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Salvador Allende, gracias por tu ejemplo

El 11 de setiembre se cumplieron 30 años de la muerte de Salvador Allende, caído en combate desigual frente al fascismo chileno armado y financiado por el imperialismo de los Estados Unidos.

El 11 de setiembre se cumplieron 30 años de la muerte de Salvador Allende, caído en combate desigual frente al fascismo chileno armado y financiado por el imperialismo de los Estados Unidos.
Pensaron sus asesinos que Allende y lo que su lucha y su ejemplo representaron para tanta gente, en tantos lugares del mundo, se borrararían con el paso del tiempo y con la aplanadora de guerra neoliberal y su dictadura global. Pero sucede que en la historia de la humanidad los explotados, los excluidos, los que sufren, guardan en algún pliegue escondido de la memoria, que los canallas no pueden penetrar y dinamitar, el recuerdo siempre renovado de sus mártires, el amor y el respeto que crecen a medida que el paso  de los días nos separa de aquellos acontecimientos.
La vida de Allende se fundió con las luchas de su pueblo y la construcción de un instrumento de liberación que se fraguó en la Unidad Popular. Mil días de gobierno de Allende levantaron una ola de esperanza sobre la posibilidad de transitar una vía inédita al socialismo, como lo presintió el Che en la dedicatoria que escribió en su libro «La guerra de guerrillas» que había regalado al revolucionario chileno: » A Salvador Allende que por otro medio trata de obtener lo mismo». Se trataba, como dijo Allende, de llevar a cabo «un proceso de cambios profundos, un proceso revolucionario, que se hace dentro de nuestra realidad, nuestras características, nuestra historia y nuestra tradición». Con el gobierno de la Unidad Popular se inauguraba una experiencia histórica de ir al socialismo por la vía democrática.
Nixon y Kissinger fueron de los primeros en comprender la atracción poderosa que el proceso chileno tendría para otros pueblos de América Latina y del mundo. Por eso el imperialismo y la oligarquía  chilena emprendieron una contrarrevolución terrorista y sangrienta para reventar ese sueño, y destruir las transformaciones democráticas llevadas a cabo por el Gobierno Popular encabezado por Salvador Allende.
Hoy sabemos cómo se tejieron los hilos de la conspiración criminal y el precio de sangre, cárcel, tortura, exilio que pagó el pueblo de Chile. Con Pinochet la patria de Allende se convirtió en el laboratorio de un fascismo neoliberal, que arrasó con las libertades democráticas y las conquistas sociales de los trabajadores chilenos. Todavía los neoliberales ponen de ejemplo a un Chile donde los criminales alardean libremente de sus fechorías y los derrotados y perseguidos por la dictadura lloran a sus hijos asesinados y «desaparecidos».
Los  enemigos de Allende siguen enlodando su nombre y su lucha; y bastantes de los que se consideraron ayer sus amigos y correligionarios, quebrados y reclutados hoy por el poder del capital que Allende siempre combatió, tratan de convertirlo en una figura inofensiva y estéril. Pero de nuevo soplan los vientos del pueblo, que barren a criminales y traidores y levantan a Salvador Allende como presidente de una esperanza latinoamericana que late en las luchas por otro mundo posible.
Allende dijo «vamos hacia el socialismo, en democracia de inspiración revolucionaria, en pluralismo y libertad». Un camino más necesario ahora que entonces, ante los desastres y crímenes de la globalización salvaje, ese inventario del dolor y de la infamia que devora los derechos de las personas, que promueve la exclusión y el militarismo, que socava las relaciones sociales y destruye el ambiente.
Salvador Allende fue un combatiente de la ética, de la coherencia entre pensamiento y acción, de lucha incansable por la dignidad y la justicia, de compromiso con los humildes y explotados. Treinta años después de su sacrificio, llegan a nosotros los ecos de una voz poderosa y eterna que nos invita a seguir la lucha por esos ideales, desde la Moneda en llamas bajo las bombas, escuchamos sus palabras:
«Colocado en un trance histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y
les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la
conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada
definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los
procesos sociales ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y
la hacen los pueblos».
El mejor homenaje a la memoria de Allende lo protagonizó el pueblo de Chile, con un exitoso paro nacional convocado por la CUT contra el modelo neoliberal vigente. Los luchadores tomaron las grandes alamedas.

  • Jose Merino del Rio
  • Opinión
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