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La noticia de la muerte de la escritora española Dulce Chacón, el pasado miércoles 3, fue una conmoción de tristeza para el mundo literario hispanoamericano.
A su sepelio en Madrid asistió gran cantidad de autores y figuras de la intelectualidad española.
Para los cientos de costarricenses que participaron en esa especie de coloquio internacional de literatura que fue el Amón Literario, celebrado en la primera semana de octubre 2003, la noticia también resulta un fuerte impacto.
En ocasión del cierre de esa actividad, la autora se ganó el interés y respeto del público cuando habló del compromiso de su obra y citó el caso de su más reciente y exitosa novela La voz dormida, que publicó Alfaguara y la cual reúne testimonio de mujeres que sufrieron la represión por parte de la dictadura franquista tras la Guerra Civil.
Es importante, dijo, que se sepa que en España como en América Latina hubo miles de desaparecidos.
Dulce Chacón murió de un cáncer de páncreas que se le diagnosticó a poco de su regreso a España tras su viaje a Costa Rica, último que realizó en su vida pues al enfermedad se manifestó de manera fulminante.
A los 49 años de edad fue autora de los poemarios Querrán ponerle nombre, Las palabras de piedra, Contra el desprestigio de la altura y Matar al ángel; así como de las novelas Algún amor que no mate, Blanca vuela mañana, Háblame, musa, de aquel varón, Cielos de barro y su más reciente La voz dormida.
Esta escritora, quien nació en Badajoz, Extremadura, en 1954, fue activista política en contra de la guerra y viajó a Irak con otros intelectuales para protestar contra el ataque a ese país. Asimismo, fue protagonista de la marcha contra la guerra en Irak en marzo de este año, cuando al final leyó un manifiesto junto al premio Nobel portugués José Saramago.
No cabe duda de que Dulce Chacón fue un ejemplo de mujer comprometida como artista, como persona, como española, como escritora, como mujer. Nos queda su obra y el recuerdo de su voz profunda y cadenciosa, su mirada serena y firme y su convicción de que la solidaridad es lo único que puede salvar al ser humano aún de sí mismo.
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