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Los diarios nacionales han dado gran despliegue a Big Brother VIP, sobre todo a la participación de Vica Andrade.
«Tenía usted que vivir -y en esto el hábito se convertía en un instinto- con la seguridad de que cualquier sonido emitido por usted sería registrado y escuchado por alguien y que, excepto en la oscuridad, todos sus movimientos serían observados».
Así describía George Orwell en 1948 la sociedad del futuro, en la emblemática novela «1984». En ella, además, los ciudadanos son perennemente amenazados con que «EL GRAN HERMANO TE VIGILA», en alusión a un personaje mitológico que se supone gobierna.
El concepto de cámaras omnipresentes y la obediencia ciega a una autoridad invisible, son precisamente los ejes sobre los que se construye el programa Big Brother.
La versión mexicana del espacio es la que en la actualidad transmite REPRETEL, con el apoyo en la difusión de algunos medios de comunicación escritos.
Sin embargo, el programa ya ha pasado por Alemania, Italia, Francia, Sudáfrica, Estados Unidos y España, donde se le conoce como «Gran Hermano».
Álvaro Uribe, Presidente de Colombia, se valió de la versión colombiana del programa para realizar propaganda sobre sus planes de austeridad, el pasado 29 de setiembre.
La versión africana de este espacio fue prohibida en varios países cuando una pareja tuvo relaciones sexuales bajo las sábanas.
En ese continente, el programa alcanzó una audiencia masiva de televidentes, convirtiéndose en un fenómeno mediático y de mercadeo de proporciones deslumbrantes.
Retroceso
Sin embargo, Big Brother y los demás reality shows son producto de un proceso involutivo de la televisión, tal como lo describe Santiago Gómez en un artículo publicado en marzo en la revista Nuestro Tiempo.
Gómez señala que en los años 60 nació en Gran Bretaña el género conocido como docudrama, el cual consiste en una serie de televisión que, a partir de mejoras técnicas para la época y gran creatividad, retrata los problemas sociales más apremiantes de la sociedad.
«El padre del actual realismo televisivo es el drama documental: historias de ficción que reproducen hechos reales cercanos al espectador», detalla Gómez.
El docudrama dio paso a las películas para televisión, formato que se estableció en Estados Unidos, al combinarse un clima de alta tensión social con la necesidad de producir espacios con un presupuesto razonable que conectaran con el público.
En la publicación se afirma que el aumento de la oferta y la competencia televisiva no guarda proporción con el crecimiento de la inversión publicitaria. «Se cuenta con el mismo dinero para repartir entre más operadores», sentencia Gómez.
Como consecuencia de lo anterior, los presupuestos para los espacios de producción, como las películas y las series, se redujeron. «Las nuevas cadenas optaron por competir con formatos más baratos; y qué más barato que llevar a la gente de la calle a la televisión», explicó Gómez.
De esa manera nacen los «talk shows» y «reality shows», como el famoso COPS. Sin embargo, las cadenas abusaron de estos géneros, lo cual produjo un declive y un resurgimiento de las series de ficción.
«En ese momento se reproduce el mismo fenómeno del nacimiento de los realities: se apuesta por formatos totalmente diferentes que pretenden mostrar la realidad tal cual es, sin ninguna mediación», señala el artículo.
Nacen entonces dos géneros nuevos, los docu-shows y las docu-series; las últimas son similares a los documentales, pues consisten en rodar una actividad sin guión y luego organizar la información.
Programas como Big Brother y Operación Triunfo son ejemplos de los docu-shows.
Sin embargo, Gómez aclara que estos formatos no pueden pretender retratar la realidad de una manera fiel, «ya que se encuentran en un entorno muy deprimido y con unos condicionantes muy fuertes».
NARCISISTAS Y VOYEURISTAS
Carlos Sandoval, profesor de comunicación de la UCR, manifestó que «los talk shows» y los «reality shows» se vuelven recurrentes porque mezclan diversos géneros, como la ficción y el periodismo de sucesos. Además, son parte de la tendencia hacia el predominio del espectáculo y el entretenimiento, marcados por el interés en construir celebridades.
En lo que se refiere a los «reality shows», Sandoval manifestó que presentan un fuerte componente voyeurista por parte de la audiencia, y narcisista, por parte de los participantes. En su criterio, estos programas se han visto favorecidos por el crecimiento de la tecnología de vigilancia, ya que incluso generan una identificación con la autoridad y su perspectiva sobre los eventos.
Los «reality shows» «trastocan la distinción entre lo público y lo privado, además de alimentar un sentido de paranoia, de ser vigilado», señaló.
«Reality shows del tipo Big Brother celebran valores altamente apreciados en las sociedades contemporáneas, como competición, triunfo, dinero y distinción», concluyó.
Para el director de la Maestría de Comunicación de la UCR, Dorde Cuvardic, los «reality shows» presentan la vida íntima como algo de interés público y como objeto de consumo. Con este tipo espacios se puede visualizar lo que los «talk shows» pusieron previamente por escrito. «Hasta entonces la vida privada íntima sólo había sido objeto de conversación en los talk shows tipo Cristina, ahora es representada por medio de los reality shows», manifestó Cuvardic.
Sin embargo, aclaró que ahora se vende la vida privada pero no en términos de escándalo moral como lo hacen los «talk shows» o la prensa rosa.
«Antes, cuando se revelaba la vida íntima era para destapar un escándalo sexual y por lo tanto quedaba arropado por una aureola de puritanismo moral. Los programas vendían el escándalo con propósitos mercantiles. Esto ya no se vende en el reality show porque no se trata de provocar pánicos morales o alarma social, sino de provocar placer voyeurístico, de despertar una actitud hedonista en los telespectadores,» reflexionó Cuvardic.
Los estudios sobre «reality shows» se han centrado más en el tipo de formato y en las motivaciones que en el impacto y efectos sobre los espectadores. Esto se debe a que constituyen una hibridación de géneros que los hace novedosos, en un medio tan tradicional como la televisión, añadió.
Otro aspecto resaltado por el investigador, es que los grupos que participan en los «reality shows» están constituidos artificialmente, aunque estén ¨viviendo¨ situaciones cotidianas.
Sobre las razones que motivan a la gente para ver estos programas, manifestó que es algo que requiere de más estudio. Entre ellas mencionó la necesidad de observar patrones de comportamiento, una forma de compañía virtual y para experimentar situaciones fantasiosas. «Se trata de llevar el mundo de lo cotidiano al conocimiento público, pero estamos hablando de un mundo extraordinario con situaciones extraordinarias. Tener el mundo de fantasía que tienen los personajes», concluyó Cuvardic.
INTIMIDAD Y VÍDEO-VIGILANCIA
En julio del 2000, justo después de terminar la primera edición del «Gran Hermano» en España, los periodistas Rebeca Quintáns y Andrés Sánchez publicaron el libro «Gran Hermano, el precio de la dignidad», donde la aparición y desarrollo de este fenómeno mediático.
«Hay derechos renunciables. Y el de la intimidad, al parecer, es uno de ellos. El Gran Hermano es, en este sentido, un experimento que viene a demostrar hasta qué punto el poder mediático puede apretar la venda de la justicia para mejor desarrollo de la sociedad del espectáculo», señala el texto.
El libro apunta con preocupación dos características de Big Brother. Por un lado, el precio que se le pone a la intimidad de las personas, y consecuentemente, el mercadeo que se hace a partir de ello.
«Ya el Derecho Romano recogía que hay materias que no son susceptibles de comercio. Pero la economía de mercado sustituye la conquista de la dignidad por la ‘libertad’ de venderla dentro de la ley… de la oferta y la demanda», señalan los autores.
Lo anterior conduce a la falacia de que los concursantes negocian y comercian con su derecho a la intimidad, pero no conocen el contenido real de la venta final, ya que no participan en la selección ni en el montaje de las imágenes.
Por otro lado, los autores manifiestan su preocupación por la introducción del concepto de que la vídeo-vigilancia es algo deseable, aún cuando logre el alcance descrito por Orwell.
«Ellos (los participantes) han sido las piezas clave, imprescindibles en una experiencia colectiva que ha desdramatizado la vídeo-vigilancia en un sentido general, hasta dejarla reducida a los parámetros de la economía de mercado: los beneficios justifican cualquier renuncia… aunque se trate de la dignidad humana», apunta el libro.
Sus autores resumen el papel de Big Brother en la implantación de la vídeo-vigilancia de la siguiente manera: «Nos dicen que, pese a que puede resultar incómoda, la vídeo-vigilancia tiene como objetivo protegernos. Pero, por si esto no resulta lo suficientemente convincente para que nos dejemos hacer pacíficamente, aquí va otra pirueta dialéctica que se les acaba de ocurrir: someterse voluntariamente a la vídeo-vigilancia es un ejercicio de libertad».
El libro aporta datos espeluznantes sobre la presencia de cámaras de vigilancia en la vida cotidiana: «3000 cámaras vigilan la vida en Nueva York. En Gran Bretaña un ciudadano es filmado 500 veces a la semana, 70 veces al día, una vez cada 20 minutos. Cerca de un millón de cámaras vigilan a los británicos. En el metro de Madrid 1000 cámaras controlan a los usuarios».
Estas cifras datan de 2000 y fueron aportadas por el productor de El Gran Hermano, en defensa de su programa.
En el libro de Orwell, las consignas del único partido están escritas en la fachada del tal Ministerio de la Verdad: «LA GUERRA ES LA PAZ. LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD. LA IGNORANCIA ES LA FUERZA»
Estas también aparecen en las monedas, al dorso del rostro del Gran Hermano, que te está vigilando.
De esta manera, la obediencia está garantizada por la vídeo-vigilancia ininterrumpida.
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