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Cualquiera fuere el régimen político en que una sociedad se inscribe, los medios pasan a ser un factor primordial de poder o para el poder de turno. En un régimen totalitario los medios cumplen el papel primordial de difundir e imponer la ideología que sostiene el gobierno. Desempeñan el rol de taponar la oposición, filtrar lo percibido como peligroso y disgregar los núcleos de pensamiento independiente. En los regímenes comunista, nazi y fascista el papel de la propaganda política ocupó un lugar esencial en la captación de la masa, distinguiéndose diversos tipos de propaganda: la leninista que iba de la agitación a la «educación» política, de la «revelación» que aclararía las conciencias a la acción revolucionaria de las masas guiada por la voz del orden, que condensaba lo que había que hacer en una situación dada.La propaganda hitleriana fue menos racional al no estar anudada a una doctrina que implicara una concepción sistematizada de la sociedad. Eran consignas volcadas con el fin de sobreexcitar y exaltar a la masa sin objetivos definidos más allá de obtener la sumisión e incentivar el afán de poderío. Hitler entendió que las masas estaban predispuestas a creer y explotó sabiamente esa predisposición, porque la creencia se conformaba y sujetaba mejor a los componentes irracionales y emotivos que a los despliegues analítico-racionales. En un régimen democrático los medios de comunicación deberían desempeñar funciones ligadas a los derechos fundamentales de los ciudadanos, como los de publicar libremente las ideas, estar suficientemente informado sobre los negocios públicos y vivir dentro de un clima pluralista de opiniones y concepciones. Estas funciones se encuentran al servicio del ciudadano y deberían permitir la libre circulación y discusión de las ideas, lo que resulta esencial para la toma de decisiones públicas en base a las preferencias de los ciudadanos sobre las distintas cuestiones que hacen a la política y a la sociedad. Sin embargo la cosa se acompleja cuando los medios se han convertido en el factor preponderante en la emergencia de un tipo distinto de democracia, calificada por MANIN como la democracia de audiencias con notas que la separan de la democracia parlamentaria y la democracia de partidos, para facilitar el arribismo, no de los hombres notables sino a los personajes mediáticos, con un mejor dominio de las técnicas de comunicación.
Ante ese panorama se pensaría que por una mayor cantidad de personas preparadas, se tendría un escudo protector frente a las pretensiones de algunos que se han autonombrado salvadores o mesías de nuestra sociedad, porque la educación, pensamos, permite acudir a los razonamientos analíticos racionales y no a las consideraciones emocionales. Por eso vemos con especial preocupación como cada vez que el Estado en el legítimo ejercicio de sus competencias, pretende someter a control a alguna empresa de capital extranjero, inmediatamente saltan las voces agoreras asegurando que tales manifestaciones de la autoridad pública descalifican al país por la inseguridad que le causa a los inversionistas, sin ningún fundamento ni comprobación. A través del poder mediático se pretende asustar con la supuesta huida de capitales hacia otros lares si no los dejamos hacer lo que quieren, amalgamados con la opinión de un grupito de bufones que cual percantas en las sombras de la necesidad se arrastran lastimeramente ante la presencia de un dólar. Lo más preocupante y doloroso es que nos estamos convirtiendo en proxenetas políticos y económicos, facilitando la infiltración de personajes oscuros en el desmantelamiento del Estado. Hay enemistad con el pluralismo ideológico, se nos quiere imponer el pensamiento único con prescindencia de la discusión seria, amplia y distintiva. Enfrentar en un debate a dos o tres personas que están ideológicamente instalados en el mismo vagón no es honestidad democrática. Publicar solamente la opinión de quienes están a favor tampoco. Los medios de comunicación no deben perder de vista que aunque sean empresas privadas, su permanencia depende del sistema político, como lo ha demostrado con creces la historia, por lo que a manera de retroalimentación democrática deben abrirse a la exposición de pensamiento, cualquiera que sea la ideología que se profese, porque educar e imponer tienen consecuencias muy diversas y en este pueblo cada vez hay menos analfabetos disfrazados. Apuntamos con SERRAFERO algunas de las funciones que deberían tener los medios para el desarrollo de una democracia de mayor calidad: a) Informar correctamente sobre las cuestiones públicas de arriba hacia abajo, b) comunicar los intereses sectoriales y de grupo de abajo hacia arriba, c) dar mayor transparencia y visibilidad al sistema político-institucional, porque la información objetiva y veraz implica descorrer los velos sombríos de la política de las tinieblas, d) formar opinión a través de una discusión amplia y pluralista, cumpliendo una función formativa y educativa contemplando distintos puntos de vista, e) corregir las disfunciones de la representación política por medio del efecto directo sobre el sistema de premios y castigos por el voto ciudadano. Para ello se requeriría de libertad de información sin censura previa, pluralismo ideológico, profesionalismo y educación, a través de los principios de exactitud, transparencia, superación de conflictos de intereses y responsabilidad.
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