Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
Frente a las actuales particularidades en la relación gobierno- partido, la burguesía ha debido desarrollar una crítica muy fuerte, pero con buen asidero, consistente en que el presidente no estaba preparado para gobernar. Una afirmación que solo encubre su pérdida de control directo sobre la presidencia, pero que no deja de ser verdadera, no porque Abel sea incapaz de tomar decisiones políticas por encima de las de costo económico, que ha utilizado como criterio para priorizar la solución de conflictos.
El problema es más profundo, es ideológico. El discurso de Abel, frente a los movimientos de presión, manifiesta estar estructurado según categorías de intolerancia y descrédito, que si bien eran propias de la ideología de la guerra fría, hoy han sido recicladas geopolíticamente por los halcones de Bush, en su intento de crear un imperio mundial. Los criterios que utilizó durante los movimientos de presión del ICE y el magisterio, como «manipulación por parte de los dirigentes», «comunistas resucitados» y demás abeladas manifiestan cómo estructura su discurso con base en una visión ya desgastada. Ideológicamente, Abel se ha quedado estancado en las décadas de los 70 y los 80; entonces, es incapaz de enfrentar los retos políticos del complejo escenario del siglo XXI.
Esto se explica como resultado de que ha asumido categorías ideológicas recicladas bajo la forma de guerra contra el terrorismo, interpretándolas de un modo defensivo propio de los 70 y los 80 en los que se formó, y no ofensivo como lo han propuesto los halcones de Bush. Se trata de un desfase ideológico que hace que el yigüirro se sienta un halcón.
Lo ideológico tiene la función de crear un respaldo civil a la política gubernamental, dándole a la vez coherencia. Como nos lo demuestra el mundo actual, es posible que, por efecto de la geopolítica, lo ideológico sea traducido de un contexto a otro. Esta traductibilidad ha de operarse conservando la intención política con la que se creó lo ideológico. Es aquí donde se produce el desfase de Abel; por incompetencia, traduce las categorías ideológicas no como se las utiliza en el siglo XXI, sino como se las usó en el siglo XX. La ineptitud de don Abel para gobernar, algo sencillamente cierto, proviene de que se ha quedado ideológicamente estancado. El Abel de hoy es el mismo de los 80; por ello, lejos de ganar simpatía, gana odio.
El siglo XXI le exige al político una perspectiva amplia que le permita comprender el origen, alcance e implicaciones de todo fenómeno político presente en el escenario de poder nacional e internacional, para desarrollar soluciones inteligentes y una imagen de neutralidad que le garantice un amplio margen de gobernabilidad.
Resulta patético que Abel manifiesta en esto otro desfase; conserva la vieja percepción de los gringos como «defensores de la democracia en quienes se confía ciegamente y se les apoya con vehemencia». Esto explica, junto a las exigencias del TLC, su torpe actitud ante la guerra en Irak.
Pacheco, acorralado por su ridículo, presionado por el descontento del ciudadano desconfiado, aislado por las cúpulas partidarias, e ideológicamente desfasado, y, por tanto, inepto para el presente, se convierte en un actor político predispuesto para saltar del discurso a la represión; esta es su única salida, y un buen pretexto para volver a México, antes que ir a la tumba.
Este documento no posee notas.