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Impactante número de suicidios en personas menores de 25 años, alerta al país.
El número de casos de jóvenes que optan por quitarse la vida como una forma de enfrentar sus problemas, genera preocupación entre ellos, los docentes y grupos de padres y madres de familia, quienes han pedido apoyo a las autoridades judiciales, centros educativos y especialistas.
Las cifras oficiales revelan que mientras en el 2002 un total de 102 jóvenes menores de 25 años se quitaron la vida, en lo que llevamos del año el dato llega a 54 personas con esas edades, según información del Organismo de Investigación Judicial (OIJ).
De acuerdo con el comportamiento de las estadísticas de los últimos años, diciembre es el mes en el que la tasa de suicidios tiende a aumentar tanto en jóvenes como en adultos.
El informe del proyecto Estado de la Nación detalla que las muertes de este tipo registradas el año pasado en personas con edades entre los 15 y 24 años, sumaron un total de 76.
Estos datos para Miguel Gutiérrez Axe director del proyecto, reflejan una cifra bastante alta.
San José sigue siendo la provincia que registró mas decesos con 35 casos en el 2002.Alajuela se mantiene en un segundo lugar con 14 casos, mientras que en Limón se reportan 13 y en Cartago 12 en total. En el caso de Guanacaste y Puntarenas, las reportes detallan 11 y 10 respectivamente. Heredia ocupa el último lugar con 7 suicidios.
Este panorama mantiene en alerta a diversos sectores, que piden ayuda a las autoridades judiciales y educativas.
Una muestra de esa preocupación social, fue la reciente convocatoria a una conferencia que hicieron las autoridades del Colegio Monterrey de Vargas Araya de Montes de Oca, quienes mostraron las conclusiones de un trabajo realizado por estudiantes de cuarto año sobre el suicidio en adolescentes, como parte del trabajo comunal.
En el evento también participaron Jorge Rojas, Director del OIJ, Marta Cordero, sicóloga de este organismo, Rosalía Gil, Presidenta Ejecutiva del Patronato Nacional de la Infancia y Roberto Rodríguez, sicólogo educativo.
Daniel Flores, sicólogo y ex director de la Escuela de Sicología de la Universidad de Costa Rica (UCR) dice que el fenómeno del suicidio es macrosocial, porque abarca problemas económicos, sociales y políticos, los cuales hacen que el adolescente desarrolle una desesperanza en relación con la vida.
Explicó que la adolescencia se caracteriza fundamentalmente por la configuración del proyecto de vida y la identidad(quien soy). El sicólogo considera que estos factores están en crisis, ya que las personas jóvenes estudian una carrera y no saben si efectivamente podrán ejercerla. Esto, agrega, los lleva a una condición de desesperanza en relación con su futuro.
Comentó que la desintegración familiar provoca carencias de afecto en el adolescente y disminuye la comunicación familiar. Este último factor es importante pues la juventud necesita ser escuchada y orientada por sus progenitores.
La «mala» situación económica, el aumento exacerbado de la violencia en la sociedad, la falta de políticas dirigidas directamente hacia la juventud y el incumplimiento de promesas y funciones por parte de los dirigentes del país, incrementan en la juventud un sentimiento de abandono y la falta de esperanza, agregó.
Flores aclaró que estos factores sociales no calan en todas las personas de la misma manera, sino que causan mayor efecto en aquellos individuos que presentan más debilidades, como las personalidades introvertidas, extrovertidas en exceso o con baja autoestima.
De igual forma, argumentó que existen casos en los cuales influyen aspectos genéticos o hereditarios, pero estos se dan en menor proporción. «En cada suicidio en adolescentes, a la larga se van a encontrar factores sociales importantes que incidieron. Difícilmente se dan por situaciones individuales» explicó.
Algunos de los síntomas que suelen presentar las personas antes de suicidarse son el aislamiento, la perdida de control, los grados de violencia descontrolados, el ensimismamiento (recogimiento de intimidad de uno mismo), los «bajones» de ánimo.
Según Flores, el fenómeno del suicidio en la juventud puede prevenirse desarrollando una comunicación afectiva tanto en la familia como con las amistades y en los centros educativos. Especificó que cuando el caso lo demande, la familia debe buscar ayuda profesional.
Faltan recursos
Jorge Rojas, Director del OIJ, reconoce el aumento de suicidios en los jóvenes en los últimos años y los pocos recursos para aplicar un programa de prevención del que carece el organismo
No obstante, indicó que cuenta con un equipo de especialistas para atender los casos.
Expresó que es necesario un proyecto que eduque y prevenga el suicidio en el ámbito nacional, en particular en los colegios y las escuelas.
Alertó a los padres de familia sobre esta situación y pidió estar atentos ante tendencias suicidas.
Madres alertas
Julia Woodbridge es una de las madres que sufrió en carne propia el suicidio de su hijo de catorce años, mucho tiempo atrás. Para ella, la mejor definición de suicidio es el temor a vivir y no tanto el deseo de morir.
Considera devastadora esta experiencia debido a que genera fuertes sentimientos de culpa, frustración, vergüenza y dolor. Estima que estos elementos tienden a confundir a las madres a tal punto, que sobrevivir para ellas se convierte en todo un desafío.
«Los tranquilizantes, el alcohol, o cualquier clase de drogas no ayudan en nada, aunque yo misma acudí a ellos, me di cuenta que esto solo oculta el sufrimiento».
Hoy, ella confiesa haber tenido una enorme dificultad para aceptar esa realidad e incluso afirma haberse sentido incapaz de reaccionar por mucho tiempo debido al sentimiento de confusión, desamparo e incomprensión de otras personas.
«Por mucho tiempo lo que hice fue flotar en una pena y depresión que no me llevaban a nada, y empecé a preguntarme, ¿cómo puedo seguir viviendo?. En varias ocasiones pensé también en el suicidio, pero pude ver que mis dos hijos me necesitaban.»
Esta mujer cree que para superar esta situación, lo primero que debe hacerse es enfrentar el dolor para que la sanidad llegue. El segundo paso, añade, es aceptar la realidad del suicidio del hijo y empezar a hablar sobre la situación.
«Tenía que expresar mis sentimientos de soledad, vacío, incredulidad y dolor y tengo que reconocer que solo Dios pudo sanarme porque no tenía más que una opción, vivir o dejarse arrastrar por el dolor».
Ahora Julia da apoyo y asesoría a familiares sobrevivientes de casos de suicidio y atiende a personas con deseos suicidas, por medio de la fundación «Rescatando Vidas».
Ella pide a los padres de familia hacer un alto en el camino para que atiendan a sus hijos no solo con palabras sino con hechos, afectividad y cariño.
«Debemos amar a nuestros hijos por lo que son, no por lo que hacen, y platicar con ellos sobre el significado de la vida, así como enseñarles a resolver conflictos y ver como ellos responden al rechazo, perdidas y fracasos».
Está convencida de que es mas importante un «abrazo», que la preocupación permanente por responder a las necesidades materiales.
El suicidio también estuvo cerca de la casa de Sofía Amador Brenes, madre de Andrés, quien mostraba ideas suicidas, a pesar de ser una persona simpática, inteligente, conversadora y proveniente de una familia acogedora y sin problemas.
En este caso, explicó la madre, la razón respondió al rechazo que el adolescente sentía hacia sí mismo, por un tic nervioso sonoro.
Esta situación provocó que a sus 19 años mostrara signos de baja autoestima y experimentara síntomas de depresión, que expresaba con frases suicidas, como: «estoy enfermo no valgo nada, o me quiero morir».
De inmediato ella, buscó ayuda psicológica, médica y espiritual, que le permitió evitar un suicidio.
Ambas madres coinciden en la necesidad de prestar atención ante cualquier conducta extraña en los hijos. Alertan que no siempre una persona manifiesta expresiones suicidas, ya que 24 horas antes puede disfrutar durante una fiesta o jugar fútbol y al día siguiente suicidarse.
Temor a vivir
Mario Mora Garita tomó la decisión de acabar con su vida hace dieciseis años porque estaba cansado de la vida, harto de los problemas y quería escapar del dolor; olvidarse de todas las penas que lo agobiaban.
Por eso, decidió compartir su vivencia con dos periodistas de UNIVERSIDAD, a quienes contó su testimonio con el fin de llevar este mensaje a otros jóvenes.
A sus 33 años, confiesa que la mezcla entre inseguridad, soledad, malas compañías, conflictos familiares y económicos, fue el detonante, que estalló en un intento de suicidio.
Ahora él está convencido de que existen otros caminos para hallar una solución ante los problemas que le agobiaban, pero recalca que el suicidio nunca debe ser una vía. Dieciseis años después, Mario se reconoce un aplicado estudiante de la carrera de Administración de Empresas y un testimonio viviente para cientos jóvenes sedientos de orientación, quienes acuden por ayuda al grupo Vida Joven. Su transformación espiritual también lo lleva a ser misionero de la palabra de Dios, lo que le ha compartir con otros jóvenes de Costa Rica y Latinoamérica.
sus deseos de seguir viviendo.
Rescatando Vidas, teléfono: 283-32-38 (Dirección electrónica):
[email protected]
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