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Los candidatos Oscar Berger y Álvaro Colom se disputarían la segunda vuelta en diciembre.
La derrota del general Efraín Ríos Montt acaparó la atención en las elecciones del domingo 9 de noviembre y evitó que el exdictador participase en la segunda ronda en diciembre.
Pese a que las encuestas indicaban que el general estaba en un alejado tercer lugar, existía el temor de que, finalmente, pudiera repuntar esa situación, principalmente con los votos indígenas del interior del país. En ese caso, podrían repetirse los actos de violencia que se vivieron en la capital en julio pasado, cuando Ríos Montt presionó a la Corte Constitucional para revocar las disposiciones que le impedían ser candidato a la presidencia. La constitución prohibía a quienes hubiesen llegado al poder mediante un golpe de Estado aspirar a la presidencia de la República, pero, finalmente, el general logró doblarle la mano a los magistrados, quienes aceptaron inscribir su candidatura. Pero durante casi 48 horas la capital fue escenario de disturbios promovidos por sus partidarios, que buscaban intimidar a sus adversarios.
Todavía está fresca en la memoria la política de tierra arrasada que Ríos Montt impulsó entre 1982 y 1983, cuando se hizo del poder mediante un golpe militar. Miles de campesinos fueron asesinados o tuvieron que emigrar y buscar refugio en México. Pero eso no impidió que su candidatura encontrara apoyo, insuficiente en todo caso, para permitirle un mayor protagonismo en las elecciones pasadas.
Si ese factor contribuirá seguramente a reducir las tensiones políticas en el país, también es cierto que Guatemala sigue enfrentado enormes desafíos.
PARTIDOS
Uno de esos retos es la desarticulación del sistema político. Desde la firma de los acuerdos de paz, hace siete años, prácticamente todos los partidos existentes desaparecieron, con excepción de la democracia cristiana, que subsiste con una representación política muy reducida. Las dos agrupaciones principales en estas elecciones, la Gran alianza Nacional (GANA), de Oscar Berger, y la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), de Alvaro Colom, están integradas por agrupaciones de muy reciente formación.
Berger, un abogado de 57 años, aparece como el claro favorito para imponerse en la segunda vuelta. De línea conservadora, parecía lograr algo más de 40 % de los votos, cuando el conteo aun no había terminado. Colom, de centroderecha, lo seguía con una votación que podría oscilar entre 23 y 27 %, de acuerdo con las mismas previsiones. Muy atrás, el Frente Republicano Guatemalteco (FRG), de Ríos Montt, no parecía llegar a más de 17 %. Otros diversos candidatos obtenían cifras aun menores.
De modo que todo indicaba al cierre de edición (lunes 10) que Berger y Colom disputarían la segunda vuelta. Parece también probable que, dada la diferencia inicial, Berger tendría las mayores posibilidades de imponerse. Para revertir esa situación, Colom deberá conformar una vasta alianza con los demás partidos, cosa que no se daba por descartada. Aunque los desmintió, circulaba la versión de que podría, inclusive, aliarse al FRG, lo que le permitiría emparejar la votación de Berger y disputar, a partir de ahí, los votos desperdigados entre los demás partidos.
DESAFÍOS
Sea cual sea el resultado final, el próximo presidente enfrentará una situación llena de dificultades. La deuda externa, de más de 40 mil millones de quetzales, (casi $5 mil millones), obligará a buscar una renegociación, en medio de una situación fiscal también difícil. El déficit previsto para este año es de casi 4% del Producto interno Bruto (PIB), agravado por la decisión del gobierno de Alfonso Portillo de indemnizar a los antiguos integrantes de los grupos paramilitares conocidos como Patrullas de Autodefensa Civil (PAC) con fondos del presupuesto. La oferta es de unos $650 a cada uno de los antiguos patrulleros.
La decisión no tiene solo efectos económicos, sino, sobre todo, políticos. Las patrullas, desmovilizadas desde la firma de los acuerdos de paz, en 1996, se han vuelto a reorganizar y ya han anunciado medidas de presión si el nuevo gobierno decide no pagarles la indemnización prometida. Su reactivación servirá también como importante base de apoyo para el FRG, desplazado de la presidencia, pero con una importante representación parlamentaria.
El próximo gobierno, en realidad, deberá enfrentar una composición parlamentaria muy distinta a la actual, donde el gobierno cuenta con una cómoda mayoría. Esto permitió inclusive que Ríos Montt fuera elegido presidente del congreso. Ahora, con un parlamento fragmentado en una cantidad de partidos, Berger podría verse en dificultades para llevar a cabo su programa de gobierno, si se confirma su favoritismo en las elecciones de diciembre.
Pero no es solo político el desafío. Del punto de vista económico, Guatemala vio reducirse el ritmo de su crecimiento económico y aumentar la tasa de inflación en los últimos meses.
Por lo menos 3,2 millones de personas, de una población económicamente activa de 8,2 millones, están sin trabajo. Cerca de 60 % de la población, sobre todo indígenas, vive en la pobreza. La otra cara es la concentración de la riqueza en manos del 10 % de la población más rica, que recibe el 40,3 % del total de ingresos del país.
Los campesinos mantienen vigentes reclamos de tierras y ya anunciaron manifestaciones para exigir atención a sus demandas. Del mismo modo, los docentes y trabajadores de la salud han reiterado sus exigencias de mejoras salariales, no satisfechas durante la actual administración.
Analistas y empresarios estiman que el próximo presidente deberá emprender rápidas reformas.
María del Carmen Aceña, del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN), afirmó que el nuevo gobierno «debe corregir el déficit fiscal y equilibrar la economía. Se debe buscar una buena relación con el sector empresarial y evitar la confrontación provocada por el FRG. Urge la generación de empleo en el país», enfatizó.
El representante de la Cámara de Industria, Jaime Arimany, por su parte, dijo que «la actual administración nos deja con extrema pobreza y un país deteriorado. El reto del nuevo presidente y su equipo es combatir el crimen organizado, la corrupción, la impunidad y buscar el diálogo entre todos los sectores».
En todo caso, en el panorama político sigue faltando una alternativa al modelo conservador que ha imperado desde hace décadas, que un gobierno de Berger y la coalición que lo apoyó no parece ofrecer. Habrá que ver si, por lo menos, ofrecerá una forma menos corrupta de la política y de la economía que la imperante en los últimos cuatro años en el país.
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