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La cumbre de Monterrey, que reunió a los gobernantes de 34 países del
hemisferio la semana pasada, dejó en evidencia el papel cada vez más
importante que la deuda de los países latinoamericanos está jugando en el escenario internacional y la creciente resistencia a un modelo que nos hunde en la pobreza.
Néstor Kirchner hizo un recuento de los daños económicos y sociales de los programas de ajuste estructural.
Fue el presidente argentino, Néstor Kirchner, quien puso sobre la mesa, con más claridad, el problema: crecer antes que pagar. Ese no es sólo el dilema de Argentina; prácticamente todos los países de la región atraviesan por la misma crisis. La diferencia entre la Argentina y los demás, es que Kirchner no sólo definió con certeza la ecuación, sino que no dejó dudas sobre cuál es su elección.
Sería «absurdo» que el FMI pidiera elevar la proyección de superávit fiscal de la Argentina para garantizar mayores recursos al pago de la deuda, dijo, en vísperas de la cumbre, el ministro de Economía argentino, Roberto Lavagna.
Tanto Estados Unidos como el FMI pretenderían que Argentina modifique la
oferta hecha por Kirchner, de reducir en 75% el valor facial de los bonos la deuda a los acreedores externos. A cambio, le ofrecerían mejores condiciones para la obtención de nuevos préstamos y facilitar así la salida del «default» (quiebra) en que se halla sumida desde que dejó de pagar los compromisos de la deuda.
La declaración de Monterrey, firmada por los mandatarios al concluir la reunión, dice que «el crecimiento económico sostenible es el factor más importante para la administración y el pago del servicio de la deuda pública», una formulación ambigua, pero que advierte, de manera algo
perversa, sobre cuáles deben ser los objetivos de nuestro crecimiento.
Kirchner fue claro antes de salir para Monterrey y también durante la
cumbre: «La propuesta de pago a los acreedores es inamovible», afirmó en una entrevista al diario argentino Clarín. No habrá «ningún cambio en la propuesta de quitar el 75 % sobre el valor nominal de la deuda en default». Y aclaró: «La quita será sobre el valor nominal y no sobre el valor presente neto».
«Tampoco se modificará la pauta del 3% del superávit primario, prevista para este año, para aumentar pagos de la deuda. Hacer eso sería poner en peligro el crecimiento», añadió el presidente, quien a la vez desmintió una información del Fondo Monetario Internacional (FMI), de que estaría negociando una nueva carta de intenciones. «No hay ninguna carta de intención nueva,» recalcó.
CRÍTICA AL MODELO
En la decisión de Kirchner va implícita una crítica al modelo de desarrollo aplicado en la región, orientado a la obtención de un creciente déficit primario en las balanzas de pago, de modo que queden cada vez más recursos para el servicio de la deuda. Con ese pretexto se vendieron activos del Estado, se abrieron los servicios públicos a las empresas transnacionales, se descuidaron los mercados internos y se redujo el gasto público a niveles incompatibles con las necesidades de desarrollo.
Kirchner hizo un recuento de los daños económicos y sociales de los
programas de ajuste estructural y de sus efectos sobre la concentración del ingreso. «La teoría del derrame o del goteo no ha funcionado. Los organismos multilaterales deben tomar cuenta de ello». Insistir en recetas que han fracasado «resulta inaceptable», afirmó.
Agregó que su país no está obligado a responder a quienes especularon en el mercado de bonos. «No resulta moral ni racional la protección de quien manejó sus fondos como si concurriera a un casino de juego». Que los acreedores privados enfrenten la envergadura del riesgo que asumieron cuando invirtieron, afirmó, al criticar las demandas permanentes del FMI «que parecen no querer ver la situación límite de nuestro país».
Sorpresivo ganador de unas elecciones que, el año pasado, pusieron fin a la grave crisis política de su país, Kirchner era una incógnita para muchos que, sobre todo en el extranjero, esperaban con expectativa sus propuestas para enfrentar la caída de la economía y el «default», o la cesión de pagos de la deuda. Entre crecer y pagar, Kirchner no solo eligió lo primero, sino que mostró cómo hacerlo sin acatar las desmedidas imposiciones del FMI.
RESISTENCIA
De ese modo, el presidente argentino ha ofrecido a los países latinoamericanos una alternativa aun más interesante que la del brasileño Luis Inácio Lula da Silva.
Lula ha articulado un nuevo orden político internacional con algunas potencias emergentes, como China, India y Sudáfrica, pero su desempeño en el plano de la economía ha sido mucho más ortodoxo.
Si bien la llegada de Lula al poder se hizo en un marco más espectacular, el brasileño ha ofrecido menos alternativas para enfrentar la crisis del modelo neoliberal definido en el Consenso de Washington hace unos 25 años.
La declaración final de la cumbre señaló el compromiso de los gobiernos por continuar instrumentando políticas macroeconómicas sólidas, políticas monetarias y fiscales prudentes, regímenes de tasas de cambio apropiados, una administración prudente y apropiada de la deuda pública, la diversificación de la economía y el mejoramiento de la competitividad.
De todos los gobiernos presentes, el de los Estados Unidos es el que más se aleja de ese compromiso y solo su papel de «banca central mundial» le permite enfrentar su déficit con emisión desmedida que, sin embargo, terminará por provocar graves disturbios en la economía mundial, como lo han señalado economistas.
En todo caso, el gobierno brasileño reiteró su desconfianza hacia el modelo que calificó de «perverso», entre cuyas características están la de haber separado lo económico de lo social y haber sido incapaz de reducir la pobreza y el hambre.
En la práctica, la alternativa a ese modelo implica también buscar una opción diferente al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), con la que Washington pretende consolidar las relaciones económicas en el
hemisferio, similares a lo que se pretende también con el CAFTA, que Costa Rica y los demás países centroamericanos negocian con Estados Unidos.
Lula propuso una estrategia distinta. «En los próximos tres años estaremos, sin duda, consolidando el MERCOSUR con la participación de toda América del Sur y de países de América Latina». En ese tiempo se consolidará la integración física de toda América del Sur, agregó.
La contrapartida a esa visión la ofreció el presidente mexicano, Vicente
Fox. Lado a lado con Bush, en conferencia de prensa, Fox se permitió alabar los resultados de Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), pese a los dramáticos resultados sobre la economía mexicana, que ha tenido, en promedio, las más bajas tasas de crecimiento desde que se acentuó la aplicación del modelo neoliberal y entró en vigencia el tratado, hace una década. El mayor logro del tratado ha sido el aumento de las exportaciones, pero con base en un modelo económico que lejos de transformar eso en mejoría de la condición de vida de la población, agudizó la pobreza y el desequilibrio social.
La cumbre de Monterrey mostró hasta dónde ha avanzado en América Latina la comprensión sobre las consecuencias de un modelo que provoca creciente resistencia. Pero dejó también en evidencia que las fuerzas alternativas ocupan un espacio creciente en el escenario político regional.
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