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No hay una percepción clara de su valor en las políticas gubernamentales de conservación del sitio
Plaza circular pequeña y basamento. El ranchito al fondo es para los guardaparques.
El Monumento Nacional Guayabo es una región arqueológica de valor físico, matemático, astronómico, astrológico, simbólico y espiritual que podría desaparecer si no se emprenden acciones para su rescate.
«Es mucho más de lo que le hemos asignado como sitio arquitectónico», añadió Castillo.
Así lo calificó Eduardo Castillo Ortiz, arqueólogo, antropólogo e investigador de la Universidad Nacional (UNA).
Explicó que las construcciones, pozos, acueductos, tanques de almacenamiento de agua, sepulturas, montículos, basamentos y caminos de Guayabo tienen una función arquitectónica, pero, sobre todo, espiritual-simbólica-mística.
La calzada Calagra, por ejemplo, que es el camino más visible, comunica en línea recta lo que se ha establecido como entrada del lugar con el Templo de la Madre Tierra o montículo principal.
Si se cortara longitudinalmente esa calzada, se obtendrían dos mitades exactas del montículo.
Asimismo, en alineación perfecta con este se encuentra el punto más alto del Volcán Turrialba. «Eso es matemática, es física», enfatizó el excoordinador del programa de investigaciones del Ministerio del Ambiente y Energía (MINAE) en el Monumento.
Igualmente, el Templo de la Madre Tierra o montículo principal está construido en forma de queque, con cuatro capas concéntricas de un metro cada una y tiene dos sistemas de acceso y salida: uno al este y otro al suroeste.
Cuando el sol sale por la mañana empieza a dar en la cara este, es decir, en las gradas de acceso y, cuando se oculta, golpea sus últimos rayos en la cara oeste.
Esto demuestra que hay un diseño físico, astronómico y matemático en función del comportamiento del sol. «¿No es esto un reloj solar?, pero, atención, de 600 metros cuadrados de área», destacó Castillo.
Por otro lado, en una noche despejada, la luna llena se coloca exactamente sobre el centro del montículo principal, a la medianoche. Ello demuestra que hay un diseño pensado en función del movimiento de los astros y de la luminosidad, agregó.
CULMINACION CHAMANICA
Guayabo es, como lo llamó el «mamo» o anciano sabio de una tribu suramericana arahuaca, el ombligo de la América indígena, el punto de partida de estas poblaciones, en donde nacieron y se extendieron sus conocimientos sagrados, explicó Castillo.
Para sus habitantes, fue un lugar de acercamiento, desarrollo, maduración y culminación chamánica. Era un lugar laberíntico en que gradualmente se accedía al conocimiento sagrado, a la sabiduría, en función de metas personales y comportamientos rituales.
En otras palabras, dentro de la estructura de Guayabo, cada sector era localidad de algún ritual y, cuanta más evolución interior se poseía, más se acercaba la persona al Templo de la Madre Tierra, el punto de mayor culminación.
Este montículo, explicó el investigador, de flujo energético negativo, está conectado con el pozo circular, que es positivo. Entre ellos hay una linealidad perfecta y en medio se ubica un puente; es decir, este es el lugar donde se unen los opuestos, el punto máximo de comunión con Dios.
En el camino a este desarrollo interior había puntos donde la persona limpiaba su vida y pagaba lo debido para tener una nueva (los puntos de pagamento) y lugares donde se purificaba el cuerpo: los pozos.
Luego de terminar todo el desarrollo chamánico, al llegar al punto culminante del proceso, se debía partir a enseñar, es decir, a compartir lo aprendido, añadió.
IGNORANCIA Y DESVALORACION
Para Castillo, la gran región arqueológica que es Guayabo sigue siendo un lugar de acceso al conocimiento sagrado, pero falta la conciencia de ello.
Tampoco hay una percepción clara de su valor y significado espiritual en las políticas gubernamentales de conservación del sitio, pues no toman en consideración cómo lo entendieron los aborígenes que lo produjeron y sustentaron.
Prueba de ello es que el área de uso público (tanques sépticos, ranchos, servicios sanitarios) está construida sobre estructuras arqueológicas.
Asimismo, el borde de la calzada principal, restaurada hace siete años, era totalmente lineal, mientras que ahora tiene la apariencia de un elástico distendido.
Castillo resaltó que con estas acciones se condena al Monumento a su desaparición.
Hasta que no se logre una mejor comprensión de Guayabo, enfatizó, no se podrán diseñar estrategias de intervención pertinentes.
Queda la gran pregunta: ¿cómo respetar y valorar un sitio arqueológico indígena en un país que sigue relegando, desde todo punto de vista, a quienes habitaron originalmente esta tierra?
La ignorancia permea a toda la sociedad, excepto a la población indígena. Por eso, propone que esta gente debería ser la conductora de Guayabo en la actualidad.
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