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Escritas y publicadas mis ideas y vivencias en torno al pensamiento único, evidenciada la «mala praxis ottónica» en cuanto ética autista, y desnudado el imaginario del PAC como partido democrático y antitradicionalista, no puedo dejar pasar sin oposición alguna el -mal- intento del politólogo Hárold Villegas Román de descontextualizar el claro e inequívoco contenido de mis artículos. No puedo permitir que se insinúe siquiera que yo he parcializado mi análisis y que desde un principio negué la existencia del pensamiento único en la política nacional, cuando ese ha sido precisamente el objetivo central de mi denuncia. Me parece tendencioso el comentario del señor Villegas cuando escribe: «A diferencia de la aseveración que realiza el señor Barahona, la vida política nacional en los últimos 20 años ha estado dominada por el pensamiento único, representado por un bipartidismo trasnochado en prácticas de mentira, incoherencias y complicidades».
Yo nunca, ni por asomo, he sostenido lo contrario don Hárold, y me parece que si usted así lo afirma, o bien, esta faltando intencionalmente a la verdad, o no entendió, lo que se deba quizá a razones subjetivas que solo usted -y tal vez los del PAC- sabrá, y eso me temo, que lo incapacita como observador social de una realidad que yo estoy dispuesto a discutir en torno al concepto del pensamiento único y sus múltiples implicaciones, pero esperando al menos el respeto a mi denuncia, que usted desprecia con un simplista epíteto al catalogarla como «cortina de humo».
Nada de eso, mi denuncia ha sido directa y frontal. «Cortina de humo» es desviar la atención del centro de la discusión crítica que propuse desde un principio con el sano y desinteresado objetivo de razonar altivamente sobre el pensamiento único como una lógica de ejercicio del poder tremendamente negativa que alcanza, mutatis mutandi, a todos los partidos políticos.
Defender a estas alturas que «La ética del PAC, (es) insuficiente pero necesaria», representa el esnobismo y la falta de rigurosidad analítica más acabado que he presenciado en esta «plazuela intelectual» que es el Semanario y ello me preocupa, más siendo su autor un «profesor» universitario.
Que no me vengan a dibujar al PAC como un partido no tradicional, ni mucho menos como la panacea política, ni tampoco me vendan el cuento de un Ottón Solís blanco e impoluto que parece más un Dios de sus apóstoles legislativos (al menos de los que le quedan), que aquel líder crítico pero constructivo, que incluso, antes de su unción, algunos admirábamos.
No malentienda don Hárold, no todo es pensamiento único, ni el pensamiento único lo es todo, así como no todos somos del PAC ni el PAC lo es todo.
No se enrede mi estimado replicante. Sostiene usted, al mejor estilo maniqueo, que toda crítica al PAC debe entenderse como un favor intencional a los partidos mayoritarios. Lo pongo en sus propias letras: «Las críticas a un partido nuevo y en construcción como el PAC (…) solo representan una cortina de humo». Nada más falacioso y lejano a la exacta verdad, o es que ahora resulta que el PAC, por ser nuevecito y chiquitico, debe ser perdonado por sus yerros y pecados, lo que equivale a decir que las nuevas iniciativas políticas, por el simple hecho de ser novedosas, están exentas de crítica y son inalcanzables al examen ciudadano, por lo que son impunes y por consiguiente e irremediablemente: mejores. De pronto le serviría hacer una llamadita a Venezuela o Perú para darse cuenta de lo que para algunos ya es más que evidente y que desde hace casi un siglo, un líder bolchevique ilustró al decir que «un rebaño de cien ovejas solo necesita un perro feroz y ladrador para conducirlos al matadero»..
Tampoco se embarque, señor Villegas, reduciendo «el bochornoso episodio» del financiamiento de los partidos políticos al bipartidismo, porque es un problema común a todas las agrupaciones, incluido el PAC y su silencioso líder, a quien le atribuyen ahora el no haber reportado un cheque millonario y no ha sabido, o no ha querido, que para los efectos es lo mismo, defender las interpelaciones de un indignado Humberto Arce.
En expresión de Pascal, «quien pretende hacer un ángel, termina creando una bestia». ¿Qué más puedo decir?
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