oposición, «Unidad Nacional», de tendencia conservadora socialcristiana. Ahí tampoco encontró apoyo. El resultado final fue la oferta a Beatriz Merino, para que asumiera el cargo al frente del gabinete.
Las reacciones no se hicieron esperar. El legislador aprista, Mauricio Mulder, afirmó que en el nuevo Gabinete hay «un poco más de lo mismo» y añadió: Merino Lucero «no tiene ningún peso político».
Sin embargo, el congresista de Unidad Nacional, Antero Flóres Aráoz, dijo que la designación de Beatriz Merino como presidenta del Consejo de Ministros es una garantía para el desarrollo de un trabajo eficiente del remozado Gabinete.
Hugo Garavito, secretario de Formación Política de Perú Posible, el partido del presidente, había afirmado, cuando se comenzó a barajar el nombre de Merino para el cargo, que «el puesto de primer ministro es clave para el PP». Y aseguró que sería lamentable el nombramiento de Merino, pues «se complicaría la gobernabilidad democrática en el país». Pero la realidad es que Toledo optó por una figura extrapartidaria, sin que eso signifique una ampliación de las alianzas del gobierno.
El nombre de Merino, al parecer, le fue sugerido por el escritor Mario Vargas Llosa, un hombre alineado con fuerzas conservadoras del Perú.
La designación de Merino no habría sido recomendada solo por el escritor. Se cita también al exprimer ministro y actual embajador de Perú en Washington, Roberto Dañino, como otro de los que lo apoyó. Ambos representan una línea neoliberal que probablemente saldrá reforzada de este nuevo gabinete de Toledo, anunciado a pocos días de la celebración de su segundo aniversario en el poder.
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