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De acuerdo con el Estatuto Orgánico, es la Asamblea Universitaria el organismo de más alta jerarquía en la Institución, y recae en el Rector, las Vicerrectoras (ores) y el Consejo Universitario la responsabilidad de convocarla.
Si se tiene presente, que en lo que respecta a la Asamblea Colegiada, dicho órgano tiene dos años de no ser convocado, y si se toman en consideración los mandatos establecidos en el Estatuto y reglamentos vigentes al respecto, resulta preocupante esta desproporcionada omisión de parte de las más altas autoridades de la Institución. Si a esto se añade que tal omisión no parece preocupar al Rector, sus Vicerrectores (as) o al Consejo Universitario, pese a ser la Universidad de Costa Rica una organización con un régimen decisorio democrático, resulta inadmisible tal omisión. En lo que respecta a la Asamblea Colegida, el solo hecho de tener entre sus atribuciones, el actuar como Foro Universitario y lugar en donde plantear ideas sobre problemática universitaria, es razón suficiente para no omitir tal convocatoria según lo establece el Estatuto Orgánico.
Lo anterior, a menos que lo que se quiera en el fondo es evitar abordar en ese foro algunos de los problemas que enfrenta la Institución, entre ellos la forma en que se administra académicamente la Universidad de Costa Rica.
La situación que vivimos desde hace años de desprecio hacia el papel de los órganos colegiados en la Institución, podría ser un indicio de la no manifiesta intención de algunas personas que ocupan puestos claves en la administración superior, de evitar que los órganos colegiados participen en la conducción política de la Institución como debería ser. Esta situación pareciera derivarse de un estilo de dirección autoritario ejercido, cada vez más evidentemente, por las Vicerrectoras (es) y sus respectivas vicerrectorías, incluso en asuntos que deberían de estar completamente en manos de los académicos que dirigen y conforman las Facultades, Escuelas, Sedes, Centros Regionales, Recintos, Institutos, Centros y Laboratorios. Desde las vicerrectorías se imponen vistos buenos, autorizaciones, permisos, directrices, formularios, normas, instrucciones y otros al sector académico, con el objeto de aumentar cada día más la dependencia de las Unidades Académicas y de Investigación de las vicerrectorías.
Este estilo de dirección enfermizo centrado en el control que ejercen esas organizaciones y no en parámetros de rendimiento académico, que minimiza además el papel que deberían jugar los órganos colegiados como la Asamblea Colegiada Representativa, los Consejos de Area, las Asambleas de Facultad, de Sede o de Escuela debe terminar.
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