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Fecunda rebeldía

Ferrero: «La identidad nacional se ha perdido, nos la han robado. Nos hemos convertido de propietarios en inquilinos, en un simple numerillo consumidor».

Ferrero: «La identidad nacional se ha perdido, nos la han robado. Nos hemos convertido de propietarios en inquilinos, en un simple numerillo consumidor».
Con más de cien libros publicados y casi treinta en espera de ser editados, Luis Ferrero es sin duda el autor más prolífico del país. En 1987 recibió el Premio Nacional de Cultura Magón y en 2000 un Doctorado Honoris Causa de la Universidad Estatal a Distancia.
El escritor atendió a UNIVERSIDAD en el Centro Nacional de Cultura. Habló sobre su vida, sus mentores y su visión de la Costa Rica actual.

¿Dónde pasó su infancia?

– Nací en Orotina en 1930, donde pasé los primeros seis años.
Después nos vinimos a San José con brincos y saltos, porque papá se enfermó de cáncer. Cuando nos vinimos mi mamá y mis siete hermanos, él estaba prácticamente agonizando.
 
Vivíamos casi siempre en los barrios del sur; hasta que mamá logró que la municipalidad le vendiera un lote a peseta el metro cuadrado y construyó una casa de madera, que es donde vivo.
Mi madre trabajó de sirvienta, pero después aprendió a coser, alguien le regaló una máquina y ella se esclavizó, porque le daban las dos o tres de la mañana cosiendo ropa ajena.
Le debo a ella la cabal comprensión de lo que significa patria: origen, alma, amor, servir al prójimo, es un valor vivencial y no una simple palabra, por eso toda mi obra gira en torno a Costa Rica.
Estuve en el Liceo de Costa Rica un tiempo, pero me expulsaron por rebelde. Organicé junto con otros compañeros una huelga contra unos nombramientos en el Colegio de Señoritas y en el Liceo; y le resulté muy respondón al profesor de español, quien sostenía que no hay literatura costarricense. Yo le dije «no sea tan idiota, si están los Cuentos de mi Tía Panchita, las obras de García Monge,  las Crónicas Coloniales de Ricardo Fernández Guardia». Estaba en primer año, tendría doce o trece años de edad.

Entonces desde muy joven tuvo gusto por la lectura…

-Desde la escuela mi maestra nos aficionó a leer mucho. Todas las semanas llevaba a algún personaje para que conversara con los alumnos, como Joaquín García Monge, Clorito Picado y Juan Manuel Sánchez.
Desde chiquillo me hice muy amigo de García Monge, y cuando me expulsaron del colegio lo visitaba mucho, hasta que se convirtió en mi maestro, mi mentor, mi padre espiritual.

¿Cómo recuerda a García Monge?

– Le tengo gran cariño y admiración. De él heredé mucho la rebeldía, porque él no es el abuelito bueno que pintan en los colegios, era un hombre de lucha, de combate. Desde principios de siglo XX, junto con don Roberto Brenes Mesén y Billo Zeledón formó el movimiento de los ácratas, dirigieron toda la renovación de la primera mitad de siglo.

¿A qué edad tuvo su primer trabajo?

– Algún tiempo después de que me expulsaran del Liceo. Fue en el dispensario antituberculoso, barriendo pisos.  Estuve año y medio, porque me contagié de tuberculosis. Después tuve infinidad de empleos, muy efímeros algunos.
A los 16 años conseguí empleo como mandadero en el periódico La Tribuna. Un día faltaba material al cierre de edición y me dijeron: «Ferrero, usted que sabe escribir a máquina, siéntese y escriba algo sobre lo que hablamos ayer». Escribí un artículo sobre el Punto Guanacasteco que provocó un gran escándalo, porque sostengo que no es guanacasteco, sino chiricano, y que está lleno de ritmos africanos.
Después, Rosalía de Segura, quien dirigía un periódico para mujeres, Mundo Femenino, me pidió colaboraciones. Luego una revista en El Salvador, dirigida a las damas diplomáticas y de la oligarquía, me solicitó escribir biografías de mujeres costarricenses. Para mi sorpresa, las publicaron en un libro editado como regalo a las suscriptoras en diciembre de 1947 . Fue mi primer libro: «Mujeres de la historia de Costa Rica».

Durante su juventud, ¿cuáles textos lo marcaron más?

– Unas biografías de Stephan Zweig, sobre Gandhi, Beethoven y Miguel Ángel. Pero hubo un libro que me señaló, «Disciplina y Rebeldía», de Federico de Onís. Tendría quince años cuando lo leí.
Otro que leí poco después y que vino a reafirmarme el sentimiento de inconformidad fue «La Desobediencia Civil» de Thoreau, que influyó en Gandhi y Martin Luther King.

¿Cómo recuerda la guerra del 48?

– Con orgullo recuerdo que participé en cuanta manifestación hubo contra el gobierno; palpé con dolor los desmanes de los bandidos que trajo al país Picado Michalski.
Lo que llaman revolución fue una escaramuza militar muy desigual, porque Figueres contaba con un armamento que el gobierno no tenía. Mis hermanos mayores participaron al lado de él. Yo repartí boletines conspiradores escondidos en un chiverre.

¿Cuándo salió del país por primera vez?

– Mi primer viaje fue a México, por iniciativa de García Monge, en 1950. El director del Colegio de México, Alfonso Reyes, era muy amigo de él, así que me hizo una carta de recomendación. Tenía como 20 años.
Reyes se encargó de conectarme con gente como Frida Kahlo, Diego Rivera, al Dr. Garibay o Gabriela Mistral. Ellos terminaron siendo una universidad de lujo para mí.

¿Cómo los recuerda?

– De Diego tengo malos recuerdos, porque tenía un carácter muy repulsivo. En cambio a Frida la recuerdo con gran cariño y admiración, porque a pesar de los dolores que padecía, era una mujer muy cariñosa y generosa, además de gran creadora.
Gabriela Mistral era una mujer muy imponente. Me entusiasma más su prosa que su poesía, aunque casi no se conoce. Otro de mis grandes profesores fue Paco Zúñiga, quien me reafirmó el amor por la escultura.
En 1962 viajé a Japón porque me concedieron la medalla Hokusai. Él fue uno de los más grandes grabadores del mundo, y para el bicentenario de su nacimiento hubo un concurso internacional sobre su vida y obra y ganó un ensayo mío.
Lo único que me falta por conocer es África, y los polos. En 1988 el Consejo Europeo me invitó a recorrer Europa durante un año. Pasé por muchos países dando conferencias sobre arte precolombino de Costa Rica.

El informe del Estado de la Nación denuncia que el sistema educativo ha formado un pueblo artísticamente analfabeto…

– Analfabeto en todo. La destrucción del sistema educativo busca hacer estudiantes no pensantes, el mismo Figueres dijo una vez que ya había domesticado a los costarricenses.

A partir de todo lo que ha estudiado, ¿qué rumbo siente que lleva el país?

– El despeñadero, porque predomina la injusticia. Además Costa Rica no es Costa Rica, nos la robaron los políticos. Me refiero a todos de Oscar Arias para acá, ninguno se salva. Ya pasó a ser una factoría de los grandes poderes económicos norteamericanos. La raíz de todo está en la destrucción del sistema educativo.

¿Será Oscar Arias presidente de nuevo?

– Pues me encantaría para que los costarricenses coman doble mierda. Esto es una dictadura solapada.

  • Vinicio Chacón 
  • Cultura
Joaquín García MongeJosé María ZeledónRoberto Brenes MesénStrike
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