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Con el fin de frenar la guerra civil que afecta a esta nación, los países del África occidental enviaron un contingente de paz.
Tropas de los países miembros de la Comunidad Económica de Estados del África Occidental (ECOWAS, por sus siglas en inglés) hicieron su entrada a Liberia la semana pasada, con el fin de propiciar el fin de tres años de una cruenta guerra civil que ha desatado una grave crisis humanitaria y ha costado miles de vidas.
Las fuerzas militares tomaron el aeropuerto internacional, como cabeza de playa para la entrada de más refuerzos.
El despliegue, que se espera alcance los cinco mil efectivos en las próximas semanas, fue aprobado el pasado 1 de agosto por el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Mientras las fuerzas africanas toman posiciones en Liberia, Estados Unidos envió no decide si intervendrá directamente para acabar con el conflicto; sin embargo dos embarcaciones, dotadas de dos mil infantes de marina, se encuentran frente a las costas liberianas, a la espera de recibir órdenes de Washington.
A pesar del relativo consenso a escala internacional, en el sentido de que es necesario ponerle fin a la guerra en Liberia, la ausencia de intereses estratégicos en esa nación, — petróleo o armas de destrucción masiva –, y el recuerdo del fracaso norteamericano en Somalia, parecen haber dilatado la decisión de un presidente, George W. Bush, que se siente acosado por las denuncias de que exageró las razones con las que justificó la invasión de Irak.
Una de las principales misiones de las tropas de ECOWAS, será prestar ayuda humanitaria a los habitantes de Liberia, quienes padecen una horrenda hambruna, que se agrava por los violentos enfrentamientos entre las tropas leales al expresidente, Charles Taylor, y los rebeldes de los Liberianos Unidos para la Reconciliación y la Democracia (LURD).
La situación se ha tornado insostenible, principalmente en los dos últimos meses, cuando la guerrilla empezó el asedio contra la capital, Monrovia.
Además del retraso en el envío de una fuerza internacional de paz, las constantes promesas de Taylor, en el sentido de que renunciaría, también han llevado a que los rebeldes hayan incrementado sus acciones militares.
Cabe mencionar que Taylor está procesado por un tribunal internacional de la ONU, por su presunta participación en crímenes de guerra cometidos en el conflicto civil que desangra a la vecina nación de Sierra Leona.
Ante el inminente despliegue de soldados nigerianos y reiteró reiterado su intención de dejar el cargo el 11 de agosto.
Como sucesor de consenso, capaz de poner fin a las hostilidades y cooperar con las tropas extranjeras, se nombró al hasta vicepresidente Moses Blah.
Por su parte, Damate Conneh, líder de la guerrilla del LURD, manifestó, desde Italia, — en donde participaba de un encuentro por la paz en Liberia –, su satisfacción por el envío de soldados de los países del África occidental.
Asimismo, se mostró dispuesto a ceder sus posiciones a los efectivos de la fuerza de paz y a desmovilizar a sus fuerzas, una vez que Taylor saliera del poder.
Sin embargo, puso en duda las intenciones reales del mandatario, — que gobierna Liberia desde hace 14 años –, de dejar el poder.
El problema, y así lo sabe Conneh, es que si Taylor sale de Liberia, posiblemente sería puesto en manos de la ONU para ser juzgado.
Los rebeldes no estarían dispuestos a aceptar un cese al fuego que signifique la permanencia de Taylor en el país. Aunque el exmandatario parecía tener negociada su salida hacia Nigeria, en sus últimas declaraciones a la prensa internacional declinó referirse cuál sería su destino luego de que dejó el poder el día 11.
Según la opinión de algunos analistas, Taylor intentó mantenerse en el cargo, y haría caso omiso de las tropas extranjeras. Sólo una intervención estadounidense, sería capaz de expulsarlo del país.
Como en otros conflictos en África, la guerra civil en esa nación responde a la anárquica creación de estados por parte de las potencias coloniales. Elementos como las etnias, las religiones o antiguas divisiones políticas, fueron obviados a la hora de la independencia de unas naciones que no poseen una identidad propia y que, además, enfrentan la peor pobreza del planeta.
EE.UU. y África
En 1822, se estableció una colonia en África occidental, que estaba destinada para el retorno a su tierra ancestral, de los esclavos negros liberados en Estados Unidos. Este enclave, recibió el nombre de Monrovia, en honor al presidente James Monroe, uno de los impulsores de la colonización.
En 1842, se proclamó la independencia y cambió el nombre por el de República de Liberia, — aunque la capital conservó el apelativo original –, y se adoptó una constitución copiada del texto estadounidense.
Liberia, como otros estados de África, es un invento, una nación constituida sobre la base de la arbitraria voluntad de las potencias occidentales.
Tras la emancipación de la mayoría de los países sub saharianos, en las décadas de los 50, 60 y 70, África se convirtió en uno de los escenarios en los que la Guerra Fría se tornó bastante caliente.
Siglos de saqueo, esclavitud y pobreza, provocados por el dominio imperial de occidente, se tradujeron en la segregación étnica y religiosa de los pueblos que habitaban el continente negro.
Los pueblos que, alguna vez, tuvieron cierta cohesión, quedaron divididos por fronteras dibujadas en mapas extendidos en las mesas de los líderes europeos y norteamericanos.
Estados Unidos y el resto de occidente, que se beneficiaron de las riquezas y la mano de obra gratuita de los africanos, nunca asumieron su responsabilidad histórica y se negaron a compensar a África por tanto sufrimiento.
El colmo de la política de la Casa Blanca hacia el continente, fue el velado apoyo estadounidense al extinto régimen racista del Apartheid en Sudáfrica. Todo era válido en la lucha contra la «amenaza» comunista.
En una reciente gira por varias naciones africanas, el presidente estadounidense, George W. Bush, llevó la idea de que los problemas del continente se resolverán gracias a las «bondades» de la economía de mercado.
En la cartera del mandatario no había muchos dólares para aquellos que aún viven de una economía de trueque en la que, además, existe una endémica escasez que provoca hambre y muerte.
Ni el petróleo, ni el oro, ni los diamantes, ni el uranio, ni la diversidad biológica que son patrimonio de África, le han servido para dejar de ser la zona más pobre del mundo. La riqueza de los países desarrollados, sigue sustentándose en la explotación de los recursos de las naciones más pobres.
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