Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
¿Qué ganó Estados Unidos en Irak y a qué costo?
Las fuerzas militares estadounidenses son el blanco de ataques sistemáticos.
Desde que supuestamente terminó la Segunda Guerra del Golfo Pérsico, el pueblo estadounidense está obligado a desayunar, debido a la diferencia de hora con Irak, las malas noticias sobre un proceso de ocupación que se complica diariamente.
A estas alturas, y a casi un año de unos comicios presidenciales que se prevén decisivos sobre la futura política global de la superpotencia, ya no sólo existen dudas sobre la legitimidad de una invasión que el resto de mundo no se cansa en condenar, sino que también se acrecientan las voces que cuestionan el constante goteo de muertos de la posguerra.
Antes de caer en las sombras y también cuando ya se había convertido en un fantasma, el depuesto presidente iraquí, Saddam Husein, había advertido acerca de la eventual conformación de un poderoso movimiento de resistencia, el cual, al cabo del tiempo, podría expulsar a los invasores norteamericanos y británicos.
El problema es que no sólo las facciones leales al partido de Husein, el Baath, han iniciado una lucha sin cuartel contra las tropas extranjeras. Cada semana el panorama militar y político de Irak se complica, debido a la presencia de mercenarios y extremistas provenientes de todo el mundo islámico y que responden a los intereses de organizaciones como Al Qaeda, responsable por los atentados del 11 de septiembre del 2001 en Nueva York y Washington.
La experiencia militar y la adelantada tecnología bélica de las fuerzas ocupantes, parecen volverse ineficaces en una guerra de guerrillas urbana, en donde el arma fundamental es el terrorismo.
Los ataques suicidas, los coches bombas, las emboscadas y los tiroteos de la posguerra han cobrado más vidas estadounidenses que todo el conflicto bélico y esta tendencia parece no detenerse.
La Organización de las Naciones Unidas, al margen del accionar militar, y el Consejo Provisional de Gobierno, embrión de la futura administración iraquí, también han sido blanco de los ataques de las diversas facciones que se disputan el poder.
Chiítas, sunitas, árabes, kurdos, Al Qaeda, Irán, Siria… La lista de intereses que fomentan la inestabilidad para proteger sus intereses parece inacabable y ha creado en Irak una maqueta a gran escala de lo que sucede en los territorios ocupados palestinos.
La gran diferencia es que Estados Unidos, Gran Bretaña y sus aliados no tienen, como el Estado de Israel, la capacidad de inteligencia para un enfrentamiento de este tipo.
OTRO VIETNAM
Con las diferencias que marcan el clima, la geografía y móvil geopolítico, la ocupación de Irak se parece cada vez más a la debacle en Vietnam. Las selvas, los pantanos y los arrozales se han cambiado por las ciudades y los desiertos; pero la sensación de impotencia es la misma.
Las opulentas ganancias que el presidente estadounidense, George W. Bush, pretendía sacar a partir del petróleo iraquí, se han convertido en un déficit galopante que amenaza el crecimiento de la economía del país más rico del mundo y, por ende, de todo el mundo industrializado.
Acorralado contra la pared, el gobierno de Bush busca ahora desesperadamente el apoyo de un organismo que, en su día, despreció de forma flagrante: las Naciones Unidas.
La Casa Blanca quiere quitarse de encima el dolor de cabeza de la ocupación de Irak y pretende dejar la tarea en los hombros de una fuerza internacional con bandera de la ONU.
Hasta ahora, la entidad ha tenido un papel exclusivamente de carácter humanitario y, sin embargo, esto no le ha evitado ser uno de los blancos más recurrentes en los ataques de la resistencia.
El problema que impide un acuerdo en el seno del Consejo de Seguridad, es que Estados Unidos pretende conservar su mandato sobre el proceso. Los plazos que Washington ha planteado para la redacción de un nuevo texto constitucional, la salida de las tropas extranjeras y la convocatoria a unas elecciones libres, no son aceptados por Francia, Rusia ni China.
Estos países, junto a Alemania, insisten en que esto debería ocurrir en el menor tiempo posible, mientras que Estados Unidos plantea un calendario de años.
Las negociaciones en torno al tema han servido para limar algunas asperezas que se formaron cuando Estados Unidos decidió, de forma unilateral, atacar a Irak.
No obstante, aún es mucho el camino por recorrer para que sea posible una nueva resolución del Consejo de Seguridad que permita el despliegue de tropas de la ONU y que fije fechas precisas sobre cuándo y cómo se devolverá el poder a los iraquíes.
A algunos analistas, críticos de la administración Bush, el presidente tejano se les parece cada día más a Richard Nixon.
El arranque de la campaña presidencial ha marcado un descenso en la popularidad del mandatario, quien ahora debe enfrentarse al hecho de que en Afganistán no estaban los terroristas directamente responsables por el 11 de septiembre, que en Irak no se ha encontrado el menor rastro de armas de destrucción masiva y que su citación de esos países es, por no decirlo de otro modo, un fracaso.
La aparición en la escena del demócrata Westley Clark, general retirado, aumenta las posibilidades de una debacle electoral republicana en noviembre de 2004.
Pasado el trauma del 11-S y superado el subsiguiente ataque de patriotismo, ahora los oponentes de Bush no dudan en señalar sus errores y sus carencias.
Sin embargo, el caos de la posguerra iraquí podría ser menos relevante para el electorado que los problemas de una economía que no acaba de superar una peligrosa recesión, la cual ha llevado a la pobreza a más 1,4 millones de estadounidenses en el último año.
Este documento no posee notas.