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Al caer la tarde del día (2/06/03) en que La Nación S.A. publicó la posición de Oscar Arias ante el conflicto que llevó a la huelga a los trabajadores del Instituto Costarricense de Electricidad, su hermano Rodrigo Arias, asesor de la administración Pacheco, fue enfático al negar a la prensa que el acercamiento entre el Gobierno y la dirección del ICE tuviera como marco la propuesta que unos días antes, y tras escuchar a las partes, hiciera Ottón Solís. Para Rodrigo Arias, la mediación de Solís estaba enteramente superada por un ‘nuevo enfoque’ y un ‘nuevo procedimiento’. Solís era menos que cero en el asunto.
Tres días después los beligerantes llegaron a un acuerdo y todos, menos el asesor, reconocieron el aporte de Solís. Por lo demás, ya el flamante Ministro de la Presidencia había, sin buscarlo, refutado a Arias al declarar, a metros de él, que el diálogo se reanimó con la acción del dirigente del PAC. ¿Por qué el empeño del asesor para negar lo obvio? Por mezquindad política, una de las formas de la ‘meritocracia’ en su versión arista. Para ningún Arias es aceptable que Ottón Solís, quien abandonó el PLN asqueado, sea protagonista en la búsqueda de una solución nacional para los problemas del país. Se advierte que en una eventual futura ‘meritocracia’ gubernamental no estarán varios de los mejores. Al menos quienes han denunciado frontalmente la corrupción. Ésos deben ser invisibilizados.
La inexistente ‘toda nueva propuesta’ que se sacó de la manga Rodrigo Arias seguramente habría seguido los lineamientos del artículo que por la mañana le editara La Nación S.A. a su hermano Oscar. En él el expresidente instaba a los sindicalistas a deponer la huelga y a la junta directiva del ICE a relegar sus necesidades financieras ante urgencias nacionales más apremiantes: deuda pública, caminos vecinales, acueductos en zonas alejadas, contratos de maestros. Con añeja demagogia, el Nobel remataba: «La cobija no da para todos». Era preciso escoger y Arias escogía contra el ICE. Horas después, el Gobierno concedía que la frazada de las finanzas nacionales podía amparar al ICE. De paso, admitía elementos de justicia en el movimiento huelguístico.
Igual de bronco e interesado fue el criterio ariano de oponer la autonomía del ICE a la del Banco Central y, tras crear esta oposición falsa, pronunciarse por la última: «… creo muy desafortunado que el precio de defender la autonomía del ICE fuera el sacrificio de la autonomía del Banco Central». Ni el Presidente del Central se plantea el punto. Él sabe que dirige un aparato técnico que debe dibujar escenarios donde resulten conciliables las políticas y metas fiscales (informada por el Gobierno) con las necesidades del ICE. Su autonomía es técnica, no política. Tampoco Arias leyó la columna de Leonardo Garnier (LN, 29/05/03), uno de los liberacionistas que aún desea pensar, en la que el problema anterior queda claro incluso para asesores y reelegibles. Pero Arias no desea informarse. Le basta con el espejito unimeriano que le confirma, previo contrato con La Nación S.A., que es el más popular del reino. ¿Para qué informarse y producir ideas? Se ve que la ‘meritocracia’ arista, que primero prescinde de quienes luchan contra la corrupción, tampoco integra a quienes desean salir de la ignorancia. Lo importante es ganar elecciones.
Tosquedad y codicia electoralistas son las que reprocha en su renuncia el hoy ex-Secretario General del PLN Luis Guillermo Solís. Para él, la obsesión electoral del arismo meritocrático «constituye en estos momentos un factor prematuro y perturbador que no contribuye a la recuperación de un partido cuya reforma interna aún se encuentra inconclusa». Desde su cargo, Solís intentó con seriedad contribuir a la reconfiguración socialdemócrata del PLN. Las apetencias del arismo precipitaron su salida. «Prohibido discutir y pensar» decretaron los Arias. Y afuera con el Secretario General. Como se ve, la ‘meritocracia’ expulsa a los decentes que no son aristas, a los eficientes y estudiosos que no son aristas y a los liberacionistas que discrepan de las ansias aristas. Terminará expulsando a los decentes sin más, a los estudiosos sin más y a los liberacionistas sin más. Sin pudor, se llamarán a sí mismos ‘meritócratas’.
¿Quiénes integrarán este desafinado arismo que busca groseramente capturar la escena pública? Hoy lo promueven los aullidos defensivos y manipulaciones sistemáticas de La Nación S.A. Parece también asistirlo una difusa simpatía popular centrada en el status de un Premio Nobel. Lo primero es señal maligna. La empatía puede diluirse por la crítica de una movilización social y ciudadana que cada vez comprende mejor que quieren arrebatarle el país para repartirlo en menos aunque más intensos bribones. El camino a Zapote no está pavimentado para los meritócratas. Y los Arias se encargan, día con día, de cavarse zanjas y de disipar dudas sobre su futuro.
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