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Invernaderos, sinónimo de productividad

Un aumento de la productividad por hectárea y un manejo efectivo de los picos de demanda durante el año, son dos condiciones que los agricultores nacionales podrían alcanzar si adoptan sistemas protegidos de producción.

Un aumento de la productividad por hectárea y un manejo efectivo de los picos de demanda durante el año, son dos condiciones que los agricultores nacionales podrían alcanzar si adoptan sistemas protegidos de producción.
La necesidad de intensificar la producción de hortalizas ante una mayor demanda fue uno de los factores que disparó la construcción de invernaderos en el mundo, donde existen unas 700 mil hectáreas de cultivos bajo plástico.
Con ese objetivo, la Estación Experimental Agrícola Fabio Baudrit de la Universidad de Costa Rica, no solo acaba de construir en su finca un invernadero de 2.000 m2 de extensión donde experimentar nuevas formas de cultivos, sino que ha iniciado la capacitación de grupos de agricultores para el empleo de esta tecnología, con miras a otras formas de comercialización y exportación.
 
Durante la Semana de la Vinculación reunió en la Ciudad de la Investigación a 260 agricultores de todo el país, a quienes especialistas internacionales les explicaron las bases científicas para la producción agrícola en ambientes protegidos, los aspectos biofísicos del manejo de invernaderos, los principios y práctica de la fertilización de cultivos bajo riego y la importancia de este tipo de producción en el nuevo contexto de los mercados de productos agrícolas.
Según explicó el Dr. Jean Hugues Chailley, especialista de la firma Richel de Francia, aunque en Europa y EE.UU. el uso de invernaderos surge en el siglo XIX, en América Latina por sus grandes extensiones de tierra, la adopción de este tipo de producción ha sido más lenta.
Sin embargo, en países como Chile y Argentina ya se han empezado a palpar los primeros frutos del uso de esta tecnología, pues mientras allí son capaces de cosechar entre 150 y 250 toneladas de tomate por hectárea bajo plástico, la productividad por hectárea de este cultivo a campo abierto en países como Bolivia es de 25 toneladas.

PRINCIPIOS

Los invernaderos son barreras físicas entre el cultivo y el medio ambiente, que permiten la creación de un microclima específico;  la protección de las plantas contra factores climáticos adversos como la lluvia y el viento, plagas, enfermedades y animales;  y un manejo apropiado del cultivo, creando condiciones favorables mediante la aplicación de tecnologías como la calefacción, sistemas de enfriamiento y emisiones de CO2 y un uso más efectivo de agroquímicos y agentes biológicos.
A diferencia del cultivo a campo abierto, donde el campesino se preocupa básicamente por mejorar las condiciones de nutrición de la planta a nivel del suelo, el manejo en ambientes protegidos permite aprovechar el potencial genético de la planta cuidando no solo de la raíz, sino la parte aérea, con el fin de alcanzar una mayor rentabilidad económica.
Para el Dr. Chailley, pese a que este tipo de estructura permite una optimización de la producción, es tan solo una herramienta, por lo cual el agricultor debe diseñar su proyecto antes de plantearse la construcción de un invernadero.
Para ello debe tomar en cuenta qué quiere hacer, conocer el clima y aspectos geográficos de su finca, definir los requerimientos agronómicos del cultivo, los recursos técnico económicos, los recursos humanos y el mercado, hacer un plan de negocios y medir su capacidad de inversión y de retorno.
Solo una vez dados esos pasos se puede pasar a la fase de definición del invernadero, la inversión y la tecnología.

EL INVERNADERO

Para definir el diseño de un invernadero, el agricultor junto con los especialistas deben tomar en cuenta una serie de parámetros externos e internos.
Entre los parámetros exteriores están la radiación solar, la temperatura, la altura, las precipitaciones y el grado de humedad, el viento que puede ejercer cierto tipo de presión sobre el sistema, el suelo que definirá el tipo de bases que hay que colocar y el tipo de estructura que debe soportar el peso del agua, los granizos y, en otras latitudes, la nieve.
A lo interno será fundamental controlar la luz o energía, la temperatura, la ventilación, la humedad relativa y la disponibilidad de CO2.  Igualmente, el peso del cultivo, tanto del follaje como del fruto y el de equipos como ventiladores, enfriadores, estructuras de soporte, sistemas de calefacción, etc.
Aunque en Costa Rica, por ser un país subtropical la radiación solar es alta, es menor a la que existe en el sur de España o Francia durante el verano, por lo que si allá se logran buenos resultados, con mucho mayor razón aquí.
Otro de los participantes, el Dr. Dennis Decoteau, especialista en plasticultura y producción protegida de la Universidad Estatal de Pensylvannia, manifestó que siendo la luz un factor fundamental para la respiración y fotosíntesis de la planta y para su crecimiento y desarrollo, Costa Rica cuenta con una ventaja comparativa debido a que hay sol todos los meses del año.
Para una buena fotosíntesis de la planta, se necesita la energía de la luz que junto con el agua y el CO2 permiten a los cultivos producir azúcares o almidones, cuyo proceso propicia el saludable crecimiento de la planta y la liberación de oxígeno al ambiente.
La ventaja de los invernaderos en este sentido es que la luz que penetra a través del vidrio o el plástico es difusa o dispersa, por lo que es capaz de llegar a todas las hojas del dosel vegetal para un uso más eficiente de la energía.
Asimismo, la cobertura obstaculiza la penetración de los rayos ultravioleta del sol, permite el ingreso de rayos infrarrojos cortos e impide la salida de los infrarrojos largos que producen el efecto invernadero.
A juicio del Dr. Decoteau de una buena luz dependerán entonces el desarrollo y firmeza de los tallos y las hojas, el color de las flores, la arquitectura de las plantas y también la presencia de azúcar en los frutos.
La temperatura, que tiene su grado óptimo entre los 15 y los 30 grados centígrados, influirá en la iniciación de la floración, la homogeneidad en la producción, la velocidad en el desarrollo de los cultivos y en la calidad del producto.  De su control en el invernadero dependerá que la planta no acumule estrés, detenga su proceso de fotosíntesis y se pierda la productividad que se busca.
El control de la humedad relativa, cuyo nivel óptimo está entre 70% y 85% dependiendo del cultivo, será fundamental porque en exceso permite una aumento de la temperatura.  Esto afecta el proceso de transpiración de la planta y el consumo de CO2, y puede propiciar el desarrollo de enfermedades.
Lo importante es lograr el punto de rocío, pues este vapor permite que las estomas de las hojas se abran y penetre el CO2 y otros gases necesarios para la fotosíntesis.  A la vez, propicia la liberación de oxígeno a través de la transpiración y un enfriamiento de la superficie de las hojas.
La ventilación será indispensable para la renovación del aire que proporciona CO2 al dosel vegetal, permite una reducción de la humedad relativa y de la energía, y da un equilibrio de la temperatura.  Además, logra un diferencial de temperatura por las noches, sobre todo en productos como el tomate o las rosas, que lo requieren para una buena producción.
Tomando en cuenta todas estas condiciones los agricultores estarán preparados para dotar al mercado de un abastecimiento permanente, en el caso de los vegetales, y para aprovechar los picos de cosecha de productos como las rosas, que para San Valentín, por ejemplo, pasan de $0,10 a $1 por tallo y pueden implicar grandes ganancias por hectárea.

  • Rocío Marín González
  • Crisol
FranceSpain
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