Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
Afuera es una mañana gris de pleno invierno. Delante de una biblioteca, Juan José Saer bromea mientras el fotógrafo cumple su tarea. El escritor posa desconfiado ante la cámara sin por ello dejar de inspeccionar los libros que detrás de él hacen de marco ni abandona, siquiera por un instante, esa mirada irónica que lo liga a algunos de sus personajes.
Saer estuvo en Buenos Aires por unos días, debido a la reedición de una sus novelas claves: «Lo imborrable está de nuevo entre nosotros» y, sin dudas, ése es un hecho celebrable.
Pieza fundamental en esa extraña constelación que dibujan «Cicatrices», «Nadie, nada, nunca», «Glosa» o los argumentos de «La mayor», esta novela sitúa a la dictadura militar como oscuro telón de fondo.
-Es evidente que hay temas que son difíciles de tratar. Entonces cuando escribí este libro quería que tuviese como trasfondo eso que estaba pasando mientras transcurre la intriga de la novela. Poniéndolo en un segundo plano y privilegiando una historia que aparentemente no tiene relación con la cuestión… En ella se representa la superficie de esa especie de agua profunda que fue el período de la dictadura. Otra manera fue tratarlo casi en forma indirecta. Teniendo en cuenta la atrocidad de los hechos, pretender representar (en los dos sentidos de la palabra: en el de figurar o reconstruir eso que pasó, y también en el de transformarme en el representante de todas esas víctimas) a mí me hubiese parecido una actitud totalmente impúdica.
Pero la situación del personaje se encuentra ligada a ese momento histórico.
-Claro, Tomatis está atravesando una crisis personal que está en total diapasón con eso que sucede. Y justamente, su relación amorosa o familiar estalla en el cruce de su situación personal con la situación histórica.
La novela está signada por la ausencia de deseo…
-Sí. Y afortunadamente el deseo vuelve. Poco a poco, el campo del deseo se reconstituye. En los otros textos que transcurren después de este período en la vida de Tomatis, el personaje ha vuelto a tener las características anteriores a esta crisis con una especie de atenuación que le ha dado ese paso por el caos de haber estado «en el último escalón».
Cuando estaba escribiendo Cicatrices, ¿imaginó que sus personajes atravesarían destinos tan crudos?
-No: yo sabía que esos personajes iban a seguir existiendo pero no de qué manera iban a continuar sus vidas. Y esas vidas fueron moldeándose con la mía y con las de muchos de mis contemporáneos. Cuando publiqué Cicatrices en el ’69, ya estaba escribiendo El limonero real y tenía varios proyectos. Pero entre que la terminé, en el ’67, y el ’69, mi vida cambió totalmente porque en el ’68 me fui a Francia, en forma inesperada primero. En esos momentos fue cambiando la realidad política y social del país y eso tuvo que ver con mi permanecer en Europa. Entonces mi literatura se fue adaptando. No por conveniencia, sino naturalmente. Y al mismo tiempo, la vida de mis personajes se fue adaptando también a mi propia vida. Esas idas y vueltas, por ejemplo… Fue ahí, en Francia, donde escribí todos los argumentos de La mayor, donde reaparecen los personajes. Y al final eso se transformó en lo que podríamos llamar, de manera positiva o negativa, una retórica narrativa. Un procedimiento que no pienso cambiar a esta altura.
Una retórica centrada en la fragmentación, a pesar de ciertas continuidades.
-Yo hablaría más bien de ciclos. En mi último libro, Tomatis refiriéndose a Sherlock Holmes dice: «No es una saga sino un ciclo, donde se agregan nuevos acontecimientos contra un fondo de una cierta inmovilidad».
Siempre ha habido una relación entre su manera de narrar y la poesía. ¿Cómo la definiría?
-Yo creo que la prosa narrativa no debe limitarse a describir o a contar. En mi caso hay una búsqueda constante de momentos intensos en los que la corriente de la prosa se adensa un poco. Núcleos de sentido más densos. Y eso es una forma de trabajar cercana a la poesía.
¿Está escribiendo?
-Estoy escribiendo una novela. Que se va a llamar, si la termino, La grande. Espero esté lista para el año que viene. Y bueno, espero que salga bien.
¿Qué siente con una obra como la que usted ya tiene detrás?
-Bueno, yo no la veo tan importante. Yo no la puedo ver desde fuera esa obra. Estoy siempre, cómo lo puedo decir, siempre chapaleando en esto. Hoy hablaba con un amigo, escritor también, y le decía: yo me siento en esto totalmente inseguro de lo que va a salir.
¿Cómo ve esta reedición de Lo imborrable?
-La reedición de un libro siempre es un hecho placentero. Decía Macedonio Fernández: «La segunda edición que calma tanto», ¿no? Todas estas reediciones me producen mucho placer. Porque mi obra la fui haciendo paso a paso: los libros, los cuentos, las novelas. Y ahora esto toma una forma. Y supongo que los lectores deben leerlo de una manera totalmente diferente a como yo la tengo en la cabeza. Y con este libro, y el próximo, que es «El río sin orillas» y sale dentro de unos meses, se termina la reedición de mis obras completas en Seix Barral. Hasta ahora. Las obras «precompletas» podríamos decirles. O como diría Musil, «obras prepóstumas». Y bueno, la verdad, mentiría si dijese que no estoy satisfecho. Ahora, en cuanto a saber si van a durar o no, si serán nuevamente reeditadas, o durante cuánto tiempo, eso ya es otro problema.
Tomado de Página 12
Este documento no posee notas.