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Los ciudadanos disconformes porque aunque a algunos les va muy bien y al país muy mal, escriben y opinan sobre su mandatario: «El Presidente está en todo su derecho de querer valorar y defender su gobierno, de tratar de mostrar hechos y resultados, pero la realidad muestra que el país ha tenido atrasos, se ha estancado, y que el gobierno es poco eficaz, desarticulado y sin rumbo».
Otro, más fiero, enrostra: «‘Vivimos en un país maravilloso’ causaría risa y escarnio, si la situación no fuera tan grave. El mandatario debe ser más autocrítico, más realista, no se puede gobernar con dichos».Una mujer señala: «El país no está como el Presidente lo pinta. Lo más delicado es su inocencia». Alguien remata: «Ya perdió el sentido de la realidad. Se equivocó de país. No es de éste que está hablando». Un último, desde atrás, grita «… es una provocación. ¡Enloqueció!»
También están los analistas ponderados: «La constante de este gobierno es la ambigüedad y el desatino». En la misma ronda, un ponente agrega: «el Presidente muestra su incapacidad para coordinar las voluntades nacionales hacia fines que promuevan mayor equidad en la población».
Un campesino se queja de un miembro del gabinete porque el hombre dice: «La mejor investigación la hacen las grandes empresas transnacionales y las universidades norteamericanas (sic) que nos comparten sus transgénicos. Paguémosle a Estados Unidos lo que les debemos de agua y apoyemos a los (grandes) productores para que compren equipos que la aprovechen mejor. ¿Zonas áridas? ¿No sería mejor que sus habitantes las dejaran y emigraran adonde sí pueden hacerla?».
No falta quien se cree chistoso: «Presi, dice la gente que te felicita por tus inteligentes declaraciones, porque no es lo mismo ser el patio trasero que poner el trasero en el patio. Es más, algunos te quieren entregar dos medallas». «¿Por qué dos?», inquiere el Presidente. «Una por tu inteligencia para vender el país, y la otra por si se te pierde la primera».
El Presidente referido por estos dichos no es El Financiable. Se trata del mexicano Vicente Fox quien enfrenta, tras diez años de Tratado de Libre Comercio, la ira de la población, especialmente de los agricultores, el aislamiento político y la amenaza de una defenestración vía movilización popular. Días atrás hubo marchas masivas en diez Estados mexicanos. Las consignas: «¡Vicente, entiende, el país no se vende!» y «¡Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, que el pinche gobierno se tiene que salir!»
¿Será tan arduo asumir que un tratado de libre comercio exige transformaciones significativas ‘antes’, negociadores nacionales y sociales ‘durante’ y gran capacidad política ‘después’ y todo dentro de un plan nacional de desarrollo? ¿La experiencia mexicana no les dice nada a quienes hoy se fingen Grandes Bobos, Vírgenes Necias y Reelegibles?
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