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Intelectuales y políticos reflexionan sobre el destino de la izquierda en América Latina.
El Presidente de Cuba, Fidel Castro, estuvo presente los cinco días que duró el Congreso de CLACSO.
Los discursos académicos se han acercado, como pocas veces en años recientes, al debate político, para reflexionar sobre las posibles salidas al callejón en que el neoliberalismo ha acorralado a la humanidad.
Más de 300 académicos, líderes políticos y de organizaciones sociales se reunieron la semana pasada en La Habana, para celebrar la XXI Asamblea del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). «A lo largo de esta semana pasaremos revista a algunos de los temas más importantes que afectan el presente y el futuro no sólo de nuestros pueblos sino también los de toda la humanidad», dijo en su discurso inaugural, el argentino Atilio Borón, Secretario Ejecutivo de CLACSO.
Borón retomó viejos debates -aun sin solución- que la caída del muro de Berlín y del socialismo europeo dejó inconclusos para la izquierda, pero también para toda la sociedad.
Uno de ellos gira en torno a los análisis de Carlos Marx sobre el destino del capitalismo. En este tema Borón ha tenido una importante participación, con el libro «Imperio & Imperialismo» en el que responde a dos intelectuales europeos -Hardrt y Negri- autores de «Imperio», una obra que pretendía ser la nueva versión del manifiesto comunista.
Borón les sale al paso, señalando que ese texto («Imperio») es un «horror y un error de apreciación gigantesco».
«Imperio» es, en realidad, «una certificación de la debacle ideológica de la izquierda, en particular de la noratlántica -la norteamericana y europea. Principalmente de esta última, porque hoy existen mejores exponentes del pensamiento marxista en Estados Unidos, que en Europa», enfatizó en una entrevista concedida en La Habana, poco después de concluida la Asamblea de CLACSO.
Destacó que «el mundo de hoy, 150 años después del Manifiesto, se parece mucho más a lo que Marx y Engels predijeron que a lo que predijeron sus contemporáneos radicales».
«Tomemos las tesis de David Ricardo, o un poco antes, las de Adam Smith, que sentó las bases del modelo liberal», añadió. Y recordó la predicción de Smith, de que los monopolios tenían sus días contados; gracias al libre juego de las fuerzas de mercado el mundo caminaría hacia una armoniosa redistribución de la riqueza.
«Si tú miras eso y lo comparas con el mundo de hoy, dominado por los monopolios como nunca antes en la historia de la humanidad y con una polarización social sin precedentes, descubres que el Manifiesto Comunista se cumplió matemáticamente. No así las expectativas de Adam Smith y de los neoclásicos de la economía, que hablaban del famoso ‘derrame’: en un determinado punto la riqueza de los ricos comenzaría a chorrear hacia abajo y, por tanto, a crear las bases de una sociedad más justa», explicó.
EN EL OLVIDO
Este debate estaba casi olvidado. La caída del socialismo europeo postergó por más de dos décadas una reflexión que vuelve a tomar cuerpo.
El otro es sobre el papel de los partidos y de la clase obrera. «La concepción clásica del partido político en este momento está sujeta a revisión. Un partido que sea fundamentalmente de la clase obrera reduce innecesariamente el campo de articulación e intereses que tiene que tener la izquierda», dijo Atilio Borón.
Su propuesta es «constituir un gran espacio de izquierda, amplio, plural, con comunistas, con cristianos -comunistas a su manera-, con gente que ni sabe que es comunista, con socialistas m*s o menos radicales, grupos ecologistas, juveniles… En la medida en que estén en contra del capitalismo, en la medida en que no le otorguen al capitalismo un certificado de eternidad, todos son compañeros de lucha».
Pese a esa propuesta, aseguró que sigue siendo, «en este sentido, muy ortodoxo. Pero hoy en día hay que pensar que el universo de los excluidos, oprimidos y ofendidos por el capitalismo se ha ampliado extraordinariamente», aseguró.
Ese esfuerzo de ampliar la lucha, de vincular la nueva realidad con el pensamiento clásico, ese esfuerzo por aprender de lo nuevo, se va manifestando también en una creciente coordinación internacional. «Las luchas son comunicables y, además, hay un efecto contagio», añadió Borón.
Esa recuperación de lo clásico va acompañada de una crítica a la moda, a ciertas concepciones en las ciencias sociales actuales, sin tener el peso suficiente para eso. Entre ellas, el postmodernismo. «El postmodernismo no es un asunto serio… Cuando tú lo llevas a las ciencias sociales y a la filosofía, es pura charlatanería que no merece ningún respeto. Es una moda impuesta», aseguró.
NUEVAS LUCHAS
Junto con esta reflexión teórica, se está produciendo en América Latina una renovación de la política que se expresa en cada elección realizada en el continente. La última fue en Colombia, hace tan solo 15 días, cuando una propuesta renovadora de la izquierda logró grandes avances entre el electorado.
Solo semanas antes los bolivianos habían obligado a renunciar a un presidente que no supo ofrecer alternativas a la crisis en la que él mismo había sumergido el país, al promover, en su primer gobierno, un proceso de privatización de los recursos energéticos.
El presidente cubano, Fidel Castro, que participó durante los cinco días de la Asamblea de CLACSO, afirmó que «para la humanidad este minuto es trascendental, está lleno de incógnitas, de ansias de soluciones y esta reunión ha demostrado que son posibles, que la democracia verdadera, esa que hoy es como una aguja en un pajar, se puede alcanzar».
Semanas antes, en Buenos Aires, una reunión del G-20, el grupo liderado por Brasil e India, que busca promover los intereses de los países en desarrollo en el proceso de globalización, daba muestras del nuevo esfuerzo que combina las iniciativas políticas con este esfuerzo de reflexión de una nueva izquierda que ha reiniciado el camino suspendido hace casi cinco lustros.
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