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El pianista

El artista subió al escenario con aplomo, saludó a la multitud cortésmente y volvió a su sitio de honor en el Teatro Karl Marx de La Habana. Bajo, delgado, a sus casi 70 años se ve más joven e irradia confianza; lo observamos con respeto. Roman Polanski fue el invitado a la clausura del 24 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, luego de haber ganado la Palma de Oro en Cannes y el David en Italia, con su adaptación de la autobiografía «La supervivencia maravillosa» de Wladyslaw Szpilman, quien, como él, sobrevivió el Holocausto (alega que éste es su filme más personal, sin ser autobiográfico). Sorprendió con el Óscar al Mejor Director, fugitivo de las autoridades locales, estuvo ausente de la ceremonia en el Teatro Kodak donde se le tributó un rotundo aplauso.

El artista subió al escenario con aplomo, saludó a la multitud cortésmente y volvió a su sitio de honor en el Teatro Karl Marx de La Habana. Bajo, delgado, a sus casi 70 años se ve más joven e irradia confianza; lo observamos con respeto. Roman Polanski fue el invitado a la clausura del 24 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, luego de haber ganado la Palma de Oro en Cannes y el David en Italia, con su adaptación de la autobiografía «La supervivencia maravillosa» de Wladyslaw Szpilman, quien, como él, sobrevivió el Holocausto (alega que éste es su filme más personal, sin ser autobiográfico). Sorprendió con el Óscar al Mejor Director, fugitivo de las autoridades locales, estuvo ausente de la ceremonia en el Teatro Kodak donde se le tributó un rotundo aplauso.
El filme convence de inmediato por su impecable ejecución, ritmo moroso y eficaz, y precisa e impresionante puesta en escena, donde, como ha sido usual en él, la atmósfera es el personaje principal, en vibrante interacción con el protagonista que interpreta perfectamente Adrian Brody (asimismo, merecedor del Oscar por su sobrio trabajo, al estilo de Laurence Olivier). Admiramos los magníficos recursos que permitieron una reconstrucción meticulosa del gueto de Varsovia y de la ciudad arrasada. La paradoja es que el rodaje se realizó en los Estudios Babelsberg de Berlín, y la coincidencia es que estos fueron dirigidos por Volker Schlöndorff, autor de «El tambor de hojalata», filme indispensable para comprender las raíces de la intolerancia y los orígenes del genocidio nazi.
Si conocemos la trayectoria de Polanski nos conmueve su genio marcado por la tragedia y la culpa, asediado por la desgracia y el triunfo. De niño sufrió la embestida nazi, que liquidó a su madre y lo separó de su padre; apenas pudo escapar del gueto de Cracovia. Hasta los 12 años no tuvo educación formal. Rechazado por otra institución, pudo estudiar cine en la Escuela de Lodz. Rápidamente mostró sus capacidades en cortos y largos de géneros distintos, con premios en Venecia y Berlín, y nominaciones al Óscar. Técnicamente virtuoso, macabro, ambiguo, obras suyas como  «Repulsión», «El bebé de Rosemary» y «Chinatown» son clásicos del cine mundial. «El inquilino», donde se siente la influencia de Buñuel y Kafka, es uno de los filmes más importantes que haya visto.
En 1969, su esposa embarazada Sharon Tate y otros amigos fueron descuartizados por la secta de Charles Manson, crimen espeluznante. Un sangriento «Macbeth» fue la respuesta. En 1977 fue acusado de violar a una modelo de 13 años; huyó de Estados Unidos y nunca volvió, el caso sigue pendiente. Siguió el sagaz melodrama «Tess».
Con «The Pianist», Polanski no solo demuestra su maestría de artista consagrado, pareciera que finalmente conjura sus demonios personales y puede, con serenidad, sabiendo que ya es historia, ofrecer el testimonio de los horrores que vivió, con cierta distancia y objetividad. Como un Edipo moderno, se convierte en Sófocles, autor; cual Sísifo, nos alienta con su resistencia, cual Prometeo nos compromete con  su verdad.
Este año el sétimo arte nos deslumbra con tres filmes excepcionales que testimonian el vigor de complejas y diversas culturas.
«Chicago», maravilloso musical estadounidense, «Ciudad de Dios», esclarecedor drama latinoamericano, y «El pianista», formidable memoria ética europea. Cada uno revela horrores de la condición humana, mas el vigor de las denuncias y el talento con que se labra el gozo estético reivindican esa misma condición.

  • Gabriel González Vega 
  • Cultura
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