Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
La masacre en la sede de Naciones Unidas en Bagdad, pone de manifiesto el escaso control que Estados Unidos tiene sobre el terreno.
La situación parece complicarse en Irak para las fuerzas militares de Estados Unidos. (Foto Courrier International)
Mientras Estados Unidos se empeña en no ceder un ápice en su política hacia el Medio Oriente, la reacción de los pueblos de la región se hace cada vez más violenta. El atentado suicida contra la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Bagdad, ejecutado el pasado 19 de agosto y que costó la vida del alto representante de ese organismo en Irak, el brasileño Sergio Vieira de Mello, es una prueba palpable de la radicalización de los grupos de la resistencia iraquí.
Esta es la segunda ocasión, desde el final de la guerra, en la que el objetivo de los terroristas radicales islámicos no son las fuerzas de ocupación estadounidenses: hace dos semanas, un coche bomba destruyó parte de la embajada de Jordania en la capital iraquí.
No obstante, ninguno de los ataques anteriores había tenido la magnitud del que destruyó el hotel Canal, donde se ubicaban las oficinas de Naciones Unidas.
Un camión cargado con más de 800 kilogramos de municiones que, según los expertos, eran de tipo militar, mató a 27 personas y dejó heridas a casi un centenar.
Un grupo islámico integrista, vinculado a la red Al Qaeda, y denominado Vanguardia del Segundo Ejército de Mohamed, se atribuyó el ataque en un comunicado a la cadena de televisión en lengua árabe Al Arabiya.
Los terroristas hacían un llamado a los iraquíes a proseguir su lucha contra toda fuerza extranjera de ocupación, sin importar si provienen de países musulmanes.
En el caos que vive Irak luego de la guerra, se han dado las condiciones para que grupos de mercenarios integristas hayan formado células en todo el territorio iraquí y ahora se disponen a complicar el proceso de estabilización emprendido por Estados Unidos, Gran Bretaña y sus aliados.
La presunción de que la posguerra iba a ser mucho más compleja que el conflicto bélico, parece haberse convertido en una preocupante realidad.
El goteo incesante de soldados estadounidense muertos en altercados aislados, puede, eventualmente, agotar la paciencia de un público que cada día observa atónito como surgen nuevas pruebas de que el gobierno de George W. Bush manipuló la información para acometer un acto de agresión que no se justificaba y que está teniendo un precio muy alto.
El representante de la Casa Blanca en Bagdad, Paul Bremen, insistió en que, a pesar del atentado, las fuerzas estadounidenses están dispuestas a seguir con los planes para estabilizar al país y encontrar a los antiguos cabecillas del régimen de Saddam Husein y a los miembros de organizaciones terroristas.
Sin embargo, el ataque reciente hace palpable un sentimiento de rencor que crece como la espuma en el seno del pueblo iraquí, que ya no distingue entre los invasores y las organizaciones que, como Naciones Unidas, sólo se encargan de canalizar ayuda humanitaria.
El asesinato de Vieira de Mello y de su equipo fue un duro golpe para el Secretario General del organismo internacional, Kofi Annan, quien asistió este fin de semana, junto al presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva, a las honras fúnebres del diplomático.
Annan se reunión además con el Secretario de Estado estadounidense, Colin Powell, con quien discutió la situación en Irak y los problemas de seguridad sobre el terreno.
El jefe de la diplomacia de la Casa Blanca ha realizado gestiones tendientes a que más países se involucren en las tareas de estabilización de dicha nación.
No obstante, Annan descartó el envío de cascos azules, (bajo mandato de la ONU) y recordó que la responsabilidad de pacificar a Irak es de los gobiernos que, unilateralmente, tomaron la decisión de invadir esa nación árabe.
El atentado contra la sede de la ONU en Irak, no puede desligarse de otros ataques cometidos en diversas partes del mundo y que certifican la vigencia de la red Al Qaeda, dirigida por el millonario de origen saudita, Osama Bin Laden.
Ante la prepotencia de los Estados Unidos, las clases marginales de todo el mundo musulmán se han convertido en caldo de cultivo para terroristas que ansían repetir las masacres del 11 de septiembre.
La difícil situación entre Israel y los palestinos, es otro punto que acrecienta el odio de los musulmanes contra todo lo que Estados Unidos representa.
El proceso de paz, la llamada «hoja de ruta», se encuentra actualmente estancada y los tanques israelíes han vuelto a tomar posiciones en las principales ciudades de Cisjordania y la Franja de Gaza.
Lejos de haber alcanzado sus objetivos geopolíticos y económicos con las invasiones de Afganistán e Irak, Washington parece que se encuentra en un callejón sin salida que, con sus matices, recuerda la situación de Vietnam, pero a una escala mayor.
Si el presidente Bush pretende su reelección en noviembre del próximo año, deberá cambiar la lógica de la política exterior, aceptando el derecho internacional y la necesidad de crear un equilibrio multipolar.
A pesar de contar con el arsenal más moderno y poderoso del planeta, Washington no parece capaz de evitar que se repita una pesadilla como la del 11 de septiembre del 2001.
De llegar a concretarse las amenazas terroristas, la economía y la estabilidad del mundo estarían comprometidas.
Este documento no posee notas.