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Luis Garzón, excandidato presidencial, derrotado por Uribe el año pasado, expresidente de la Central Única de Trabajadores (CUT), ganó la alcaldía de Bogotá.
El presidente de Colombia, Alvaro Uribe, sufrió una doble derrota en los comicios celebrados el pasado fin de semana; el primero para aprobar 15 reformas constitucionales y, el segundo, para elegir autoridades locales.
Las elecciones vienen a consolidar el surgimiento, en América Latina, de una corriente política renovadora, contraria a las propuestas neoliberales.
El mandatario apostó y perdió todo en un referendo para reformar 15 artículos de la constitución. Cuarenta y ocho horas después de cerradas las urnas del referendo, celebrado el sábado 25, quedaba poco más del 2% de los votos por escrutar, para la cifra era clave para conocer el destino de la consulta. El gobierno seguía esperando que se pudiera lograr la aprobación de por lo menos un 4% o 5%, de las 15 preguntas planteadas. Para eso cada una de ellas debía llegar a 6.267.443 votos, correspondiente al 25% del padrón electoral, cifra mínima para que la consulta fuera válida.
Pero el lunes 27 por la mañana ninguna de las 15 preguntas había llegado a ese mínimo, si bien cuatro estaban lo suficientemente cerca como para considerarse que podrían ser validadas y aprobadas. Entre ellas la número uno, sobre la inhabilitación para la vida pública de aquellas personas condenadas por corrupción.
Ahora bien, la propuesta de reducir en 20% el número de parlamentarios, una de las banderas de la campaña de Uribe el año pasado, así como la consulta sobre el congelamiento de los salarios públicos, parecían tener posibilidad de alcanzar la validación.
Las preguntas de contenido económico, incluyendo una que pretendía limitar las pensiones de lujo, eran la base de la reforma, en la que Uribe se proponía ahorrar unos mil millones de dólares anuales durante siete años y reducir así un déficit fiscal que el Fondo Monetario Internacional (FMI) considera inaceptable.
El fracaso de las reformas pone al Ejecutivo ante la necesidad de revisar sus programas y buscar fondos en otros lados. Comprometido con la escalada de la guerra para poner fin al conflicto armado, el gasto público se incrementó enormemente durante la actual administración.
Pese a la ayuda estadounidense al «Plan Colombia», superior a los mil millones de dólares, el esfuerzo de Uribe parece encontrar limitaciones, no solo financieras, sino políticas.
El presidente había apostado su capital político en ese referendo, ejerciendo enorme presión para que los colombianos acudieran a las urnas.
La oposición insistió en que las reformas propuestas se podían hacer en el Congreso, donde, por lo demás, Uribe cuenta con una mayoría abrumadora. Inclusive sectores partidarios del gobierno le había advertido del riesgo de la convocatoria.
Probablemente entusiasmado por las encuestas, que le dan más de 70% de apoyo, después de 14 meses de gobierno, Uribe decidió jugar una carta que, a la larga, le puede costar cara.
La convocatoria de la oposición liberal y del Polo Democrático Independiente, así como de diversos sectores sociales, para que la población se abstuviera de votar en un plebiscito que parecía tener, como principal justificación, la de fortalecer el estilo de gobierno del presidente, dio resultados. El referendo se transformó en una importante derrota política para el gobierno, según todos los medios colombianos.
OPOSICIÓN
El resultado electoral del sábado se confirmó en las elecciones del domingo, en la que los 25 millones de electores debieron acudir de nuevo a las urnas para elegir alcaldes, gobernadores y otras autoridades locales.
Todas las miradas estaba concentradas en los comicios por la alcaldía de Bogotá, considerado el segundo puesto de elección popular más importante del país.
Luis Garzón, 52 años, excandidato presidencial, derrotado por Uribe el año pasado, expresidente de la Central Única de Trabajadores (CUT), candidato del Polo Democrático Independiente (PDI) logró 46% de los votos, frente a 39,5% de su principal rival, Juan Lozano, apoyado por Uribe.
Pero la oposición triunfó también en Medellín, la segunda ciudad del país, y eligió al gobernador del Valle del Cauca, cuya capital es Cali.
«Más allá del denominador común de expresar la preferencia por una opción distinta de las tradicionales, caracterizada por un marcado acento social, el triunfo de estos candidatos representa la incipiente consolidación en el nivel nacional de una corriente de izquierda democrática, cuyo núcleo es el Polo Democrático», señaló la prensa colombiana.
El principal líder del PDI, el senador Antonio Navarro, destacó el logro de su partido al señalar que más que oposición, el partido «es una alternativa de poder». Navarro agregó que «estas elecciones sitúan a Colombia acorde con las tendencias internacionales. Se puede decir que hay una rebeldía contra el Consenso de Washington en toda América Latina; a Colombia no había llegado porque la prioridad era la seguridad. Hoy que hay mejoras en esto, llega esta corriente».
El Consenso de Washington fue el resumen de las políticas neoliberales aplicadas en la región desde hace más de 20 años e implicó procesos de privatización y apertura comercial, cuyos dramáticos resultados comienzan hoy a ser puestos en discusión en todos los países.
La elección de Uribe, el año pasado, parecía un alto en el surgimiento de fuerzas alternativas al proyecto neoliberal en todo el hemisferio. Pero era evidente que en ese elección predominó lo que el senador Navarro calificó como el tema de la seguridad. Los colombianos venía saliendo de un fracasado intento de negociación entre el gobierno y la guerrilla, y la oferta de Uribe, de acabar con los rebeldes por la fuerza de las armas, despertó el entusiasmo de los electores.
Parece que la población quiere algo más que eso, en la misma medida en que queda en evidencia las limitaciones del proyecto de Uribe.
El resultado electoral plantea también desafíos a la guerrilla, que deberá sacar sus propias conclusiones sobre lo ocurrido con las consultas y los comicios. El fortalecimiento de una izquierda parlamentaria y municipal muestra la posibilidad de una propuesta distinta para aquellos que quieren cambios profundos en el país.
En todo caso, como lo señaló una revista colombiana, «el país que queda después del 26 de octubre no se parece al que había -o se creía que había- en vísperas del referendo y las elecciones. El mito de la unanimidad se rompió». Hay que ver ahora qué sigue.
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