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La geoestrategia contemporánea

La gira del Presidente de los EstadosUnidos al continente africano despierta la susceptibilidad y las dudas sobre las verdaderas intenciones de la Casa Blanca. ¿Cómo es que de pronto cobra tanto interés el desarrollo del continente más empobrecido del planeta? Para finales del siglo anterior, la comunidad internacional desvió la atención hacia los conflictos étnicos en Yugoslavia y la región de los grandes lagos en África; no obstante, se desatendió la violencia por el acceso y control de recursos naturales estratégicos.

La gira del Presidente de los EstadosUnidos al continente africano despierta la susceptibilidad y las dudas sobre las verdaderas intenciones de la Casa Blanca. ¿Cómo es que de pronto cobra tanto interés el desarrollo del continente más empobrecido del planeta? Para finales del siglo anterior, la comunidad internacional desvió la atención hacia los conflictos étnicos en Yugoslavia y la región de los grandes lagos en África; no obstante, se desatendió la violencia por el acceso y control de recursos naturales estratégicos.
Durante el período de la Guerra Fría, el enfrentamiento ideológico Este/Oeste no dio especial importancia a la seguridad ambiental y energética. Hoy – y especialmente luego de la Guerra del Golfo-, el medio ambiente se ha convertido en objetivo militar; de ahí que, además de las amenazas inmediatas a la seguridad nacional como el terrorismo, los estados dediquen sus esfuerzos geoestratégicos encaminados a la protección de los recursos vitales. Y no se trata simplemente del petróleo o gas natural; en regiones desérticas o densamente pobladas, la lucha por el control de las reservas de agua potable, implica la posibilidad de que emerjan conflictos por la competencia del preciado líquido.
El orden económico internacional impulsa la competencia por el acceso a los recursos naturales; por lo tanto, la posibilidad de ver interrumpido el suministro de dichas riquezas, pondría en grave riesgo la política económica de los países importadores, sobre todo si se toma en consideración la tasa de incremento anual en el consumo energético global que ronda el 2%. Un problema adicional radica en que grandes yacimientos de recursos vitales se encuentran en regiones en disputa o políticamente inestables.
En ese sentido, no es de extrañar la estrategia de seguridad nacional estadounidense que en el terreno económico enfatiza la necesidad de preservar la estabilidad de las áreas clave de producción, garantizando, de ese modo, el acceso a esos recursos, bajo la premisa del libre comercio de bienes. Similar estrategia llevan a cabo otras potencias menores como Rusia que, sin dejar de lado la expansión de las fronteras de la OTAN y la Unión Europa hacia el Este del viejo continente, en los últimos años ha fortalecido su presencia militar en la región del Cáucaso y las antiguas repúblicas del bloque soviético en Asia Central. Lo mismo podemos decir de China, Japón o Israel, cuya política de adquisición o protección de suministros de energía, constituye una prioridad.
De tal suerte, la protección del medio ambiente ha dejado de ser una preocupación respecto a la gravedad de la degradación ecológica. La preocupación va más allá de la escasez de recursos, sobre todo si se toma en cuenta el carácter transfronterizo del problema. El vínculo entre el deterioro ambiental y la calidad de vida de las personas, debe plantear el desarrollo de iniciativas de contención de conflictos que, a su vez, asegure la disponibilidad de los recursos vitales.

  • Pablo Zeledón Flores
  • Opinión
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