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Al parecer algunos funcionarios universitarios del más alto nivel viven en una realidad distinta a la planteada en el Estatuto Orgánico. Decía una de las vicerrectoras de la actual administración en la última Asamblea Colegiada, buscando legitimar las actividades de esa vicerrectoría mediante un «parche» al Estatuto: «la propuesta que hoy les presentamos, trata, entonces, simplemente, de actualizar algunos artículos del Estatuto Orgánico que reflejen de mejor manera las condiciones reales con las que se trabaja hoy, porque lo que refleja son las condiciones en las que se trabajaba hace treinta o cuarenta años. Que el Estatuto Orgánico de cuenta de las innovaciones y los resultados de los procesos que hemos vivido en la Institución». (Dra. Yamileth González, Página 10, párrafo 7, al Acta de la Sesión 114 (Segunda Parte) de la última Asamblea Colegiada Representativa del 12 de noviembre del 2001).
En otras palabras, hay funcionarios que entienden el Estatuto Orgánico como si se tratara de una cartilla histórica, que dê cuenta de lo que se ha hecho, en vez de tomarlo como referencia y orientación de lo que debe hacerse. Este mundo de lo absurdo y del revés, es el resultado de un estilo de dirección centralista y autoritario, que gobierna sin «interferencias» de un Estatuto que, en sus palabras, no refleja la realidad que percibe la cúpula.
La universidad lo que necesita no es un Estatuto que refleje o se adapte a esa «realidad» que se percibe desde las vicerrectorías, sino una Universidad en la que quienes la dirigen respeten el papel de los órganos colegiados y las unidades académicas, en vez de una organización centrada en instancias de control afincadas en las vicerrectorías.
Vivimos en una Universidad en donde la dirigencia condena a quien tiene opiniones distintas sobre la percepción de la realidad de que habla la estimable Vicerrectora; y quien así lo hace se le tilda de falaz, majadero, polémico o disociador. En esa realidad lo que es bien visto es quedarse callado pues muchas veces protestar es considerado inaceptable.
Si hace ocho años fue inaceptable que la administración Garita Bonilla hiciera caso omiso de las principales resoluciones del V Congreso Universitario, en particular aquellas que planteaban una estructura y dirección distinta para la Institución centrada en las Unidades Académicas y no en las Vicerrectorías; pues era un aspecto que no convenía tramitar a los vicerrectores de entonces, tampoco es aceptable que la actual administración, no solamente no tramitó dichas resoluciones, sino que algunos Vicerrectores de la actual administración fueron al VI Congreso a boicotear varios de los planteamientos que se hicieron sobre estructura y gobierno, sin haber planteado una sola ponencia en dicho Congreso.
Protesto por ambos estilos de dirección, el de la administración anterior autoritario, prepotente y abusivo para quienes nos atrevimos a disentir y el actual, que en vez de propiciar o al menos tramitar diligentemente cambios en la administración y dirección de la Universidad, como propuesta clara y evidente del V y VI Congreso Universitario, ha consolidado un modelo de gobierno y administración académica centrado en las vicerrectorías, dejando de lado el Estatuto y con ello el papel de la Asamblea Colegiada Representativa como órgano colegiado de mayor jerarquía en la Institución y el de las Unidades Académicas, que son a la postre en donde se genera y desarrolla realmente el proceso académico en la Institución.
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