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La risa como desencanto

No es Enrique Jardiel Poncela un escritor que pase desapercibido; cierto que tampoco es de los más leídos, pero quien más y quien menos recuerda con satisfacción alguna obra suya, bien novela, bien teatro.

No es Enrique Jardiel Poncela un escritor que pase desapercibido; cierto que tampoco es de los más leídos, pero quien más y quien menos recuerda con satisfacción alguna obra suya, bien novela, bien teatro.
Utiliza Jardiel el recurso del humor como técnica para provocar la risa. Después de una lectura atenta de su obra, esa risa como categoría totalizadora debe ser matizada. Son claras su profunda amargura y desencanto pero estos componentes, auténticas bases del mensaje, no renuncian nunca a ciertos esbozos de ternura y, más aún, de deseos de comprensión y amor. Escila y Caribdis de Jardiel que usa la risa como defensa y barrera ante los desatinos de la realidad y como medio de fustigar, por lo que podemos rastrear mucho de mensaje moralizante en su obra, aunque este aspecto no haya sido considerado por la crítica en su justa dimensión, precisamente por la sobreabundancia de los elementos irónicos, paródicos y burlescos que aparecen en sus obras y que impiden ver intenciones, en cierta manera, ocultas en una obra que adquiere tonos de hilaridad insuperables: Eloísa está debajo de un almendro, Celuloides cómicos, Usted tiene ojos de mujer faltal, El libro del convaleciente, Amor se escribe sin hache, por citar algunos ejemplos. Esta risa tiene, en lo profundo, un valor catártico que no ha sido visto porque las etiquetas críticas como la superficialidad, inconsistencia, falta de rigor constructivo se le aplicaron de forma simplista.
Hay un sueño de utopía en la despiadada fustigación social que Jardiel usa en toda ocasión y que va del detalle a la formulación universal sin plantear resultados concretos. De hecho, el humor es la solución corrosiva que se le ocurre como forma superior de la inteligencia humana, al menos para destruir. Es muy difícil llegar a la base del humor. Jardiel desistió de hacerlo cuando afirmó que «definir el humorismo es como pretender clavar por el ala una mariposa utilizando de aguijón un poste de telégrafo». No obstante, se puede concluir que el humor es una actitud que rompe (transgrede) el orden esperable de los acontecimientos. En esta actitud se produce una gradación que se inicia con el reconocimiento de lo que podemos llamar situación normal por parte del receptor; a continuación el orden debe ser alterado para llegar a la función disyuntiva que produce la ruptura por medio de los mecanismos de error e incoherencia; finalmente se tiene que producir la restauración por medio de ciertos índices que deben ser puestos de manifiesto por el receptor.
En la evolución del concepto, creo que Jardiel participa del sentido decimonónico por el que el humor expresa el malestar del hombre frente al universo y también de los valores de grotesco y absurdo que caracterizan el concepto en la centuria siguiente. Se pasa de lo ridículo a lo trágico. No es necesario recordar que Jardiel admiró profundamente la obra de Gómez de la Serna y es necesario reivindicar el espíritu renovador que anima toda su obra.

  • Laura Olarte Stampa
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